Duro de entender 2 /La nazificación de la investigación alemana sobre el cáncer

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El 30 de enero de 1933, el Presidente Hindenburg designó a Adolf Hitler , principal dirigente del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP), como Canciller del Reich. Si bien los nazis eran el mayor partido de la coalición de derechas que gobernaba Alemania, esa fecha marcó el comienzo de lo que se ha dado en llamar la Gleichsaltung por los mismos nazis o sea la nazificación de Alemania, un proceso intenso que culminaría en 1934. El 2 de agosto, a los 86 años, falleció víctima de un cáncer de pulmón el mariscal prusiano Paul von Hindenburg y esto permitió a Hitler asumir plenos poderes. Al unificar los cargos de Canciller y Presidente pasó a ser el Führer del Tercer Reich.

Hindenburg designa a Adolf Hitler

La nazificación de la investigación médica alemana sobre el cáncer conllevó, antes que nada, la expulsión de los judíos y los comunistas de los cargos de investigación y enseñanza. El 7 de abril de 1933, se había promulgado la Ley del Servicio Civil (denominada con típico eufemismo nazi como Ley para la Restauración de la Función Pública: Gesetz zur Wiederherstellung des Berufsbeamtentums) por la que se prohibía a toda persona de sangre judía o relacionada con la misma trabajar para el Estado.

PARTE 1 de «Duro de entender»/Las simplificaciones y las versiones esquemáticas hacen difícil y aún imposible la comprensión de los fenómenos históricos, sus alcances, su supervivencia e incluso su proyección al futuro. Esto es efectivamente real y contundente cuando se analiza el fascismo y el nazismo y se ve como el espectro de esos regímenes se manifestó en la práctica de las dictaduras del Cono Sur (Argentina, Brasil, Chile, Paraguay, Uruguay) de hace medio siglo; como vuelve a levantarse en personajes autoritarios como Trump, como Bolsonaro, como Milei y como se proyecta sobre todo el mundo actual bajo la forma de la incidencia del racismo, el terrorismo y el narcotráfico, íntimamente vinculados, bajo la forma de genocidio y guerra. PUEDE LEERLO AQUÍ

En los primeros años del siglo XX, la medicina alemana ocupaba un sitial de vanguardia a nivel mundial y, en particular, en la investigación, la terapéutica y la prevención del cáncer. Hay que tener en cuenta que el nazismo identificaba a los judíos con la izquierda (judeobolchevismo era un término común) y las leyes raciales se referían a “la sangre” y a la posición política y no a la religión. El efecto sobre las investigación médica fue demoledor. En el famoso hospital berlinés de la Charité i, doce de los trece investigadores principales del Instituto del Cáncer fueron expulsados. El único científico que quedó fue Hans Auler que asumió como director del instituto libre de judíos (entjudetes).

La investigación sobre el cáncer pasó entonces a desarrollarse en un Instituto General sobre las Enfermedades Tumorales que, con la financiación directa de Hitler, se estableció en el nuevo Hospital Rudolf Virchow de Berlín, en 1935. El radiólogo Heinrich Cramer, nombrado para dirigir el nuevo instituto anunció el comienzo de la centralización de la investigación pero en muchas de las áreas, como en la histología y la inmunología en que los científicos judíos habían sido prominentes la investigación básica sufrió un deterioro del que no se recuperaría.

Es preciso tener en cuenta que la investigación básica y la aplicada son cosas distintas. La campaña de los nazis contra el cáncer se apoyó más en la prevención que en la terapéutica. De hecho, la época del Tercer Reich vio desplazarse ligeramente el centro de gravedad de las políticas sanitarias apartándose de la investigación académica para adoptar un enfoque más orientado hacia la salud pública. La campaña de los nazis contra el cáncer hizo especial hincapié en limitar el tabaquismo, promover la detección temprana de la enfermedad, mejorar la dieta de la población y reglamentar o prohibir sustancias cancerígenas.

En general, los medios académicos y en particular los de la medicina eran conservadores y muchos científicos vieron el advenimiento del nazismo con esperanzas de cambio y renovación. El Prof. Dr. Immanuel Gonser (1865-1941) un eminente activista anti alcohol, dijo en 1933 “ nosotros, los alemanes, nos encontramos en un importante punto de viraje: nuevos hombres están conformando el destino de nuestra patria, nuevas leyes están siendo creadas, nuevas medidas adoptadas, nuevas fuerzas se están despertando. La lucha abarca todo lo que ha sido y es poco limpio”.

