Retórica nazi, medicina y políticas raciales

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Cuando Robert N. Proctor abordó el tema del papel jugado por la retórica de los nazis y su relación con las políticas raciales aplicadas a la medicina, hace 25 años, estaba incursionando a sabiendas en una campo trillado pero su mérito indiscutible es haber dado una nueva perspectiva a estos temas fundamentales para entender el fenómeno del fascismo alemán y sus resortes que aparecen revividos hoy en día. Me refiero a la reseña de The Nazi War on Cancer (1999) que seguiré desarrollando en esta serie de artículos.

La duplicidad o el doble lenguaje del fascismo fue especialmente notable durante el Tercer Reich. En la Alemania nazi los eufemismos políticos proliferaron ya fuera para encubrir las verdaderas intenciones, para confundir a propios y extraños o para atenuar el impacto de algunas medidas. Joseph Goebbels fue un maestro en este arte del engaño. En su diario consignó: “ en tiempos de guerra no se debe hablar de asesinatos ya sea en sentido negativo o afirmativo. Hay ciertas palabras que deberíamos encoger como lo hace el diablo ante el agua bendita; entre ellas, por ejemplo, las palabras sabotaje y asesinato. No se debe permitir que esos términos se vuelvan parte del lenguaje cotidiano”. [i]

Se modernizó la terminología en salud pública. Hubo un cambio de “lisiado” (Krüppel) a discapacitado (Behinderte), así como de “idiota” y “asilo” a “retardado” y “clínica”. Aunque parezca extraño esos últimos cambios fueron promovidos a principio de la década de 1940 por los médicos nazis que pusieron en práctica la eutanasia forzosa (ocultada bajo el nombre Aktion T4, porque la sede central del proyecto criminal se encontraba en la avenida Tiergartenstrasse 4 de Berlín). [ii]

El genocidio no era tema del lenguaje corriente porque el término ni siquiera había sido creado pero una infinidad de términos en clave se manejaron para llevarlo a cabo sistemáticamente, por ejemplo “tratamiento especial” (Sonderbehandlung) , Abtransport, Desinfektion, Einschläferung, Endlösung, Erlösung, Euthanasie, Evakuierung, Gnadentod, Judenaktion, Selektion, Vergasung, Vernichtung y así al infinito. Los nazis terminaron empleando tantas palabras para “asesinato” como los esquimales tienen para la nieve o las gentes del desierto para camello.

PARTE 2 de «Duro de entender» / Cualquier similitud con los anuncios catastrofistas de los neoliberales, los neofascistas o los ultraderechistas actuales no es casual. Ejemplo de esto es la xenofobia europea contra los inmigrantes y las teorías del “reemplazo poblacional” que amenaza la supremacía de los blancos. PUEDE LEERLO AQUÍ

La nazificación también acarreó cambios en el lenguaje de la investigación sobre el cáncer. En la medida en que la incidencia de la enfermedad aumentaba, no es sorprendente que la misma se volviera una potente metáfora para estigmatizar todo lo que resultaba indeseable en el esquema de los nazis. Joseph Goebbels solía calificar como cánceres o enfermedades  no solamente a los judíos, sino a los comunistas, a los homosexuales o a los eslavos. Proctor llama la atención acerca de que este uso del lenguaje tenía antecedentes en un catecismo eugenésico de los Estados Unidos que databa de 1935 y donde la organización eugenésica en si misma se denominaba “ Sociedad para el Control del Cáncer Social” [iii] .

Los médicos eran quienes frecuentemente pintaban a los judíos como cánceres o tumores y la ideología nazi penetró incluso en la retórica de la investigación. El lenguaje médico debía ser germanizado, simplificado, clarificado. Los términos en idiomas extranjeros debían ser sustituidos por expresiones “autóctonas”. Por ejemplo, no “alelo” sino Anlagen-Partner, no “cromosoma” sino Kernfaden, no “bastardo” sino Mischlingen. En general, el uso de metáforas racistas impregnó el discurso médico: lucha racial, amenaza del caos político, y la necesaria unidad de la comunidad germánica.

Las células cancerosas solían ser descritas como anarquistas, bolcheviques, promotoras del caos y la rebelión. El lenguaje nazi acerca del cáncer incorporó el tema de “la solución de problemas”. Los dirigentes médico-políticos hablaban de encontrar soluciones “finales”, “radicales” o “permanentes” a los problemas de Alemania. La expresión Solución Final (Endlösung) a la Cuestión Judía es la más conocida y terrible pero muchas expresiones similares fueron apuntadas a otras cuestiones. Las políticas nazis de población, por ejemplo, hicieron que el Ministro del Interior, Wilhelm Frick reclamara “una solución a la cuestión de las mujeres” (Losung der Frauenfräge) el 28 de junio de 1933 [iv]. La campaña para promover el consumo de pan integral de denominó Endlösung der Brotfrage. En el campo de la medicina, las soluciones finales apuntaban al problema de los fumadores (Lösung dieses schweren Raucherproblems) y a la cuestión del cáncer (Lösung der Krebsbekamfüngsfrage).

