“Tres corazones”; entre secretos y complicidades

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La caprichosa relación entre casualidades y causalidades que suelen marcar a fuego los destinos de los seres humanos con toda la carga de pletóricas euforias y removedores desencantos que tal circunstancia conlleva, es la materia temática que aborda “Tres corazones”, el film del realizador francés Benoît Jacquot.

Partiendo de la premisa que el amor es el sentimiento sin dudas más pasional y si se quiere también irracional pero a la vez más complejo, el cineasta trabaja su proyecto cinematográfico como si se tratara de una tragedia shakespeareana.

Ese cine intimista, que constituye una suerte de patrimonio o seña de identidad de la producción francesa, tiene, en este caso y como es habitual, una superlativa dimensión dramática.

Por supuesto, el director y guionista descarta de plano toda tentación gastronómica, muy habitual en la producción de industria que, en aras de la taquilla, suele banalizar hasta los afectos.

Obviamente y más allá de su mera temática, esta película está también absolutamente disociada de todo eventual formato complaciente y de consumo masivo con valor de mercado, habitual en las telenovelas que suelen anegar la pantalla chica.

En efecto, el relato es simple y, la vez complejo, en tanto construye un triángulo amoroso cuyo núcleo de conflicto es nada menos que la relación familiar entre dos de sus protagonistas.

Desde el comienzo de la historia, la casualidad o causalidad marcan los ritmos y las inflexiones emocionales de quienes comparten una aventura existencial signada por el encuentro, el desencuentro, el reencuentro y la ruptura.

El personaje central de la trama es Marc (Benoit Poelvoorde), un gris funcionario estatal dedicado a fiscalizar impuestos, quien, en un viaje de trabajo, se encuentra casualmente con Sylvie (Charlotte Gainsbpurg, que es hija de los famosos artistas Serge Gainsbourg y Jane Birkin), con quien comparte un tiempo ocioso luego de perder un tren en un pueblo de provincia.

En ese contexto, la potencial pareja acuerda encontrarse en París, en una cita que no se consuma por la ausencia compulsiva del hombre, lo cual deviene en una separación que parece definitiva.
Por supuesto, este es el primer acto de una puesta que relaciona a dos personas solitarias, para quienes la búsqueda de la felicidad es casi una necesitad biológica.

TRES-CORAZONES-4Empero, como si se tratara de una tragedia griega digna de Sófocles o Eurípides, el destino les reservará contingencias realmente sorprendentes.

Esa caprichosa contigencia está marcada por la irrupción en la vida de Marc de Sophie (Chiara Mastroianni, hija de Catherine Deneuve y Marcello Mastroianni), quien configura un romance que parece sólido y con pronóstico de auspicioso desenlace.

No obstante, otra vez la inexorable dinámica de la causalidad generará renovadas tensiones, porque la nueva pareja es nada menos que la hermana de la desaparecida Sylvie.

Con estos tres personajes -dos femeninos y uno masculino- a los cuales se suma la progenitora de las mujeres, que es encarnada nada menos que por la otoñal pero estupenda Catherine Renueve, Benoît Jacquot construye un rompecabezas que complejiza las relaciones humanas.

En ese contexto, la historia está cruzada por un fuerte componente afectivo, cuya dimensión dramática excede a lo meramente convencional, acorde a una estética que contempla particularmente lo emocional.

El entrecruzamiento de amores encontrados y por supuesto desencontrados, es realmente el disparador de colisiones varias y situaciones de alta tensión dramática.

Ese permanente juego de secretos y fundadas sospechas a las cuales el espectador tiene un acceso realmente privilegiado como mero observador y potencial consumidor, deviene en previsibles conflictos.
Incluso, Jacquot impregna por momentos a su obra de un formato de thriller de naturaleza romántica, que decanta como una pieza teatral en la cual tres seres humanos luchan enconadamente por la consecución de una quimérica felicidad.

Contrariamente a lo que se podría presumir, este no es un mero triángulo amoroso, sino un ejercicio de lucha y resistencia que tiene como protagonistas a personas profundamente desencantadas, quienes aspiran legítimamente a imprimir un nuevo curso a sus respectivas existencias.

El film está habitualmente impregnado por los códigos del silencio de lo soterrado, pero también por la duda y la ambigüedad de actitudes y conductas.

“Tres corazones” –que posee un calificado reparto actoral en el cual se destacan Charlotte Gainsbourg y Catherine Deneuve- es una suerte de alegoría sobre la obsesiva búsqueda de la felicidad y la plenitud afectiva, signada por el destino y las causalidades.

Por Hugo Acevedo
Periodista y crítico literario

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