Lic. Fernando Britos V.

Los científicos expulsados de los laboratorios emigraron o fueron internados en campos de concentración. Algunos de los que escaparon se establecieron en los EUA, otros en Irlanda, o en Turquía, entre otros países. Algunos de los expulsados eran médicos neuropáticos (que promovían la herboristería y medicinas alternativas que incluso tenían adeptos entre los nazis) ii. El número de especialistas en cáncer que perdieron su trabajo superó el centenar. Casi todos eran judíos (en el sentido nazi de esta definición que apuntaba a sus ancestros y no a la religión o a sus ideas políticas).

Hubo excepciones. Otto Warburg (1883-1970), fisiólogo laureado con el Premio Nobel en 1931 por el descubrimiento de la naturaleza y el modo de acción de la enzima respiratoria, siguió dirigiendo el Instituto de Fisiología Celular del Instituto Kaiser Guillermo (actualmente Instituto Max Planck) e incluso sobrevivió un intento por purgarlo, en 1941. Según parece, dos jefes de las SS, Viktor Brack (1904-1948) y Phillip Bouhler (1899-1945) que fueron principales perpetradores de los asesinatos de la eutanasia forzosa de discapacitados y enfermos mentales (Aktion T-4), fueron los que defendieron a Warburg aduciendo que su madre era aria pura y su padre judío. Warburg siguió trabajando en su laboratorio hasta su muerte a los 86 años iii. El médico Brack fue ahorcado por sus crímenes en 1948 y el general de las SS Boulher, se suicidó con una cápsula de cianuro el 19 de mayo de 1945.

Otro aspecto sorprendente de la nazificación de la ciencia alemana resulta de comprobar que muchos científicos judíos siguieron siendo citados en la revistas médicas de cancerología. Pudiera ser que el fascismo alemán no fuera tan “total” como se cree o porque presentaba grietas o tal vez porque la importancia de las citas no fuera tan significativa antes como lo es ahora.

En todo caso, la expulsión de los científicos judíos y comunistas parece no haber incidido en amortiguar la campaña alemana contra el cáncer, por lo menos en el corto plazo. Sucede que las ciencias básicas no eran el insumo principal para la guerra de los nazis contra el cáncer. Ya se sabía desde hacía décadas que el tabaco, el alquitrán, el asbesto y las radiaciones eran factores cancerígenos. Asimismo se sabía que evitar la exposición a esos factores era capaz de prevenir gran parte de la incidencia de distintos cánceres. Las campañas exitosas contra el cáncer parecían requerir un esfuerzo político y de salud pública, de control, propaganda y prevención.

Sin embargo, esto no era totalmente cierto en todos los casos. Poco se sabía acerca de la base molecular de los orígenes del cáncer y en tal sentido no se conocía como diseñar terapias efectivas. Para muchos el cáncer parecía ser una enfermedad política que requería soluciones políticas. Proteger a las personas de la exposición a agentes cancerígenos parecía requerir la infracción de ciertas libertades políticas y comerciales. De este modo es posible comprender como los nazis pudieron desarrollar una lucha contra el cáncer aún cuando muchas áreas de las ciencias básicas sufrían un deterioro causado por las persecuciones racistas.

Propaganda nazi

La comprensión de este fenómeno que se produjo durante el Tercer Reich ayuda a comprender el menosprecio o el franco desprecio que el neoliberalismo expresa por las ciencias básicas, por la investigación y el desarrollo y por la ciencia en general. Comprender los dislates al estilo de Javier Milei no lo equipara con los nazis pero ayuda a entenderlo. Aclaremos que los neoliberales vergonzantes suelen servirse de la ciencia y los científicos cuando les conviene y despreciarlos a la hora de asignarle el reconocimiento o los recursos que se merecen.

