Lógica del Mercado y Lógica Cultural

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Resumen:  

El presente ensayo tiene por objeto el explorar la relación dialéctica entre la lógica del mercado y la lógica cultural en el capitalismo contemporáneo. Los puntos a identificar en el orden simbólico son las expresiones políticas, artísticas, comportamentales, psíquicas, o incluso, expresiones culturales – entendida la cultura en su sentido más amplio, y que, al fin y al cabo, reproducen y refuerzan el orden del mercado capitalista y su lógica.

Si el capitalismo tiene sus fundamentos definidos por la propiedad privada, por la competencia y por el individualismo, es del caso analizar los valores de él resultantes en el actual patrón globalizado del orden capitalista. El descreimiento en la construcción de un orden alternativo desencadenado por la crisis de la utopía socialista a fines del siglo pasado se suma al conformismo dictado por la idea de que sólo el mercado capitalista es capaz de producir riqueza y felicidad o, en una palabra, el ideario neoliberal como la única solución posible para las sociedades contemporáneas.

Entendemos que, a pesar de haber tenido lugar avances democráticos, reformas y resistencias culturales, el mercado capitalista y su lógica siguen invadiendo espacios geográficos, sociales y los ámbitos más recónditos de la subjetividad humana, con consecuencias desastrosas. Es, pues, de este fenómeno que trata el presente texto.

Palabras claves: Lógica del Mercado Capitalista y Lógica Cultural. Economía y Cultura. Capitalismo Contemporáneo, Mercado y Cultura.

El presente ensayo tiene por objeto el explorar la relación dialéctica entre la lógica del mercado y la lógica cultural en el capitalismo contemporáneo. Los puntos a identificar en el orden simbólico son las expresiones políticas, artísticas, comportamentales, psíquicas, o incluso, expresiones culturales – entendida la cultura en su sentido más amplio, y que, al fin y al cabo, reproducen y refuerzan el orden del mercado capitalista y su lógica.

SeñoraSi el capitalismo tiene sus fundamentos definidos por la propiedad privada, por la competencia y por el individualismo, es del caso analizar los valores de él resultantes en el actual patrón globalizado del orden capitalista.

El descreimiento en la construcción de un orden alternativo desencadenado por la crisis de la utopía socialista a fines del siglo pasado se suma al conformismo dictado por la idea de que sólo el mercado capitalista es capaz de producir riqueza y felicidad o, en una palabra, el ideario neoliberal como la única solución posible para las sociedades contemporáneas.

Entendemos que, a pesar de haber tenido lugar avances democráticos, reformas y resistencias culturales, el mercado capitalista y su lógica siguen invadiendo espacios geográficos, sociales y los ámbitos más recónditos de la subjetividad humana, con consecuencias desastrosas. Es, pues, de este fenómeno que trata el presente texto.

  1. Interdisciplinaridad: metodología e historia de la cuestión

Para tratar este asunto, necesitamos que la interdisciplinariedad entre la economía (base económica) y la cultura (superestructura cultural) integre y articule los discursos de la sociología, de la psicología, de la política, de la filosofía de la economía.

El ascenso del nazismo y los desvíos estalinistas de la revolución rusa -cuestiones consideradas como de las más punzantes del siglo XX- suscitaron nuevas respuestas para superar la explicación determinista y mecanicista de la relación de la base con la superestructura del marxismo ortodoxo.

La creación, en 1933, del Instituto de Investigaciones Sociales (el Institut), más tarde conocido como “Escuela de Frankfurt”, fue una de las respuestas al desafío de comprender dialécticamente la relación de la economía con la superestructura cultural de la sociedad, lanzando nuevas luces sobre esta última (JAY,2008).

Adorno, Horkheimer, Fromm, Marcuse y Benjamin, los primeros cinco miembros del Institut, desarrollaron una teoría intitulada “Teoría Crítica”, cuyo carácter abierto, investigativo e inacabado expresaba una crítica a las teorías abstractas, verdades totales y establecidas.

Horkheimer, su segundo director, afirmaba que el verdadero objeto del marxismo no consistía en esclarecer verdades inmutables, sino el fomentar el cambio social. Y que el verdadero materialismo era dialéctico, involucrando un proceso continuo de interacción sujeto y objeto. Para él, el verdadero peligro estaba no en aquellos que exageraban la subjetividad y la individualidad, sino en aquellos que las reducían a una falsa totalidad.