La retórica nazi adoptó términos nietzcheanos y wagnerianos referidos al Nuevo Orden Mundial (Neue Ordnung) que requerían la extirpación de todo lo viejo y las metáforas del ocaso. Así se hablaba del ocaso del tabaco (Tabakdämmerung) y del ocaso de la raza (Rassendämmerung) y de este modo la charlatanería nazi adoptaba un giro poético, operístico.

Wilhelm Frick

Asimismo, el discurso bajo el Tercer Reich desarrolló una obsesión con la ilustración (Aufklärung) pero con un significado que no tenía nada que ver con la Ilustración a la francesa. El verbo aufklären más comúnmente significa clarificar, aclarar, educar, informar, instruir, resolver. Un Aufklärer era un explorador o un piloto de reconocimiento pero Aufklärung era y es usado aún hoy para la educación sexual o para el trabajo detectivesco. Para los nazis el término no tenía nada que ver con la Ilustración, a la que despreciaban. Destacaban el aspecto del adoctrinamiento; bajo el fascismo Aufklärung era una forma de propaganda e incluso de acción represiva. Hay que recordar que la quema de libros que tuvo lugar en la Alexanderplatz de Berlín, el 10 de mayo de 1933, fue caracterizada como una Aufklärunsfeldzug para eliminar de la cultura alemana las obras de los autores judíos, comunistas o pacifistas.

En relación con la “higiene racial” (la preservación del patrimonio genético y otras ideas eugenésicas) y especialmente en el caso del cáncer, los higienistas alemanes sentían un profundo temor por el envejecimiento de la población. En la Alemania de la década de 1930, la derecha romántica tendía a agitar el espectro del cáncer como epidemia relacionada con la modernidad. Por su parte la izquierda tecnológica tendía a aducir que el cáncer se encontraba bajo control y que la evidencia sobre un incremento en la incidencia era circunstancial.

Muchas de las actitudes hacia la salud durante el Tercer Reich parecían relacionadas con una desconfianza hacia la modernidad. El Presidente de la Oficina del Reich para la Salud, Hans Reiter, impulsaba la supresión de colorantes carcinogénicos en los alimentos y reclamaba un retorno a una dieta ancestral. El Führer de Salud del Reich, Leonardo Conti, promovía la construcción de saunas de estilo escandinavo por todo el Reich para combatir los resfríos y otras enfermedades de la civilización. Se acusaba a la civilización por el nerviosismo, el uso creciente del alcohol y el tabaco, las drogas ilegales y incontables enfermedades incluido el cáncer.

Sin embargo, la derecha romántica nunca llegó a conseguir el control exclusivo de la medicina alemana, aún durante los años de auge del nazismo. Proctor estima que esta es una de las razones por las que las campañas sanitarias preventivas no lograron los objetivos que los ideólogos nazis habían esperado. Los médicos naturistas perdieron pie cuando la comunidad médica ortodoxa reafirmó su poder en los últimos años del Tercer Reich. Esto tendría que ver con el hecho que las ambiciosas iniciativas médicas lanzadas por el régimen (los estudios masivos con rayos X, las esterilizaciones, las encuestas raciales, las vacunaciones y la eutanasia forzosa, por ejemplo) requerían el talento y la autoridad de los profesionales ortodoxos.

Leonardo Conti

Los partidarios de las medicinas alternativas perdieron uno de sus mayores respaldos cuando falleció el Reichsärzteführer (Führer de los Médicos del Reich), Gerhard Wagner,[v] en 1939. Otro acontecimiento que complicó la difusión de la medicina alternativa fue la caída de Rudolf Hess, la mano derecha del Führer, el que escribió Mein Kampf al dictado de Hitler mientras ambos estaban en prisión y que en forma sorpresiva y escandalosa para los nazis voló a Escocia, el 10 de mayo de 1941, aparentemente en una gestión personal para conseguir una paz con los británicos. Hess era un adepto de la homeopatía y la herboristería. Un nuevo hospital naturista llevaba su nombre, el Rudolf Hess Krankenhaus de Dresde, desde 1933. En su diario Goebbels calificó a Hess como un loco, un morfinómano y un adicto de los astrólogos. La caída de Hess también abrió el camino para combatir la charlatanería. El 12 de junio de 1941, Goebbels anunció el arresto de todos los astrólogos, magnetópatas, antroposofistas y elementos por el estilo y sostuvo que ninguno de esos videntes había sido capaz de prever su detención.