La nazificación de la ciencia y en particular de la medicina alemana fue acompañada por un auge de los registros y de las estadísticas. Este auge fue típico de la administración germana. La prolija contabilidad de las masacre y los crímenes fue característica, la colaboración que prestó la IBM a la organización de los registros en los campos de exterminio tambiéniv . Nunca hubo un gobierno tan obsesionado con contar, seleccionar y clasificar como el del Tercer Reich. Además de la aplicación de estas obsesiones a los campos de concentración y de exterminio, en materia de salud pública, fue una época de estudios masivos: de las mujeres por cáncer de mama y de cuello del útero, de los niños por caries, de estudiantes por tuberculosis, de obreros por silicosis y cáncer de pulmón, de mujeres embarazadas por problemas de salud. Se hicieron mapas genéticos y raciales, catálogos de enfermedades genéticas y su distribución en el territorio.

Alemania se volvió el país con mayor empleo de los rayos X. También, en la década de 1930, fue el país con mayor proporción de autopsias de todo el mundo. Entre un 6 y un 10% de todos los cadáveres fueron sometidos a autopsia. Por esta razón, los estadígrafos tuvieron oportunidad de hacer estudios pormenorizados de la incidencia de cáncer. En 1934, el Comité Anticáncer del Reich pidió al Instituto de Patología de Munich que recopilara todas las autopsias de hombres adultos fallecidos entre 1925 y 1933. Esto arrojó el resultado de que el 18% de los hombres habían muerto por cáncer. El autor, Prof. Dr. Ernst Dormanns, analizó 125.000 autopsias de hombres mayores de 20 años. Dado que en Alemania se producían unos 300.000 fallecimientos en 1933, se llegó a la conclusión que la sexta parte de las muertes eran atribuibles al cáncer. Dormanns también comprobó que el cáncer más común era el de estómago (causa de la tercera parte de las muertes de hombres adultos).

Rudolf Ramm

Helmuth Haubold, un médico y estadígrafo de Berlín que era oficial de las SS, declaró que el cáncer era la principal causa de muerte en Alemania, superando a los males cardíacos. En 1942, el médico nazi Rudolf Ramm (1887-1945) estimó que el cáncer era la causa de muerte de entre 150.000 y 160.000 alemanes y que medio millón de personas padecían la enfermedad.

Un aspecto interesante del despliegue de cifras por los nazis es que las mismas formaban parte de una presentación dramática, apocalíptica. Las estadísticas y datos reales o supuestos eran presentadas a menudo para agitar preocupaciones acerca de riesgos o peligros específicos para provocar respuestas políticas. Eso sucedía en varias áreas de la medicina nazi. Los eugenicistas, por ejemplo, promovían el temor hacia la invasión por parte de pueblos inferiores genéticamente o el riesgo de hambrunas por escasez de alimentos.

Cualquier similitud con los anuncios catastrofistas de los neoliberales, los neofascistas o los ultraderechistas actuales no es casual. Ejemplo de esto es la xenofobia europea contra los inmigrantes y las teorías del “reemplazo poblacional” que amenaza la supremacía de los blancos.

Lic. Fernando Britos V.

iInicialmente construido en 1710 en Berlín-Mitte en previsión de un brote de peste bubónica, se convirtió en hospital de caridad para pobres después de que la ciudad se repuso de la plaga. En 1727 Federico Guillermo I le dio el nombre de Charité, cuyo significado es «caridad» y desde entonces hasta la actualidad fue y es el hospital más grande de Alemania.

iiUno de estos casos fue el de Max Gerson , famoso por sus terapéuticas dietéticas de la tuberculosis y el cáncer. Fue expulsado de su cátedra en el Hospital Universitario de Munich y huyó a los EUA donde estableció una clínica privada en 1938.

iiiWarburg escribió en 1968: “pronto recibiré un segundo premio Nobel, porque de aquí a dos o tres años habré solucionado el problema del cáncer”. En 1944, fue nominado para un segundo Premio Nobel en fisiología por su trabajo sobre la nicotinamida, el mecanismo de las enzimas y el descubrimiento de la flavina.

ivCada persona internada en los campos de exterminio nazi tenía una ficha informática en tarjetas perforadas. Si el preso era judío, su número clave era el 8. Si era homosexual, el 3. Si era gitano, el 12, Etc. Esas tarjetas, que permitieron al régimen nazi identificar, localizar y clasificar a millones de víctimas, eran fabricadas por IBM en Estados Unidos. Los directivos de la compañía sabían perfectamente cuál era su uso en Alemania. Ésta es una de las afirmaciones contenidas en el libro de Edwin Black: IBM y el holocausto: la alianza estratégica entre la Alemania nazi y la corporación más poderosa de América (2001).

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