A partir de tales premisas, ellos construyeron la idea de que todos los fenómenos culturales eran mediados pela totalidad, y no sólo meros reflejos de intereses de clase.

Sus estudios críticos sobre las artes y la cultura de masas llevaron, en particular a Benjamim (BENJAMIN, 2002, [1936]), a los estudios de la reproductibilidad de bienes, y a Adorno y Horkheimer (ADORNO & HORKHEIMER, 1984 [1940]) a la concepción de la “industria cultural”, marco para el entendimiento contemporáneo de la construcción y reproducción de valores.

Estos estudios tenían como base una rigurosa crítica a la lógica formal y al positivismo como filosofía y método,[i] además de una crítica radical a la racionalidad instrumental y a su reproducción en las subjetividades y en los comportamientos. Esto los llevó a la tentativa de integrar al marxismo con el psicoanálisis, iniciada por Fromm, además de varios estudios sobre totalitarismo (tema que hizo de puente con los estudios de Hannah Arendt).

Entendemos que el actual desafío para el pensamiento crítico sigue siendo la profundización de la interlocución entre las áreas sociales y humanas.

Para nosotros, no se trata de ignorar la lucha de clases y la contradicción básica entre capital y trabajo, sino de estimular análisis sobre ideología y reproducción de los valores más allá de dicho conflicto.

Muchos de los análisis enriquecedores en este tema vienen hoy de marxistas atentos, como Fredric Jameson, Terry Eagleton, Perry Anderson, David Harvey y Slavov Zizek, entre otros, que se esfuerzan por dilucidar la cultura y su relación con la economía no repitiendo fórmulas simplificadoras y mecanicistas que nada aportan al desafío de comprensión de la complejidad del mundo actual.

En el plano filosófico y político,  se observa una lógica que se extiende a la cultura (arte), y una cultura que se vuelve mercantil. En las palabras de Fredric Jameson: ‘’la teoría marxista precisa aportar interpretaciones para la ideología y la lucha de clases, para la cultura y la acción de las superestructuras en la escala más vasta de la globalización contemporánea, con términos necesariamente nuevos, dadas las novedades del mercado mundial capitalista ampliado ‘’ (JAMENSON, 2006).

Inspirados en tal exigencia, ensayamos algunos pasos para identificar elementos, reunirlos y extraer de ellos un sentido que nos permita unir los variados aspectos de una lógica del mercado que avanza en múltiples terrenos. Son análisis críticos que parten de teóricos de los dominios más diversos de las ciencias sociales y humanas, y que nos brindan elementos para poder esbozar la complejidad de nuestras sociedades, uniendo economía, filosofía y cultura.

Comencemos por la economía, a través de la lógica del mercado.

  1. Lógica del Mercado: forma científica e ideológica

La lógica del mercado capitalista es una de las formas científicas (y también ideológicas) de leer, describir y legitimar el fenómeno del capitalismo. Se trata de una teoria que entiende el mercado como explicación del orden social[ii], o como una teoría de la sociedad, opuesta a la concepción crítica de la economía política marxista, que parte de la producción y del valor para comprender la raíz de la explotación y de la plusvalía.

Esta concepción del mercado como orden social aparece originariamente en la historia del pensamiento económico y en la historia de las ideas sociales, en el siglo XVIII, a través de la solución de Adam Smith[iii] frente a los filósofos del contrato, avanza analíticamente un siglo después en el intento, desde una lógica matemática, con la Teoría del Equilibrio General en Walras,[iv] para cristalizarse en el siglo XX con la teoría de Hayek en que la historia realizaría el autodesarrollo del orden del mercado (GANEM,2012c).

El siglo XX tiene en Hayek una de las expresiones más importantes del neoliberalismo. Su (teoría) lógica del mercado parte de la idea que los individuos en un proceso de experimentación escogen, entre errores y aciertos, y a la Popper, las reglas de la competencia, elemento importante de cohesión del orden espontáneo del mercado.

Hayek traduce a sus propios términos el orden natural smithiano, al mismo tiempo en que critica el orden racional fortalecido por los complejos modelos matemáticos neoclásicos, cuyo objetivo consiste en demostrar la superioridad del mercado.

