Si EEUU invade México

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Conservadores radicales de EEUU están enunciando la idea de invadir Mexico para combatir los cárteles de drogas. Esto, de formalizarse, plantearía un conflicto de proporciones hoy impredecibles no sólo con Mexico sino con todo “el patio trasero” de EEUU que comienza en el Río Bravo.

En el debate presidencial republicano del miércoles, el gobernador de Florida Ron De Santis dijo que los cárteles de la droga mexicanos deberían ser tratados como “organizaciones terroristas extranjeras” y prometió: “Voy a utilizar el ejército estadounidense para perseguir a los cárteles de la droga mexicanos”. Para no quedarse atrás, Nikki Haley (ex gobernadora de Carolina del Sur que anunció su presentación a las primarias presidenciales del Partido Republicano) declaró que “enviaría nuestras operaciones especiales y eliminaremos a los cárteles”.

Cómo será el conflicto que se está planteando que el habitualmente más extremistas de todos, Vivek Ramaswamy, apuntó a ser la voz de la razón al señalar que reducir las sobredosis de opioides requiere centrarse en el “problema del lado de la demanda en este país”. Pero no es una posición de toda la vida: Ramaswamy viene de declararse sediento de sangre al prometer “diezmar a los cárteles de la droga mexicanos con conmoción y pavor”.

Este grupo conservador que se bautizó MAGA, tomando la consigna de Donald Trump (Make America Great Again) es capaz de ser un eficaz palo en la rueda. Su última actuación fue el viernes. Un grupo de 21 rebeldes conservadores, encabezados por el representante Matt Gaetz, republicano por Florida, relevó el martes como presidente de la Cámara de Representantes al republicano Kevin McCarthy, y votó el viernes en contra del proyecto de ley de financiación de 30 días de los republicanos para mantener abierto el gobierno. Los rebeldes exigieron que la Cámara aprobara los 12 proyectos de ley de asignaciones con importantes recortes de gastos antes de celebrar negociaciones sobre financiación con el Senado controlado por los demócratas.

Todos los candidatos republicanos, por supuesto, están haciendo todo lo posible para mantenerse al día con el líder del grupo, el expresidente Donald Trump, quien impulsó su campaña de 2016 al prometer construir un muro en la frontera con México. Al fracasar en ese objetivo, ha amenazado con acciones militares contra México. Según el exsecretario de Defensa Mark T. Esper, Trump quería lanzar ataques con misiles contra laboratorios de drogas mexicanos. Este año, Trump supuestamente pidió a sus asesores “ planes de batalla ” contra México al tiempo que aboga por el uso de Fuerzas Especiales . “Sí, Trump quiere resolver nuestro problema de las drogas empleando al mismo ejército a cuyos líderes llamó “ un montón de tontos y bebés ” y a cuyo general al mando dijo querer ejecutar”, señaló Esper.

“Incoherente” no comienza a describir a Trump, afirma el columnista Max Boot en The Washington Post. El señor es historiador, ex republicano y calificado como una de las mayores autoridades mundiales en conflictos armados por el más presitigioso instituto mundial en cuestiones militares, el británico IISS, International Institute for Strategic Studies.

Las reacciones negativas se empiezan a sumar, en el sano intento de evitar que estas ideas tengan visos de concretarse. William LeoGrande, un estudioso de la política latinoamericana en la American University, le dijo a Max Boot –cita él– que “las amenazas republicanas de lanzar ataques militares en México no son más que posturas machistas.Pero es una forma de postura particularmente peligrosa, incluso trastornada. Quiero agarrar a los candidatos por las solapas y preguntarles: ¿No han aprendido nada de dos décadas de experiencia en Afganistán e Irak?”.

En ambos países, enviamos nuestras tropas para erradicar insurgencias en sociedades extranjeras que no entendían. En ambos países, nuestras tropas tuvieron dificultades para distinguir a los insurgentes de los civiles y terminaron matando o encarcelando a muchos civiles, creando así más enemigos de los que eliminaron. Y, en ambos países, las bajas estadounidenses se acumularon mientras las esperanzas de una “estrategia de salida” retrocedían.” Lo mismo les pasó en Vietnam, cabe agregar.

Y abundó ern su razonamiento. “¿Es ésta realmente una experiencia que queremos repetir en México? Por supuesto, no estamos ante una insurgencia política en México, pero los cárteles de la droga son enormes organizaciones criminales que se parecen a los ejércitos guerrilleros en su tamaño y capacidades.Como muchos insurgentes, también están profundamente arraigados en las comunidades donde operan”.

Imagínese las calamidades que se producirían si las tropas estadounidenses cometieran un error al sur de la frontera en una versión del siglo XXI de la desafortunada expedición del general John J. Pershing para capturar al mexicano Pancho Villa en 1916-1917. Inmediatamente puede decir adiós a cualquier cooperación de México para detener el flujo de drogas o de migrantes. Incluso se podría terminar con las fuerzas armadas mexicanas luchando contra las fuerzas armadas estadounidenses. Y si la operación se limitara al principio a un pequeño número de operadores especiales, probablemente sufrirían bajas, lo que crearía presión política para una escalada. Nuestras tropas quedarían sumidas en una guerra interminable contra un enemigo que no comprenden y que no pueden derrotar.” Es más: una situación así hará reverdecer con seguridad la vieja rama del antiimperialiosmo latinoamericano, y la consigna de “Yanquis go home” recobraría vigencia, tal vez a un grado superlativo. China estaría contenta.

El expansionismo territorial de EEUU está en la sangre del imperio hoy en decadencia, y si ahora vuelve al tapete es porque se quiere reafirmar con estas actitudes que es un imperio. Max Boot y otros hoy no lo mencionan, pero la semilla expansionista se puede encontrar en la agresión de EEUU a Mexico en la guerra de 1846-48, en la que EEUU obtuvo la cesión de más de la mitad de su territorio a EEUU.