Estos hechos no significan que la medicina alternativa hubiera desaparecido o pasado a la clandestinidad. Heinrich Himmler siguió siendo un adepto de la medicina orgánica, promovió experimentos en los campos de concentración para probar remedios ancestrales y fue un entusiasta de la homeopatía y el mesmerismo. En el campo de concentración de Dachau hubo varios invernaderos donde se cultivaban hierbas y plantas medicinales tanto para la experimentación como para la producción en gran escala. Himmler creía que “el calor humano” era superior a otros métodos de calentamiento y fue el promotor de los atroces experimentos que se hicieron con prisioneros de los campos para comprobar si los pilotos derribados sobre el Mar del Norte podían ser reanimados más rápidamente mediante cuerpos humanos. En Dachau, prisioneras desnudas eran obligadas a abrazar a presos moribundos que habían sido sometidos a congelación. La teoría era que el “calor orgánico” debía ser más efectivo que la inmersión de quien padecía hipotermia en un baño caliente.

Dr. Robert N. Proctor

Después de la guerra, los médicos ortodoxos acusados de crímenes contra la humanidad citaron la afición de Himmler por esos métodos para intentar tomar distancia del Reichsführer y salvar así el pellejo señalando que ellos no compartían esas teorías. El truco no dio resultado y, por ejemplo, el Gruppenführer de las SS Karl Gebhardt – que fue el último presidente de la Cruz Roja durante el Tercer Reich, conocido profesor de medicina y participante en los crueles experimentos – resultó condenado y ahorcado el Landsberg el 2 de junio de 1948.

Según Proctor, los historiadores han apuntado a la complejidad de las luchas ideológicas bajo el nazismo pero el aparato de fabricar mitos de la profesión médica parece preferir una imagen más esquemática de esa época: nazis fanáticos anti ciencia. Tal vez sea reconfortante creer que los “doctores nazis” eran charlatanes y que los médicos ortodoxos no lo eran y no habrían participado en los crímenes. La verdad es que el nazismo permeó a la medicina ortodoxa tan profundamente como a la alternativa. Los académicos se mostraron tan ansiosos como los fanáticos para vilipendiar a sus colegas judíos. El desafío de comprender a la medicina nazi requiere comprender como el terror atravesó nuevos límites, como el crimen, la crueldad y la insensibilidad llegaron a convivir con el sentido común en el país que fue conocido como la tierra de los poetas y los intelectuales.

En un próximo artículo abordaremos la incidencia de las teorías genéticas y raciales en la medicina alemana y sobre todo el tema de la higiene industrial, el mundo del trabajo y el combate a la carcinogénesis ocupacional en el Tercer Reich.

Lic. Fernando Britos V.

[i]Durante los 22 años que mediaron entre 1923 y 1945, Goebbels escribió cada noche en su diario personal. Completó 7.000 páginas de su piño y letra y 36.000 páginas dictadas. En ellas, además de consignar sus conversaciones cotidianas con Hitler puso en práctica un lema que incluyó en su diario: “el pueblo alemán desea ser embaucado”. Cuando el Ejército Rojo llegó al bunker debajo de la Cancillería donde Hitler, Eva Braun, Goebbels y su esposa se habían suicidado (Hitler mató antes a su perra alsaciana y la Sra. Goebbels asesinó a sus cuatro hijos con cianuro), encontraron los escritos del Ministro de Propaganda. En 1992 vio la luz un ejemplar completo del diario que estaba microfilmado en un archivo soviético. Antes había habido publicaciones parciales pero para editar la versión completa hubo que comprar los derechos al albacea de Goebbels, el banquero suizo François Genoud (1915-1996), espía y financista de los criminales nazis prófugos y posible administrador de “el oro de los muertos” fondos robados por los nazis y depositados en Suiza.

[ii]Aktion T-4 es el nombre que se le dio a un programa secreto de exterminio de los enfermos mentales y las personas con discapacidad, que tuvo lugar en la Alemania nazi desde comienzos del año 1940. Según Ian Kershaw, con el programa Aktion T-4 “el régimen había pasado a la actividad criminal directa”. Los asesinatos tuvieron lugar de setiembre de 1939 hasta el final de la guerra; entre 275.000 y 300.000 personas fueron asesinadas en hospitales psiquiátricos en Alemania, Austria, Polonia y el protectorado de Bohemia y Moravia.

[iii]Para quienes desean una aproximación local al tema de la eugenesia y su influencia en la sociedad es recomendable consultar a Rodríguez, Camilo (2020) La eugenesia en el Uruguay y su vínculo con el campo de la educación física (1900-1948). Tesis de Maestría en Enseñanza Universitaria. www.cse.udelar.edu.uy. Consultada en: https://www.colibri.udelar.edu.uy/jspui/bitstream/20.500.12008/31196/1/camilo-rodriguez.pdf

[iv]Muchas alemanas se convirtieron en miembros del partido nazi pero el régimen alentó y presionó oficialmente a las mujeres para que desempeñaran únicamente los papeles de madre y esposa. Las mujeres estaban excluidas de todos los puestos de responsabilidad, incluidas las esferas política y académica.

[v]Gerhard Wagner (1888-1939) fue nazi de la primera hora, fundador de la organización de médicos nazis; fue designado General de las SA y falleció de cáncer a los 50 años.

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