Su teoría de la evolución cultural analiza la evolución de las sociedades hasta las sociedades complejas (great societies) como un proceso de autodesarrollo del mercado (HAYEK, 1983 [1937]). No en vano esta teoría se cristalizó en la apología y en la retórica de los ultra-liberales en defensa del mercado como la única forma de organización para las sociedades contemporáneas (GANEM, 2012c).

El análisis “hayekiano” del mercado refuerza la idea del mercado como fin de la historia –  uno de los debates de los que tuvieron lugar en los años noventa del siglo XX, que se inscribe en el contexto del discurso de la derecha (a diferencia del debate sobre el fin del arte, de la política y de la filosofía, provenientes de la izquierda), y que corresponde “en el tiempo y en el espacio” al avance geográfico/espacial del capitalismo en el mundo.[v]

Lo que nos interesa particularmente es que a este avance geográfico se le suma su invasión en todos los dominios sociales y psíquicos de la sociedad, transformando las relaciones sociales en relaciones mercantiles, deteriorando la política, los lazos sociales, los valores, las subjetividades (psiquismo) y las artes. Pero antes de identificar estas expresiones, un eslabón indispensable y eficaz disemina y refuerza los valores que alimentan el orden y el statu quo, como el individualismo y la competencia, sobre todo. Se trata de la Industria Cultural, asunto que veremos a continuación.

     3.  Lógica del mercado y Lógica cultural: la Industria
           Cultural  como eslabón indispensable

La Industria Cultural funciona como agente diseminador de valores y vuelve más compleja y sofisticada la cuestión de la ideología en el capitalismo contemporáneo pues alcanza indiscriminadamente una masa de telespectadores, cinéfilos, lectores de periódicos, y oyentes de radio.

La Industria Cultural, así nombrada por Adorno, es un sistema que comprende cine, televisión, radio, revistas y periódicos y que produce, explota y comercializa bienes culturales propios de las técnicas de reproducción en serie y de la homogenización (BENJAMIN, 2012).

Aunque Adorno y Horkheimer se hayan concentrado en el cine, entendemos que es posible extender algunos aspectos de este análisis para lo que resta del sistema, reviéndolo, actualizándolo, sin perder su esencia filosófica.

La lógica que se impone es la de que el espectador no debe tener ningún pensamiento propio, ni tampoco posibilidad alguna de divagación, de sueño, o de profundización crítica de su humanidad, puesto que toda conexión que presuponga un esfuerzo intelectual es escrupulosamente evitada.

Además, él nada puede agregar a lo que le había sido anticipado. Se trata de un paquete pronto, cuya expresión máxima son los filmes y series del mainstream hollywoodiano.[vi] El itinerario es dado por clichés, dictado por principio, medio y fin.  La performance y el detalle técnico toman el lugar de la idea, adiestrando un sujeto vaciado de su capacidad de pensar y de juzgar. Los autores destacan todavía que, al adentrarse  en el espacio del ocio, la violencia de la sociedad industrial se instala en los hombres de una vez por todas.[vii]

La diversión (entertainment) es buscada por quien quiere aliviarse del proceso de trabajo. Es el “divertirse” o “el no tener que pensar en esto”, o el olvidar el sufrimiento hasta incluso donde el mismo es mostrado. El resultado para los autores es que el sentido mayor de esta diversión sería colocar a los sujetos (los trabajadores) de nuevo en condiciones de enfrentar el trabajo.

Para Adorno e Horkheimer, la industria cultural como diversión es diferente del arte y favorece la resignación y el conformismo. El arte suministraría la sustancia trágica o tragicómica que la diversión (entertainment) no puede dar por sí sola. Además, esta estética, al anular el destino trágico, lo transforma en justo castigo. ‘’El cine se vuelve efectivamente en una institución de perfeccionamiento moral’’ afirman los autores. (ADORNO & HORKHEIMER, 1984, [1940]).

Para ellos, la industria cultural no es arte, sino publicidad, y forma parte del proceso de desmitologización de la palabra en donde los juicios de valor son percibidos como publicidades.

Se trata de un proceso lingüístico/cultural que propone, como afirman los autores, que ‘’cuanto más las palabras se convierten en vehículos destituidos de sentido, y cuanto más pureza y transparencia transmitan, más impenetrables se vuelven. La palabra sirve apenas para designar. Fijada a la cosa pasa a ser una fórmula petrificada. ’’ Por si esto fuera poco, la industria cultural propaga una libertad que no existe: la falsa libertad para escoger siempre la misma cosa.