Pero no podrían repetir la invasión. En 1916-17, la invasión que Estados Unidos emprendió en 1916 contra el líder revolucionario mexicano Pancho Villa amenazó con poner a los Estados Unidos y a México en conflicto directo entre sí. Sin embargo, las cuidadosas maniobras diplomáticas del presidente mexicano Venustiano Carranza y del presidente estadounidense Woodrow Wilson resolvieron con éxito la crisis. Abundar en esta información puede aportar como ejemplo del tamaño del problema que se posibilita.

Pancho Villa, el líder revolucionario mexicano que controló gran parte del noreste de México durante 1914 y 1915, experimentó reveses militares después de romper con el gobierno de Carranza y ser sometido a un embargo de armas estadounidense. La administración Wilson apoyó a Carranza como el legítimo jefe de Estado mexicano y esperaba que el apoyo de Estados Unidos pudiera poner fin a la inestabilidad política mexicana durante el período revolucionario.

Antes de la Revolución Mexicana, la frontera entre Estados Unidos y México sólo había estado ligeramente vigilada. La inestabilidad de la revolución llevó a una mayor presencia militar estadounidense, mientras que los ciudadanos estadounidenses a lo largo de la frontera a menudo simpatizaban o ayudaban a las diversas facciones en México. Como parte de una campaña contra los intereses estadounidenses en el norte de México, las fuerzas de Villa atacaron a ejecutivos mineros estadounidenses en México el 9 de enero de 1916, provocando la ira pública en los Estados Unidos, especialmente en Texas. Luego, las fuerzas de Pancho Villa atacaron la ciudad de Columbus, Nuevo México, el 9 de marzo de 1916, lo que provocó la muerte de dieciséis estadounidenses y bajas mucho mayores para las fuerzas de Villa.

En respuesta, la administración Wilson decidió ordenar una incursión punitiva en México con el objetivo de capturar a Pancho Villa. Debido a incursiones anteriores más menores, Wilson ya había considerado ordenar una expedición para cruzar la frontera, por lo que ordenó a Newton Baker, el Secretario de Guerra, que organizara una expedición específicamente para perseguir a Villa. Wilson también intentó apaciguar al presidente mexicano Venustiano Carranza afirmando que la incursión se llevó a cabo «con escrupuloso respeto por la soberanía de México». Sin embargo, Carranza consideró las acciones de Wilson como una violación de la soberanía mexicana y se negó a ayudar a la expedición estadounidense.

“La aplicación agresiva de la ley y la acción militar pueden desmantelar con éxito a los cárteles, pero es como golpear el mercurio con un martillo: sólo se producen muchos cárteles más pequeños”, señala el académico LeoGrande. “El negocio de las drogas es tan lucrativo y el mercado estadounidense tan insaciable que siempre surgen nuevos productores para satisfacer la demanda”.

Esa fue una lección que México aprendió bajo el presidente Felipe Calderón (2006-2012), quien declaró la guerra a los cárteles y, con ayuda de Estados Unidos, capturó o mató a 25 de los 37 principales capos de la droga . Sin embargo, su guerra contra las drogas no trajo la paz. En cambio, el número de homicidios aumentó rápidamente a medida que nuevas bandas de narcotraficantes, ramificaciones de los principales cárteles perseguidos por el gobierno, luchaban entre sí por territorios lucrativos.

Más recientemente, el presidente Andrés Manuel López Obrador asumió el cargo en 2018 prometiendo “abrazos, no balazos”, pero en la práctica ha dependido cada vez más de los militares para luchar contra los cárteles, y con escaso éxito. En parte, por supuesto, eso se debe a que el ejército mexicano es notoriamente corrupto: un exministro de Defensa, el general Salvador Cienfuegos Zepeda, fue arrestado en Los Ángeles en 2020 acusado de aceptar sobornos de los cárteles. Bajo presión de México, el Departamento de Justicia retiró los cargos en su contra y el gobierno mexicano no siguió adelante con su propio caso.

Hay una muy posible solución al problema, que no se aplica por el alto costo político que implica para EEUU dejar a la población sin droga. Así, Shannon K. O’Neil, experto en México del Consejo de Relaciones Exteriores, plantea que la forma de acabar con los cárteles tiene su modelo en la empleada por EEUU contra sus propios sindicatos del crimen organizado: “Construir un estado de derecho sólido. En lugar de centrarse en los instrumentos de la guerra, los dos países pueden trabajar juntos para construir los de la paz: fuerzas policiales civiles fuertes y sistemas judiciales que funcionen”. Suena improbable, cabe comentar.

Dicho de otra manera, una versión mexicana del estatuto RICO (Ley de Organizaciones Corruptas e Influenciadas por Mafiosos, si fuera implementada efectivamente por fiscales honestos, causaría mucho más daño a los cárteles que enviar drones Reaper o Navy SEAL para eliminar a los líderes de los cárteles. Estados Unidos todavía puede proporcionar ayuda al gobierno mexicano –como ya lo está haciendo bajo el nuevo Marco del Bicentenario entre los dos países– sin poner sus propias botas en el terreno.

Lo único que Estados Unidos no debería hacer es lo que muchos de los candidatos republicanos defienden, concuerdan las voces que se están alzando: lanzar una campaña militar unilateral en México. Esa sería una receta para un atolladero que haría que Irak o Afganistán parecieran mansos en comparación. Y, cabe agregar, criticar esta posibilidad es una crítica casi directa a las consecuencias de la reelección de Donald Trump, que ya se pronunció a favor de una política de este estilo, y se ha mostrado capaz de plantearla desde la Casa Blanca.

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