La académica chilena Verónica Valdivia participó en las jornadas: A 40 años del golpe de estado y la dictadura: ¡nunca más!, organizado por la Universidad de la República (Facultades de Humanidades y Ciencias de la Educación, desde el 24 de junio hasta el 28 de junio pasado). En esa oportunidad La ONDA digital dialogó con Valdivia, lo que siguen son los tramos fundamentales de este diálogo.
-¿Qué fue lo que dejó como legado en general, la dictadura de Pinochet a la sociedad chilena?
– La dictadura de 1973 se propuso, desde un principio transformar el país. Hay que tener en cuenta que a diferencia de otros casos del Cono Sur, “la izquierda marxista en Chile se había apoderado del aparato ejecutivo del gobierno de la Unidad Popular y logró controlar una parte importante de la sociedad”, a la vez que aliarse con sectores populares muy activos (campesinos, pobladores diversos, obreros). Este control del ejecutivo y parte del aparato estatal le permitió a la izquierda hacer transformaciones profundas por aquella época. Es decir con aquella experiencia, parecía que era posible ir transformando un país capitalista en un país socialista, de a poco. Luego del Golpe, la dictadura se propuso que eso no podía volver a repetirse nunca más en Chile. Y, en ese sentido, el carácter refundacional de la dictadura chilena es tremendamente intransigente y es por eso que es una dictadura – en gran medida – proyectual. Tanto porque quiso destruir a la izquierda, como también porque en Chile no existía una guerrilla, un movimiento armado de consideración, los grupos armados eran muy pequeños, sin relevancia real. Por lo tanto – después del golpe – la posibilidad de justificar la toma del poder en función del peligro subversivo armado, no existía.
En este sentido ¿cómo justificar la toma del poder con un proyecto de sociedad que se proponía construir un nuevo Chile? Es aquí donde aparece la dictadura legándonos una nueva estructura económica, una nueva forma de relacionarnos entre los chilenos, una nueva cultura, una nueva forma de ver la política.
– Algunos ejemplos del comportamiento político y cultural…
– En Chile existía una sociedad muy politizada, donde los partidos cumplían un papel muy importante. Eran capaces de intermediar efectivamente, entre los intereses sociales y era un país de una sociedad hasta cierto punto, muy instruida en términos políticos. Por lo menos los sectores urbanos leían mucha prensa, militaban mucho. Lo que la dictadura se propuso fue transformar ese concepto de participación ciudadana en una participación eminentemente social y localista. Por lo tanto, lo que generó fue formas en que las decisiones fueran tomadas por pequeñas cúpulas tecnocráticas y el conjunto social se remitiera a cuestiones específicas de su cotidianeidad.
Para eso se hizo una reforma municipal que le quitó al Estado central muchas de sus atribuciones y las pasó a los Municipios: las tareas de la salud, las educacionales o las asistencias sociales. En ese sentido, cuando las personas tienen un problema, no acuden al Estado central, sino que acuden al municipio. Por lo tanto lo que la dictadura buscó y logró – en gran medida – es que la gente piense que sus problemas son problemas privados y locales. Por lo tanto tienen una gran dificultad para conectar lo que les pasa a ellos, en la educación, en la salud, con las decisiones de política general que se están tomando en el país.
Y en lo cultural, ¿cómo se expresan hoy estos legados?
En lo cultural, está el tema del individualismo. Ha generado un país en donde el “nosotros”, que era parte de la cultura; es hoy un país tremendamente individualista, un país tremendamente consumista, que piensa a las personas en función de sus bienes materiales. Hay muy poca valorización por la cultura y – más bien – hay una valorización extrema por la competitividad personal, por el emprendimiento, por la capacidad de lograr “cosas”, sin que me importe mucho qué les pasa a mis vecinos. Entonces, de ser un país bastante colectivo, pasó a ser un país tremendamente individualista, tremendamente egoísta y despreocupado del otro.
– Los movimientos estudiantiles de estos días, ¿tienen que ver con la búsqueda de quebrar esa cultura heredada?
– No sé si la cultura, pero sí el proyecto de la dictadura. El proyecto de la dictadura es una educación neoliberalizada, una educación que se concibe como un bien de consumo. Los jóvenes por primera vez en cuarenta años han sido capaces de enfrentar el proyecto de la dictadura en el sentido – no sólo del liberalismo, sino en el sentido – de que los temas importantes son temas de discusión nacional y la gente no tiene porqué estar remitida a sus problemas locales.
Se supone que cuando un padre escoge la educación de sus hijos es un problema privado y, por lo tanto, es como que no tuviera relación con la decisión de que la educación es un bien pagado. Los jóvenes – al poner en cuestión la calidad de la educación y el financiamiento de la educación como un tema nacional – están intentando quebrar esta lógica de la dictadura, que distanció los debates nacionales de los debates personales.
Los jóvenes, lo que quieren, es plantear que los problemas privados, son también problemas públicos y que – por lo tanto – son problemas que debemos debatir a nivel nacional y las decisiones no las pueden tomar las cúpulas, sin tomar en cuenta a la sociedad.
Esto en gran medida es el meollo del legado de la dictadura. Porque la dictadura, lo que quería, era una sociedad desmovilizada, una sociedad que no se preocupara nunca más de lo programático, una sociedad concentrada en sus propios problemas,privatizada.
-¿Se puede decir, entonces, que han provocado una revolución conceptual?
– No sé si una revolución, pero sí, de alguna manera, ellos han puesto el pilar para el desmonte de ese legado. Yo creo que ya – de aquí en adelante – lo que viene es un desmembramiento paulatino, porque los herederos de la dictadura van a resistir con todo. Pero creo que ya estamos en el inicio de la desarticulación del proyecto.
– Y los Partidos, ¿han “tomado el guante”?
– Lamentablemente, los Partidos Politicos siguen con una imagen cupular de la política, donde quieren resolver los problemas a puertas cerradas y su debate con la sociedad es siempre desde una perspectiva vertical. Pero, en realidad, le temen mucho a la sociedad y de alguna manera los partidos, es como que absorbieron las lógicas de la dictadura, por cómo funciona la política hoy.
En lugar de incorporar a la sociedad y aprovechar este movimiento social para rehacer la política, quieren rehacerla utilizando a los jóvenes, pero no dejándolos decidir, participar.
Pero entonces, ¿se encaminan a un conflicto?
Absolutamente. Ahora vienen las elecciones presidenciales de fin de año. Por estos días los jóvenes han estado tomando muchos colegios y universidades y dicen que las elecciones, no van a resolver nada.
Estamos ante un conflicto serio, en la medida que los partidos no quieren enfrentar esta situación, esto puede tener un resultado violento. Porque va a llegar un momento en que la paciencia de las personas – de los jóvenes en particular – puede agotarse.
– Son movimientos de masas, ¿verdad?
– Sí, pero su apoyo va cambiando. En general, la sociedad está de acuerdo con lo que los jóvenes plantean. Con lo que no están de acuerdo es con una movilización permanente. Chile es un país temeroso de la movilización y este es también un trauma heredado de la dictadura.
Así que, ¿la clave va a estar en saber cuántos chilenos votan? Si los chilenos votan masivamente a los Partidos, los jóvenes se quedan sin argumentos.
Se quedan sin argumentos. Pero no va a haber votación masiva. El tema es, cómo logramos saber lo que la gente piensa y cómo quiere participar; en un sistema que es tremendamente excluyente y tecnocrático.
Entrevista a la académica chilena Verónica Valdivia
La ONDA digital Nº 632 (Síganos en Twitter y facebook)
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