E ‘’incluso cuando el público se rebela contra ella (la industria cultural), esa rebelión es el resultado lógico del desamparo para el cual ella misma lo educó ‘’ (ADORNO & HORKHEIMER, 1984, [1940]).

Nuestro próximo movimiento consiste en explorar las expresiones culturales que, sometidas a la lógica do mercado, presentan las características alienantes que pretendemos destacar.

La lógica del mercado se extiende a la política, a los comportamientos sociales, al psiquismo y a las artes. Comencemos por la política, con la contribución de Hannah Arendt respecto de la destitución de la capacidad de pensar y juzgar del sujeto por la industria cultural, a lo que la autora agregó la acción (o la falta de la misma) en la política. Es lo que veremos a continuación.

  1. Lógica del Mercado en la Política, en la Sociedad, en las Subjetividades y en las Artes

4.1. La Política, su olvido o su aniquilación.

Para identificar en la política las consecuencias desastrosas de la lógica del mercado regresamos a Hannah Arendt, una de las principales filósofas políticas del siglo XX.

Su obra abarca una vasta gama de cuestiones que tienen como elemento propulsor la crítica al totalitarismo en todos sus matices y formas.

En lo que guarda relación con el nazismo, Arendt formula la siguiente cuestión: ¿qué leyes de la psicología de masas explican por qué millones de seres humanos se dejan llevar sin resistencia a las cámaras de gas?

Y ella misma responde a partir de un eje teórico innegociable, punto de partida metodológico para su reflexión: el totalitarismo tiene como meta determinada el destruir al individuo junto con su espontaneidad.

Destruir, por lo tanto, la individualidad, o asesinarla, para ser fieles a los propios términos de Arendt, significa alcanzar la médula del individuo: destruir la espontaneidad o el poder del hombre de comenzar cualquier cosa a partir de sus propios recursos.

Los que aspiran a la dominación total deben, por consiguiente, liquidar implacablemente la espontaneidad. La individualidad es intolerable, y el poder total sólo puede ser preservado en un mundo de reflejos condicionados de perros pavlovianos, de marionetas que no presentan la menor sospecha de espontaneidad. (Arendt, 1972,265)

El cerne de la teoría y de la crítica al totalitarismo es la identificación de que los hombres que viven bajo su yugo tienen un pensar que no comprende, una incapacidad de juzgar, y un obrar que se da mecánicamente.

La acción, nos dice Arendt, supone la urgencia del pensamiento sobre el obrar, siendo esta última, la única actividad que se ejerce directamente entre los hombres, sin la mediación de las cosas o de la materia.

En verdad, la misma corresponde a la condición humana de la pluralidad, y como expresión inequívoca de la individualidad carga consigo la fuente del significado de la vida humana.  Aunque las acciones fugaces y perecibles de la vida política nunca cumplan su intuición  original, y desencadenen alguna cosa que no puede ser prevista, Arendt, en La Condición Humana, afirma con contundencia que: “…la única forma capaz de realizar hechos no es ni la capacidad teórica, ni la razón, sino la facultad humana de obrar, de iniciar procesos nuevos y sin precedentes, cuyo resultado es incierto e imprevisible, sea que se desencadenen en la esfera humana o en el reino de la naturaleza’’ (ARENDT, 1987).

Así y todo, Arendt, preocupada y comprometida con la democracia, con su crítica alcanza al mercado, en especial al consumismo (que puede acarrear el despotismo de una sociedad de masas) como el elemento vital de su forma de reproducción.

Ella defiende el modelo político de la polis griega en que la acción política es la pieza clave de la libertad individual. Al estar restringida a los ciudadanos, estaría, consiguientemente, preservada de cualquier tipo de manipulación. Arendt lamenta que en la sociedad de masas el esfuerzo de promover una uniformización del comportamiento consumista se oriente en dirección al conformismo, negando la pluralidad de la discusión.

En ‘La crisis de la cultura’, Arendt nos alerta respecto de: ‘’…los trazos de la psicología colectiva del hombre de masas: su abandono – abandono que no es ni aislamiento, ni soledad – independientemente de su facultad de adaptación; su excitación y su falta de criterios; su actitud vuelta hacia el consumismo, acompañada de una incapacidad de juzgar o incluso de distinguir, y por detrás de todo esto, su egocentrismo y una alienación del mundo…..” (ARENDT, 1972).

