CINE | “La sociedad de la nieve”: Crónica real de una removedora tragedia

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La película obtuvo dos nominaciones al Oscar, en las categorías Mejor Película Internacional y Mejor Maquillaje. Los premios serán entregados el 10 de marzo.

El heroísmo, el drama, la enconada lucha por la supervivencia en condiciones críticas y la controversia son los cuatro ejes argumentales de “La sociedad de la nieve”, la nueva y tal vez definitiva recreación cinematográfica de la denominada tragedia de los Andes, que, hace casi 52 años, conmovió profundamente a la opinión pública nacional e internacional.

Esta ambiciosa coproducción del cineasta español Juan Antonio Bayona, que cuenta con un reparto actoral íntegramente latino, narra la historia real –en base únicamente a testimonios orales- de 45 uruguayos que, en octubre de 1972, viajaban a bordo de un vuelo charter de la Fuerza Aérea rumbo a Chile, cuando el avión – en medio de una tormenta y con escasa visibilidad- se estrelló contra uno de los picos más elevados de la Cordillera de los Andes. En la nave viajaba, además de la tripulación, una delegación del equipo de rugby del Old Christian Club, en compañía de familiares y amigos.

Con condiciones climáticas tan adversas y luego de una escala en Mendoza, Argentina, la aeronave jamás debió desplegar rumbo a Santiago de Chile. Realmente, se ignora por qué el capitán tomó la decisión de proseguir viaje con un panorama tan complejo. Aunque se especula con la hipótesis que algunos pasajeros lo presionaron, esa versión nunca fue confirmada, ya que no existen pruebas ni evidencias de que haya realmente sucedido.

Luego de 72 inhóspitos días a la intemperie bajo la nieve y cuando ya habían sido abandonadas las operaciones de búsqueda y rescate, se supo que dos de los jóvenes, Fernando Parrado y Roberto Canessa, se encontraron con el arriero chileno Sergio Catalán Martínez, luego de haber caminado durante diez días y advirtieron que había más sobrevivientes.

Solamente 16 pasajeros salvaron sus vidas y regresaron a la civilización, ya que los otros fallecieron a causa del impacto provocado por la colisión del avión o por las graves heridas padecidas en el accidente.

La culminación de esos más de dos meses de drama y desesperación que tuvieron un epílogo agridulce, inició la leyenda de los sobrevivientes de una tragedia que, más de medio siglo después, permanece tatuada en la memoria colectiva de por lo menos dos generaciones.

Naturalmente, el episodio devino en objeto con valor de mercado, originando números libros testimoniales y autobiográficos y tres adaptaciones cinematográficas, que, por lo menos en dos casos, recogen la versión de los protagonistas.

Asimismo, por su indudable componente emotivo, enigmático y hasta místico para quienes lo calificaron de “milagro”, la peripecia de los jóvenes fue analizada y debatida en charlas, conferencias y presentaciones, que, salvo excepciones, tuvieron como protagonistas a los propios sobrevivientes.

En lo personal, más allá de las condiciones adversas que padecieron durante más de dos meses y del indudable coraje de los jóvenes, me niego a calificar el hecho de hazaña. En realidad, hazaña es sobrevivir en la pobreza todos los días y durante varias generaciones, como sucede en el caso de miles de uruguayos, que actualmente suman 350.000. En efecto, estos hombres, que hoy son adultos mayores, eran deportistas sanos, bien alimentados y acostumbrados a una existencia confortable y sin privaciones, mientras muchos de sus compatriotas comen salteado y viven en condiciones infrahumanas en asentamientos irregulares, bajo techos de chapa y con pisos de tierra. Esto sí es un milagro.

Aunque las causas del accidente que provocó la devastadora colisión de la nave fueron investigadas y explicitadas, lo que sucedió en la montaña jamás fue indagado. Es decir, lo que se sabe tiene una sola fuente: los testimonios de los sobrevivientes.

La tragedia o “milagro” de los Andes fue adaptada al cine por primera vez en 1976,  en “Sobrevivientes de los Andes”, una película del mexicano René Cardona, que provocó una aguda conmoción, rechazo y repudio por su truculenta y sus explícitas escenas de antropofagia.

El film, que tuvo escasa difusión y fue duramente cuestionado por algunos de las víctimas que sobrevivieron al desastre y familiares de los muertos, es literalmente un auténtico adefesio y uno de los peores exponentes del cine de clase B, tanto por su mala calidad artística como por sus claras intenciones efectistas.

