Parece quedar muy lejos, en el tiempo, la escena de comprar un disco de vinilo o compacto en un comercio. No significa que la misma no pueda observarse hoy en día o que nosotros mismos, como consumidores de bienes culturales, no podamos hacer esta adquisición. De hecho, hay públicos específicos que consumen, por ejemplo, discos de vinilo. Lo que sí es cierto es que esta práctica se ha hecho poco común.
Un elemento disparador para ese cambio puede datarse, en el final del siglo pasado, con el avance de internet y de las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación, cuando los grandes sellos discográficos comenzaron a pasar por una fuerte crisis. Fue cuando las grabaciones ilegales de copias de discos compactos originales y la descarga vía internet de músicas del mundo entero, bajo la modalidad de programas de software, como el Ares o el E-mule, basados en compartir música entre usuarios, pusieron la industria discográfica contra la pared.
Con el inicio del nuevo siglo, las características del capitalismo cambiaron radicalmente. De hecho, este ha sido redefinido de diferentes maneras, tales como capitalismo cognitivo o informacional. A los efectos, de lo que venimos tratando aquí, preferimos hablar de un sistema económico basado en las plataformas y en la digitalización. Así, las mayores empresas capitalistas del planeta, como Microsoft, Google, Meta, Amazon y Uber funcionan como plataformas. El mundo de la música también se vio impactado por este llamado nuevo “modelo de negocios”, siendo dominado por las llamadas plataformas de streaming, y teniendo como las más conocidas a Spotify, Apple Music, Youtube, Deezer, Amazon Music y Tidel. Tales plataformas conectan usuarios con productos musicales, en las que los primeros pueden acceder a estos gratuitamente, consumiendo al mismo tiempo publicidad, o abonarse mensualmente sin publicidad.
El llamado modelo de negocios de las plataformas de streaming vino a solucionar la crisis mencionada, anteriormente. De hecho, según el Report Music Global, de la International Federation of the Phonographic Industriy (IFPI), de 2023, las estadísticas internacionales año a año tienden a mostrar una recuperación fantástica de la industria fonográfica. En 2022, se registraba un octavo año de consecutivo de crecimiento del mercado global de la música, con un aumento de la 9% en la renta global en relación con el año anterior. En ese año la participación de los streaming era, a su vez, de 67% en ese total.
Después de tratar de los cambios en la industria fonográfica, con la llegada de las plataformas de streaming, particularmente Spotify (la de mayor actuación en el mercado global), nos interesa ir al tema central de este artículo, que es el de los cambios que se producen en las formas de pensar y de actuar de los músicos. Esto sin obviar que en este llamado nuevo modelo de negocios es consenso que los músicos ganan poco. Tampoco que existe una discusión muy fuerte, actualmente en Uruguay, sobre la distribución de los valores monetarios, generados por las reproducción de la música en las plataforma de streaming, entre los diversos actores que participan de la producción de ese bien cultural. Esto ha llevado, inclusive, a la manifestación de Spotify, en el sentido de retirarse de Uruguay, caso tenga que transferir porcentajes más altos a los que traspasa hasta ahora.
Sin desmerecer las cuestiones mencionadas, nuestro artículo se direcciona a destacar aquí un cambio crucial: el producido en las disposiciones de los compositores y autores delante de los cambios en la industria de la música. Siguiendo una tradición que se remonta a sociólogos como Pierre Bourdieu y Bernard Lahire, entendemos por disposiciones a las maneras de actuar, de pensar y de sentir de los individuos. Fragmentos de un diálogo con Paulinho Moska y Zélia Duncan, un cantor y una cantora brasileños consagrados, con un conductor de un programa musical, vehiculizado en el canal “Zé Maurício Machline”, en 2019, nos permiten acercarnos rápidamente a lo que queremos tratar aquí. En el primer trecho, Paulinho Moska, cuenta la diferencia, entre la situación de los músicos, antes y después de las plataformas de streaming:
“Creo que es más difícil, porque cuando nosotros comenzamos, solo había una manera de desarrollar una carrera, que era tener un contrato con una discográfica. Además, el mundo independiente no era tan grande, así que tenías que conseguir que te contrataran, tenías que tocar en shows, llamar la atención, para ser contratado y grabar un disco, para poder tocar en la radio (…). Era un embudo muy estrecho, muy difícil. Pero ahora ese embudo está muy abierto, porque todo el mundo puede grabar en casa”.
En el modelo anterior, el artista tenía que convencer a una discográfica que su producto cultural tendría un valor delante del público. Trabajaba mucho, además, para conseguir grabar un disco y poder llegar al público. Hoy la posibilidad de producir música se amplió debido a las condiciones tecnológicas, siendo que el número de aquellos que suben sus creaciones en las plataformas aumenta considerablemente la oferta disponible en ese universo. Una estimación conservadora realizada en junio de 2022, por el sitio de internet “Industria Musical”, indicaba que eran subidas 23 mil músicas, por día, en la plataforma de Spotify.
Zelia Duncan complementa, a su vez, la declaración de su colega de profesión, comentando lo que es preciso hacer para que la música sea escuchada, en el mundo de las plataformas de streaming, como es el caso de Spotify.
“Cuando pienso en los artistas jóvenes, aunque exista Internet y muchas formas de comunicación, a veces doy gracias a Dios por ser una veterana (…) Seguimos teniendo un asunto (…) que es el marketing, ¿no? Todo el mundo necesita ser escuchado. Así que, si haces el mejor vídeo del mundo, tienes que hacer que la gente sepa que existe, rezar para que se haga viral o para que algún detalle llame la atención de alguien. Yo me quedo pensando que [este sistema] consigue ser aún más difícil”.
Paulinho Moska concuerda, a su vez, con su colega afirmando enfáticamente: “y publicar y publicar”. Obviamente, en las redes sociales. En nuestras aproximaciones a este universo social, hemos notado que los músicos precisan cambiar sus formas de pensar y de actuar si pretenden alcanzar un lugar de destaque en ese universo o, por lo menos, vivir de esa profesión. Por ese motivo, se convierten, cada vez más, en actores que precisan planificar racionalmente su carrera y estar presentes continuamente en las redes sociales, siendo los primeros responsables por difundir su producto. En ese recorrido acaban construyéndose a sí mismos como emprendedores.
El mundo de las plataformas de streaming ha generado cambios substanciales en la forma en que se produce y escucha música. Las discusiones sobre cómo se remunera a los diferentes actores que participan en la elaboración de este producto cultural (productores fonográficos, compositores, autores, intérpretes, ejecutantes) van a traer nuevos cambios. Al mismo tiempo, se produce un cambio tal vez menos visible y prácticamente definitivo, particularmente en los músicos independientes, aunque no únicamente. Estos se van transformando, cada vez más, en este mundo global, digital y de las plataformas, en emprendedores y responsables de que su producción cultural llegue a un determinado público.
Los músicos, en este nuevo modelo, se parecen a conductores de Uber que tienen que cuidar de su herramienta de trabajo y andar kilómetros para poder hacer llegar su producto a su cliente, perdón oyente.
Pedro Robertt – Sociólogo y músico.
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