Esta crisis de la cultura, propia de la sociedad de masas, que maltrata a la  individualidad y genera abandono, aislamiento, soledad y consumismo, conduce a lo que Arendt considera lo más grave para la humanidad: la alienación expresada en su incapacidad de juzgar, y de discernir quedando el hombre susceptible a la manipulación.

Su crítica al consumismo, caracterizada por el retroceso en la inversión cultural es, sin ninguna duda, una crítica a la lógica del mercado. Son innúmeros los autores que recurren a Arendt como referencia teórica-crítica, identificados con su análisis de la sociedad en la que hoy vivimos, desprovista de valores éticos humanistas y marcada por la moral del entretenimiento y por el consumismo[viii].

La sociedad de masas de la great society lleva, segundo la autora, a la anulación de la cultura al dar lugar a la banalización del entretenimiento y a fortalecer el conformismo, lo que para Hannah Arendt es el elemento central que puede llevar a la destrucción de la humanidad.[ix] La política como la capacidad de hacer irrumpir algo nuevo, ligada a una facultad de pensar y de juzgar que comprometiera al ciudadano con la polis, estaría en retroceso.

Para muchos autores, la era del capital globalizado es la del olvido de la política, proceso que se da por la privatización de la vida sumada al elogio del individualismo y a la disolución del colectivo. Nada más peligroso para la democracia que el refugio de los ciudadanos en sus territorios particulares (NOVAES, 2007). A esos sub-ciudadanos consumidores sólo les queda el someterse a las leyes del mercado.

La hegemonía de la vida privada regida por los estándares del individualismo es el advenimiento de la moral del interés privado y, en un plano secundario, la disminución del significado del interés público. Se trata de una contracción del espacio público y de una expansión del privado, de una sumisión de la política a los procedimientos de la sociedad del consumo y del espectáculo, dictados por la ideología de la competencia que al final reduce la política a una cuestión técnica (NOVAES, 2007). En fin, volver a Hannah Arendt es garantía de reflexión crítica sobre la necesidad de una acción política asociada a un pensar y un juzgar discrecionales. La falta de pensar, juzgar y obrar da el tono de la pobreza cultural y de las distorsiones de los valores en el mundo en que vivemos.

4.2. Sociedad y Cultura de Consumo

La contribución de los más recientes expertos sociales, realizada sobre todo a partir de los años sesenta del siglo pasado, complementa las reflexiones de Adorno/ Horkheimer y Hannah Arendt al explorar nuevos aspectos de comprensión de la sociedad. Las múltiples formulaciones que ella toma ya nos dan la idea del esfuerzo para analizarlas. Las críticas son dirigidas a las innumerables formas que asume: a la sociedad de consumo postindustrial, a la sociedad de los medios de comunicación y del espectáculo, a la sociedad globalizada, o incluso a la sociedad multinacional.[x]

Un punto importante en esa crítica es la identificación de una individualización sin límites, expresada en la idea de que lo errado en nuestras vidas proviene de nuestros errores. Los ideólogos del fundamentalismo del mercado tienen a esta individualización como una de sus más importantes premisas: individuos y sociedades son las víctimas de sus propias elecciones erradas, de sus opciones incompetentes (HAYEK,1983 [1934]).

Otro punto a destacar en esta ideología es la noción falsa de libertad. Los integrantes de la sociedad son envueltos por la idea de que la libertad está ligada a la libre elección que al final no pasa de ser una libertad sin precedentes para escoger más de lo mismo (ZIZEK, 2006).

En este contexto, el “Homo Eligens” de Bauman se constituye en la irónica caricatura del legendario Hombre Económico Racional, sustento de la teoría económica ortodoxa (BAUMAN, 2007).

Otro punto a destacar es el miedo a la inadecuación, trazo permanente de la sociedad de masas, y la tentativa de superarlo por medio del consumo.

Vivemos bajo la égida de la cultura consumista que se define por su síndrome: el deseo creciente e insaciable de consumir a una velocidad directamente proporcional a la intensidad del olvido, como nos dice Milan Kundera.

En el límite, todos somos estimulados a gastar con objetos sin sentido para evitar el horror de sentirnos inadecuados (BAUMAN, 2007). El acto de comprar se transforma en ritual de exorcismo, en ejercicio de liberación de demonios interiores, en un intento de dominar la inseguridad provocada por el desamparo, condición filosófica del hombre moderno, identificada por Freud (FREUD, 1997, [1929]) como la causa del malestar dominante en nuestras sociedades. Esa preocupación de Freud ha sido retomada por los psicoanalistas críticos contemporáneos, asunto que veremos seguidamente.