En tanto, la segunda adaptación cinematográfica de este episodio, que data de 1993, es “Viven”, el recordado drama del cineasta y productor estadounidense Frank Marshall, que se inspira en la novela homónima testimonial del escritor Piers Paul Read.

Esta película, que está tramada únicamente como un producto de industria hollywoodense y fue estrenada simultáneamente en Estados Unidos y en el hoy desaparecido cine Plaza de Montevideo hace más de treinta años, tuvo naturalmente un importante éxito de taquilla.

Sin embargo, pese a sus espectaculares efectos especiales, los personajes- que hablan naturalmente en inglés- carecen de autenticidad y las situaciones tienen un escaso vuelo dramático.

“La sociedad de la nieve”, una coproducción entre España, Uruguay, Argentina y Chile, que está inspirada en la novela homónima del escritor y periodista uruguayo Pablo Vierci, es la tercera y quizás definitiva adaptación de este drama real, que sigue impactando a las audiencias de todo el planeta e incluso se transformó en el largometraje más visto de la plataforma Nexflix.

El relato, que nos retrotrae en el tiempo a casi 52 años, aterriza en el Uruguay de 1972, en una sociedad convulsionada y crudamente polarizada por la violencia política. No en vano, la tragedia de los Andes comenzó apenas nueve meses antes del golpe de Estado cívico militar encabezado por el dictador Juan María Bordaberry y por los mandos militares de las tres armas.

En ese contexto, aunque en la película no existe ninguna referencia explícita a lo que estaba sucediendo en nuestro país, 1972 fue un año bisagra entre una coyuntura predictatorial y la dictadura liberticida que asoló a Uruguay durante doce años de autoritarismo y barbarie.

Si bien la violencia política había comenzado en la década del sesenta durante el gobierno del prepotente Jorge Pacheco Areco, que enfrentó el desafío de la guerrilla urbana del Movimiento de Liberación Nacional con una dura represión que se abatió contra organizaciones de izquierda y sindicatos obreros y estudiantiles, en abril se inició una nueva escalada de violencia, con los aciagos sucesos del viernes 14, cuando, en menos de 24 horas, murieron cuatro integrantes del Escuadrón de la Muerte que fueron abatidos por el MLN y ocho combatientes tupamaros.

A raíz de ese episodio, un día después, la Asamblea General aprobó, únicamente con los votos de colorados y blancos, la Declaración de Guerra Interna, que endureció sustantivamente la matriz represiva del gobierno autoritario colorado del latifundista Juan María Bordaberry.

Apenas tres meses después, concretamente el 12 de julio, el cuerpo legislativo, también con los votos de la derecha y el pronunciamiento negativo del por entonces flamante Frente Amplio, homologó la Ley de Seguridad del Estado, que le entregó literalmente el poder a los militares.

En efecto, mientras el siniestrado vuelo charter de la Fuerza Aérea Uruguaya se estrellaba en la cordillera de Los Andes el 13 de octubre, los militares perpetraban toda suerte de desmanes y fechorías contra la población, incluyendo detenciones arbitrarias, torturas y procesamientos ilegales contra civiles.

Al igual que en los films precedentes, tampoco en “La sociedad de la nieve” se incluyen referencias a la situación de aguda conmoción que estaba sacudiendo a un Uruguay dramáticamente polarizado y socialmente agrietado por la violencia fratricida.

La única aproximación a lo que estaba sucediendo aflora en los cinco o diez primeros minutos del relato, cuando mientras un grupo de jóvenes deportistas debate en torno a los frívolos avatares recreativos de la pelota ovalada, una auténtica multitud embanderada marcha por el centro de Montevideo en rechazo a la política criminal del gobierno de turno.

Por entonces, como regía una estricta censura de prensa determinada por las medidas prontas de seguridad decretadas por el Poder Ejecutivo que restringía al máximo la difusión de lo que estaba sucediendo en Uruguay, los medios –tantos los impresos como las radios y los cuatro canales de televisión que por entonces se emitían sólo en vivo y durante no más de seis o siete horas al día- le otorgaron una amplia cobertura a un acontecimiento sin dudas inusual, que involucraba a 45 compatriotas, la mayoría de ellos pertenecientes a familias ricas de la elite social. En ese contexto, pese a que se trataba de un tema de interés general, el peso de los apellidos de quienes viajaban a bordo de la accidentada nave también incidió.

La película obtuvo dos nominaciones al Oscar, en las categorías Mejor Película Internacional y Mejor Maquillaje. Los premios serán entregados el 10 de marzo.

