Los cinco grandes bancos españoles, a pesar de sus reiterados lamentos por el impuesto especial al sector, han alcanzado cifras récord de beneficios en el ejercicio 2023, consolidando así una tendencia positiva que ya se evidenció en 2022. La suma conjunta de los cinco principales bancos ascendió a 26.088,1 millones de euros, una noticia que, a primera vista, se percibe favorable tanto para las entidades financieras como para la economía en general, especialmente en el ámbito internacional, indicando una mayor competitividad de bancos como el Santander o el BBVA.
Es innegable que es preferible que las empresas generen beneficios en lugar de incurrir en pérdidas, ya que estas ganancias potenciales pueden traducirse en inversiones futuras y, a su vez, favorecer la creación de empleo. No obstante, en este contexto, es crucial analizar la naturaleza y el destino final de estos beneficios milmillonarios.
Para entenderlo basta recordar el episodio de rescate público en 2012, donde las pérdidas privadas en el sector bancario derivaron en costosos rescates financiados por el erario público, dejando un déficit que aún persiste. En aquel momento, el objetivo era evitar que la crisis de las cajas de ahorros perjudicara aún más a clientes, familias y empresas. Sin embargo, la inyección pública acabó beneficiando principalmente a la banca.
Es imperativo, por tanto, discernir cómo se utilizan los beneficios obtenidos. La discusión gira en torno a si estos retornos se destinan principalmente a la remuneración del accionariado y de los altos ejecutivos, o si se diversifican de manera inteligente y equitativa. En muchos casos, una parte sustancial de los beneficios se destina al pago de dividendos y a la revalorización de acciones mediante estrategias contables como recompras y amortizaciones.
Esta distribución privada, aunque legítima, plantea preguntas sobre la solvencia a largo plazo de las entidades financieras. La banca española ocupa los últimos lugares en capital de primera calidad en la eurozona, lo que la deja en una posición más vulnerable ante posibles adversidades. Además, la disparidad entre los beneficios generados por los tipos de interés más altos aplicados a créditos empresariales, hipotecas y préstamos al consumo, y la remuneración de los depósitos, resulta abismal.
Este desequilibrio se agrava al considerar que los beneficios globales de los grandes grupos bancarios, según el Banco de España, cubren el coste de capital, es decir, la rentabilidad exigida por los mercados para atraer inversores. En este contexto, la necesidad de distinguir entre la codicia desenfrenada y el lucro responsable y legítimo se vuelve aún más relevante.
La prosperidad bancaria es bienvenida, pero es imperativo que esta riqueza se gestione de manera responsable y equitativa. La banca tiene la responsabilidad de contribuir al bienestar general y no solo de maximizar las ganancias para unos pocos. En un momento en que la sociedad exige una mayor responsabilidad corporativa, la banca debe liderar el camino hacia un modelo de lucro que beneficie a la sociedad en su conjunto.
La ONDA/Mesa de prensa
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