4.3. Psicología y psicopatología

En términos sociales, los comportamientos consumistas, alimentados por el individualismo y por la competencia, apuestan a la valorización de lo aparente, de la imagen y del simulacro. Su contrapartida por la lógica del mercado y por la industria cultural en las subjetividades contemporáneas consiste en la laceración del psiquismo, en la tentativa de los individuos de atender a las exigencias de dicha lógica.

Para Joel Birman, la egolatría de los individuos egoístas (mónadas aisladas) se expresa por medio de un narcisismo y de una teatralidad sin límites; en última instancia, una estética vacía de la existencia nula. Las máscaras son los vehículos por medio de los cuales los actores se insertan como personajes en la escena social.

Según sus propias palabras: ‘’No se puede más oponer el original a la copia, pues el simulacro atraviesa la totalidad del tejido social y constituye una nueva concepción de la realidad y de lo que es real.”

Como el horizonte intersubjetivo se encuentra vacío y carente de intercambios interhumanos, lo que se observa en consecuencia, en los terrenos más recónditos de los individuos, son las depresiones, los síndromes de pánico y las toxicomanías.[xi]

Esas dolencias psíquicas pueden tener, entre otros, orígenes genéticos y personales, pero la literatura crítica psicoanalítica añade al diagnóstico un elemento explosivo: el “fracaso” del individuo en la realización de lo que la sociedad espera, su incapacidad de satisfacer las demandas mediante las cuales las personas se inscriben y desfilan en el escenario social.

La ‘’cultura de la imagen’’ aparece entonces como la fase externa del individualismo exacerbado, vuelto para la glorificación del yo y para la estética de la propia existencia. Esto llevado a un creciente consumo de drogas con el objetivo de contener las angustias desencadenadas en el intento de capacitar al individuo para convivir con los pruritos del narcisismo, las fantasías del espectáculo y la feroz competencia.

El intento de salida por vía de las drogas es un indicio más que no hay lugar en el orden social ni para depresivos ni para quienes entran en pánico, o sea, para los recalcitrantes trágicos modernos. Joel Birman denominó a este fenómeno ‘’psicopatología de la posmodernidad’’ (BIRMAN, 2000,2012).

4.4. Arte y artefacto posmoderno.

Según David Harvey, Fredric Jameson, Perry Anderson e Terry Eagleton, el posmodernismo, teoría que surge de la propia estética a partir de la década de los sesenta del siglo XX, en la década de los ochenta pasó a  expresar la vulgaridad cultural, sus excesos y su consumo.

La teoría traduce la correlación entre nuevas formas culturales y el ascenso de una nueva forma económica y social. Al analizar la posmodernidad, se observa una invasión de la lógica del mercado que se extiende a la cultura, y a una dimensión de la cultura que atraviesa la vida cotidiana en las compras, en la producción para el mercado, en el consumo de los productos mercadológicos, en las actividades profesionales, en el ocio televisivo, y también hasta en los ángulos más secretos y privados del diario vivir del individuo.

En estos términos, podemos afirmar, junto con Jameson (JAMESON, 2006), que la posmodernidad es la lógica cultural del capitalismo contemporáneo.

Para comprender el posmodernismo, nada mejor que contraponerlo a lo moderno, su origen y negación.

Comencemos con una cuestión innegociable para el posmodernismo: su profunda aversión a todo proyecto que busque la emancipación humana universal por la movilización de las fuerzas de la tecnología, de la ciencia y de la razón.

El desarrollo de formas racionales de organización social y de modos racionales de pensamiento – en una palabra, el dominio científico de la naturaleza y la correlativa reforma social – prometía la liberación humana de las irracionalidades, del mito, de la religión, de la superstición, del uso arbitrario del poder y del lado sombrío de la naturaleza humana.[xii]

La decepción frente  a las promesas no realizadas del progreso como vía para la felicidad llevó a los posmodernos a la negación de toda utopía y al rechazo de cualquier proyecto unificador, o de cualquier metarrelato.

Coherente con esa idea, el posmodernismo rompe con el sentido moderno de continuidad y memoria históricas. Por tal razón el historiador pasa a desempeñar el papel de arqueólogo del pasado.

