Ilusiones necesarias: la inteligencia artificial lo resolver

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Sabido es que cuando hablamos de inteligencia artificial, las posiciones pueden agruparse esquemáticamente en dos polos: la de la confianza desmedida en el sentido que se abren posibilidades sin antecedentes para un futuro positivo de la humanidad y la pesimista que basándose en el temor a lo desconocido y los efectos negativos que se anticipan como la eliminación de empleos por la introducción tecnológica, llevan a un reduccionismo analítico tan problemático como el tecnooptimismo. En el artículo que sigue trataremos de mencionar someramente algunos elementos para llegar a lo que entendemos es una de las claves para analizar la cuestión.

Y para ello, lo primero es pensar como se construye comunicacionalmente el tecnooptismo. Por ejemplo, recientemente los medios de comunicación locales e internacionales dieron cuenta de la Inteligencia Artificial (en adelante IA) como la gran sensación de la CES (Consumers Electronic Show), una gran feria tecnológica celebrada en Las Vegas, en enero de 2024. Allí se presentaron robots y aparatos con IA en los que permanentemente se aludía a la potencial ayuda a los seres humanos en numerosas actividades como las de la casa o para la movilidad, en una larga lista de innovaciones.

Cuando se veían las imágenes, lo que quedaba flotando como mensaje inequívoco era el potencial de la IA para mejorar nuestras vidas cotidianas.  No podía ser de otra manera. Un simpático robot con IA generativa aplicado a la vida cotidiana no puede llevar a otra idea que al asombro y a la percepción de un futuro mejor gracias al desarrollo tecnológico. Algunos llegaron incluso a recordar aquellos dibujos animados conocidos como “los supersónicos”. Pero como para el lector ya resultará evidente, esta es sólo una pequeña parte del tema.

Por ejemplo, el economista británico Michael Roberts, lo planteaba en noviembre del año pasado de la siguiente forma:  ¿la IA traerá nuevos y maravillosos beneficios a nuestras vidas, reduciendo las horas de trabajo y elevando nuestro conocimiento o conducirá a una mayor dominación de la humanidad por parte de las máquinas y a una desigualdad aún mayor de riqueza e ingresos a medida que los propietarios y quienes controlan la IA se conviertan en «ganadores que se lo llevan todo» mientras que el resto de la humanidad se «queda atrás».

En la pregunta ya aparece un concepto clave: quienes controlan la IA. El desencadenante de la pregunta obedecía al despido sorpresa del “gurú” Sam Altman, el fundador de OpenAI, por conflicto de intereses. Al parecer Altman quería convertir a OpenAI en una enorme máquina de hacer dinero (vamos, lo que se dice un verdadero emprendedor) respaldada por grandes empresas (como Microsoft que proporciona apoyo financiero actualmente), mientras que el resto de la junta quería continuar OpenAI como una operación sin fines de lucro.  

Este es solo un caso entre muchos posibles que da cuenta donde está el centro del problema. En el contexto social actual, con incapacidad de pensar críticamente más allá de lo inmediato y cercano, los desarrollos de la IA solo pueden imaginarse como integración de tecnología cercana a nuestras vidas cotidianas. Quizás alguien puede escuchar o ver algún evento que le haga pensar que el tema es más complejo que un simpático robot que habla con nosotros.  Pero será sólo un evento fugaz, en general no integrado a una estructura de pensamiento.

Difícilmente alguien retenga, por ejemplo, que a fines del año 2022, el Pentágono les adjudicó a Microsoft, Google, Oracle y Amazon un contrato de nueve mil millones de dólares para desarrollar aplicaciones de IA al análisis de datos.  Difícilmente alguien sospeche por donde van efectivamente los avances de las tecnologías de control social en el sentido de dominio o vigilancia sobre la sociedad.

Además, no es la primera vez que escuchamos que de todas maneras ya estamos controlados permanentemente cuando navegamos en internet y utilizamos redes sociales y dejamos “rastros digitales”, empleamos el celular, pagamos con tarjetas de diverso tipo o somos registrados con cámaras varias en donde dejamos igualmente huellas en el espacio público. De modo que ¿hasta dónde puede ser peor?.  No estaría claro. Después de todo, con los problemas de violencia existentes, es por nuestra seguridad, se podría argumentar.  

Sin embargo, y si bien no hay un consenso en los investigadores internacionales del tema sobre los objetivos del procesamiento y uso de nuestros datos, es preciso desconfiar. Para pensar un ejemplo cercano con el caso uruguayo, el acceso a datos reservados ocurrió en forma bastante más simple de lo que siempre se dijo y se aseguró en casos como Marset, Astesiano y Penadés y debería haber tenido repercusiones sociales (y políticas) mucho más fuertes de lo que realmente tuvo.

Además como en este tema de la IA (como en otros relacionados con ciencia y tecnología), se generan novedades en forma permanente, se crea la sensación de “estar siempre atrás” y por tanto la incapacidad de seguimiento. Hay desarrollos aquí y allá, aparecen opiniones sobre el futuro tecnológico igualmente recurrentes y nosotros terminamos como meros espectadores de grandes decisiones de las que sabemos muy poco. Mucho más cuando son decisiones que se toman lejos de un pequeño país ubicado en una región periférica del sistema-mundo como es América Latina.

Creemos, en suma, que tenemos muchas dificultades para pensar el futuro en este sentido pero el problema no es linealmente tecnológico. No se trata meramente de visualizar desarrollos en IA aquí y allá. Se trata de considerar la acumulación de capital en el mundo de hoy, es decir los intereses económicos y políticos que guían decisiones y para ello es preciso generar espacios sociales en que estos temas puedan ser discutidos y tener seguimiento más efectivo de lo que se avanza y hacia donde, tanto en lugares distantes como a nivel local.  Es la necesidad de desarrollar control social pero ahora en el otro sentido, el de control de la sociedad sobre empresas e instituciones. Es decir, la sociedad controlando al capital, lo cual hoy suena más utópico que cualquier anticipación tecnooptimista.

Pasar de espectadores a participantes, supone examinar los problemas tecnológicos como los desarrollos de IA más allá de la tecnología estrictamente, es decir, incorporando elementos y reflexiones de distintas disciplinas humanas. Sólo así seremos capaces de evadir especulaciones “de boliche” entre el tecnooptismo y el tecnopesimismo y considerar las claves de estas discusiones como es la de los grandes oligopolios que toman decisiones. Por nuestra parte, nos parece importante volver sobre estos temas en el futuro.  

Luis Fabre y Alfredo Falero

20 de enero de 2024.

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