A diferencia de la muy hollywoodense “Viven”, “La sociedad de la nieve” está hablada en español, con acento muy rioplatense, ya que la mayoría de los actores son argentinos y uruguayos, identifica al país de origen de las víctimas del accidente como Uruguay y la delegación parte desde el Aeropuerto Internacional de Carrasco, lo cual le otorga una singular autenticidad.

Una de las escasas virtudes de la película es transformar en imaginario narrador a Numa Turcatti, quien fue el último fallecido antes de la consumación del rescate y no a algunos de los sobrevivientes que brindaron sus testimonios personales para la novela de Pablo Vierci.

En ese contexto, el propósito del cineasta español fue homenajear a las víctimas fatales que no regresaron, encarnando precisamente en Numa Turcatti al héroe anónimo y otorgándole voz. La  valentía de este joven, de apenas 25 años de edad, fue destacada por dos de los sobrevivientes: Gustavo Zerbino, en el testimonio vertido precisamente para la novela de Pablo Vierci, y Ricardo Parrado, en su libro autobiográfico “Milagro en la montaña”.

En efecto, sus compañeros de peripecia, que lo conocieron recién en el vuelo, recuerdan a Numa como una persona afable y de talante positivo pese a la precariedad de su salud física, quien habría afirmado que prefería “morir mirando al cielo o caminando, en lugar de terminar inmovilizado en una cueva de chapas destrozadas”.

Pese a la complejidad de su cuadro sanitario que derivó en su fallecimiento, todos lo destacan por haber inspirado al grupo a seguir luchando No en vano, su última frase, que se transformó en una suerte de lema, es: “No hay amor más grande que el que da la vida por sus amigos”, una reflexión de connotaciones bíblicas.

En otro orden, sin caer en inconvenientes truculencias, el film naturaliza la antropofagia como estrategia para aferrarse a la vida, partiendo de la premisa que sólo alimentándose de la carne de los cadáveres de los compañeros muertos era posible conservar la esperanza de la salvación.

Obviamente, la decisión no estuvo para nada exenta de componentes morales y éticos, ya que la mayoría de los jóvenes profesaban la religión católica. En tal sentido, esa fe fue la que los impulsó a dar ese paso, inspirándose en la interpretación simbólica de la última cena de Jesús con sus discípulos, cuando el profeta comparte el pan con sus seguidores, al tiempo que proclama enfáticamente: “este es  mi cuerpo”.

Al margen de estas plausibles virtudes, la película no aporta nada novedoso en materia de efectos especiales para describir las secuencias de la colisión del avión y del alud, aunque si destaca por su plausible trabajo de montaje y también por su fotografía de exteriores, pese a las obvias dificultades que tuvo el equipo de producción para filmar en un paisaje nevado.

Empero, “La sociedad de la nieve” –que a mí en lo personal no me conmovió pese a su por momentos descarnado realismo- está muy lejos de trasuntar el drama que seguramente experimentó ese grupo de jóvenes uruguayos, que soportó estoicamente las privaciones, el hambre, la sed, el rigor del intenso frío durante más de dos meses y hasta la degradación humana, en un  paisaje de desolación y desamparo.

Tal vez la escasa estatura histriónica de los actores conspiró contra la calidad interpretativa, lo cual desdibujo, en parte, el valor artístico del producto cinematográfico que, por su temática sin dudas singular,  demandaba transmitir, con otro rigor, la visceralidad de las situaciones padecidas por los sobrevivientes.

Más allá de eventuales salvedades, esta película es igualmente un valioso testimonio, que –por tratarse de un hecho verídico- revela la intrínseca capacidad física y emocional del ser humano para afrontar exitosamente las situaciones adversas, aferrándose al instinto primario de supervivencia y, en una dimensión espiritual, también a la fe que se nutre de las creencias.

Por Hugo Acevedo
Periodista y crítico literario

FICHA TÉCNICA

La sociedad de la nieve. España, Uruguay, Argentina, Chile 2023. Dirección: Juan Antonio Bayona. Guión: Juan Antonio Bayona, Bernat Vilaplana, Jaime Marqués y Nicolás Casariego, sobre la novela homónima de Pablo Vierci. Música: Michael Giagghino.Reparto: Enzo Vogrincic, Agustín Pardella, Matías Recalt, Esteban Bigliardi, Diego Vegezzi, Fernando Contigiani García y Esteban Kukuriczka

 

 

 

 

 

 

 

 

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