Son rechazadas, por lo tanto, leyes explicativas que revelen un sentido para el movimiento de la historia (sea evolucionista o proveniente del materialismo histórico-dialéctico), y se rechaza la intención de descubrir el sentido a partir del torbellino de cambios históricos.

Al negar los discursos universales o totalizantes, el posmodernismo se vuelve para la fragmentación, para la heterogeneidad, para las diferencias y para la indeterminación, consideradas como fuerzas liberadoras.

En verdad, como nos afirma Eagleton, “el posmodernismo nada em las fragmentarias y caóticas corrientes del cambio, como si esto fuera todo lo que existe. (EAGLETON, 2009).

Al final, no hay lo qué trascender, no hay lo qué oponer a lo efímero, a lo fragmentario, a lo discontinuo y a lo caótico, ni cómo buscar elementos eternos e  inmutables. Dos frases son esclarecedoras de la diferencia y oposición entre modernos y posmodernos, subrayadas por David Harvey. Para el moderno Paul Auster: ‘’Hicimos de nosotros aquello que somos ahora y permanecemos lo que fuimos a partir de los años’’. Ya Andy Warrol sintetiza su concepción filosófica posmoderna en la emblemática frase: “Jamás me despedazo porque nunca fui entero” (HARVEY, 2011).

Para el discurso posmoderno, estaríamos saliendo de la pesadilla de la  modernidad, dejando atrás su razón manipuladora y su fetiche de totalidad. Caminamos en dirección a un pluralismo posmoderno, gama de estilos de vida y de juegos de lenguaje.

El artista moderno era aquel capaz de revelar lo universal y lo eterno a partir de formas huidizas de la belleza de nuestros días.[xiii] Para Eagleton, “el artefacto posmoderno es travieso, auto-irónico y esquizoide. Su relación con la tradición cultural es de una mezcolanza irreverente, su intencional falta de profundidad es intencional, todas las solemnidades metafísicas al recurrir a una estética de la sordidez y del choque” (EAGLETON, 2009).

Mientras tanto, algo sorprende y desafía la reflexión. Bajo su aparente ausencia de compromiso con un proyecto que unifique, o con una utopía, el posmodernismo abraza impunemente el lenguaje de la mercadería, y con eso legitima la lógica del mercado.

  1. Consideraciones finales o el mercado y su lógica como proyecto unificador.

La explicación posmoderna describe la aparente funcionalidad detectada por la red de intercambios de mercaderías y valores, conectadas en la horizontalidad y dominadas por la lógica del rizoma, en la que no hay raíces ni tallos.

Entre tanto, lo que acabamos de indicar, aunque embrionariamente y a partir de contribuciones de áreas del saber social y humano, es que esa misma conexión establecida está determinada por la dominación de un sistema de producción y de una lógica de mercado que invaden y someten dominios espaciales, políticos, sociales y subjetivos a su lógica.

Si bien resta mucho por desarrollar sobre tema, la hipótesis de que el mercado capitalista surge como una gran narrativa y como sujeto de la historia no es para nada descartable.

El cerne de la cuestión no está, por consiguiente, en detectar conexiones y redes que, si bien son de gran valía, son insuficientes para la comprensión crítica del sistema actual y de su lógica. Para que sistema y lógica se reproduzcan, necesitan de sujetos acríticos, precarios, inestables, dóciles, abiertos y disponibles para todas las conexiones del flujo de mercado y de su correlato, el flujo comunicacional. El mundo occidental, en cierto sentido se vuelve pesimistamente deleuziano.

Angela Ganem*
Instituto de Economía de la UFRJ
angelaganem.rj@gmail.com

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*Angela Ganem es brasileña, profesora del Instituto de Economía de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ) y doctora en Economía por la Universidad de Paris X, Nanterre. Fue Editora de la Revista Económica, Directora de la Sociedade Brasileira de Economia Politica e de la Associação Nacional de Graduação em Economia. Publica artículos en revistas especializadas en las áreas de economía, filosofía y ciencia politica. Desenvuelve sus investigaciones dentro de una perspectiva interdisciplinaria de la Economía con la Filosofía. Organizó el libro Economia e Filosofia: controvérsias e tendencias recentes.

[i] Ver en este sentido, el embate entre Popper y Adorno sobre el método dialéctico versus el positivismo en, GANEM, A, Popper versus Adorno: lições de um confronto histórico, Revista de Economia Política, vol.32,pp 87-109, 2012.

[ii] Ver en este sentido, las diversas formas que el mercado como orden social asume en la Historia del Pensamiento Económico, en (GANEM,2012b)

[iii] En Smith, los intereses privados de los individuos en vez de chocar entre sí produciendo la guerra son agraciados por una mano invisible que los orienta hacia el bienestar colectivo. La explicación smithiana asentada única y exclusivamente en la imponderable y compleja acción de los individuos tiene ‘’naturalmente’’ como resultante, el orden social del mercado. La solución smithiana brinda una respuesta convincente y afinada al nuevo orden capitalista que inauguraba y al ideario liberal. Y no es ppor outra razón que la teoría del mercado de Smith pasa a ser incuestionablemente la matriz teórica del orden social.(GANEM,2012b).

[iv] A fines del siglo XIX, Walras retoma la idea de Smith de un orden que emerge espontáneamente y se propone demostrar matemáticamente que el orden racional del mercado existe, es estable y óptimo (GANEM,2012b).

[v] Desde el punto de vista filosófico se explotó hasta el agotamiento el fin de las grandes narrativas. Fukuyama identifica el colapso del comunismo vía una perestroika agonizante, la caída del Muro en 1989 y la destrucción del socialismo y del fascismo como los factores inspiradores de la idea de que el capitalismo, el mercado y la democracia burguesa se constituirán en la coronación de la historia de la humanidad o, en otras palabras, en el fin de la historia (ANDERSON,1992)

[vi] Ver en este sentido, Fredéric Martel en ‘’Mainstream: a guerra global das mídias e das culturas”, en que el autor traza un panorama descriptivo de la nueva geopolítica cultural y de los medios de comunicación en este mundo globalizado zurcido por la lógica del mercado (MARTEL, 2012)

[vii] Ver Salvoj Zizek en A visão em paralaxe, en donde el autor establece puentes entre Marx y Lacan, al tempo que destaca la violencia del capitalismo en la invasión del sueño de los individuos. (ZIZEK,2006)

[viii] Consultar Jurandir Freire Costa que toma por base a Arendt para urdir una crítica al consumismo y la moral del espetáculo en: O Vestígio e a Aura, Garamond, 2004, además de Dany-Robert Dufour em: A arte de reduzir as cabeças; sobre a nova servidão na sociedade ultra liberal, Companhia de Freud,2005 y Gilles Lipovestky: O Império do Efêmero, Companhia das Letras, 2004.

[ix] Otras consecuencias del concepto de lo privado y de los negocios imperando sobre el colectivo es la privatización del espacio público y la promiscuidad, la falta de cuidado y de respeto con lo que es público. Otra extrapolación bien actual de la sociedad de la imagen y del vacío por la falta de una realización política es la saturación del espacio público con discursos privados, típico de las redes sociales. (Novaes,2007)

[x] Muchos son los autores que exploraron las innumerables facetas de la sociedad de consumo. Algunos son clásicos como Christopher Lasch – A Cultura do Narcisismo,1979,Guy Débord – La Societé du Spectacle ,1967 y Jean Baudrillard- La Societé de Consommation, 1970. Además de estos, se destacan los trabajos de Pierre Bourdieu, Gilles Lipovestky, y  Zygmunt Bauman.

[xi] Sobre la depresión en la actualidad, consultar: Andrew Salomon, O Demônio do Meio-dia: uma anatomia da depressão, 2001.

[xii] La tesis de Adorno e Horkheimer afirma que la Ilustración estaba destinada a volverse sobre sí misma porque por detrás de la racionalidad ilustrada existía una lógica de la dominación y de la opresión: la razón instrumental dominando la cultura y la personalidad. El ansia de dominar la naturaleza comprende el domínio por los seres humanos = autodominación.

[xiii] Proust, Joyce, Manet, Kandisky, Matisse, Picasso, Klee son algunos de los maestros del modernismo. En el Brasil, el modernismo estaba asociado a la búsqueda de nuestra identidad, como se encuentra en: Oswald de Andrade, Mario de Andrade y Portinari, por citar algunos.

Referências Bibliográficas

ADORNO,T.,HORKHEIMER,M.(1985[1944]); A Indústria Cultural in Dialética do Esclarecimento: Fragmentos Filosóficos. Rio de Janeiro: Jorge Zahar.
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