Arrancó agosto y todo indica que estará preñado de movilizaciones y paros, incluido uno de carácter general el próximo 6 de agosto.
Por el momento todas las señales van dirigidas hacia la enseñanza y la salud, pero no se descarta que una vez que se sepa cual es el contenido del presupuesto nacional nuevos sectores, particularmente vinculados al Estado, se incorporen a la protesta.
Si bien no hay grandes polémicas públicas entre el gobierno y el movimiento sindical, sabemos que existe preocupación en el mundo de la izquierda por la suerte de la protesta, ya se esté dentro de la esfera del Poder Ejecutivo o en el seno de los sindicatos.
Si bien desde el gobierno no salen señales claras contra el estado de movilización de los trabajadores, se sabe que en el Poder Ejecutivo hay preocupaciones, fundamentalmente por lo que puede pasar el día después del paro general y de los paros de la enseñanza.
En el entorno de Tabaré Vázquez se manejan varias hipótesis sobre el futuro inmediato, pero a la vez existe la más absoluta seguridad de que los anuncios presupuestarios no van a poder ser cambiados por la movilización de los trabajadores.
Si esto es así el movimiento sindical en su conjunto va a ir a un debilitamiento y a la vez a un alejamiento del gobierno progresista de los trabajadores organizados, quien no tendrá el apoyo necesario para controlar la inflación.
Este complejo panorama incomoda a gobernantes y trabajadores, al grado que todos coinciden en silencio que el paro general y los paros en los sectores de la enseñanza son un saludo a la bandera, sin la más mínima posibilidad de que haya en materia presupuestaria y salarial un cambio sustantivo.
A la vez, en los últimos días, los dos actores que confrontan han comenzado a utilizar un lenguaje que incomoda a las partes. Desde el gobierno se esgrime la posibilidad de que no haya vacaciones, como forma de recuperar horas de clase. Medida, por cierto, que todos sabemos que es inviable, desde el momento que los primeros interesados en las vacaciones son los padres. Por lo general las amenazas, aunque sean de bajo tenor, nunca son de buen agrado para los trabajadores sindicalizados.
A la vez hemos escuchado a dirigentes del PIT-CNT hablar en voz alta de las responsabilidades de “los señores miembros del Ejecutivo”, cuando muchos de esos “señores” fueron compañeros de lucha, compañeros de cárcel, compañeros de exilio, compañeros en la construcción de la central de trabajadores. Detrás del “señor” hay la mala intención de querer igualarlos con gobernantes de otras colectividades políticas que fueron expresión del neoliberalismo.
De alguna manera estamos ante una nueva experiencia de la izquierda uruguaya, quien está jugando en dos escenarios que comúnmente son contradictorios: el gobierno y el mundo sindical.
Todo indica que en agosto y setiembre las tensiones sociales y políticas serán importantes, donde la dirigencia de izquierda tendrá la responsabilidad de construir un estado político-social que permita avanzar. Es de esperar que se tenga presente que no habrá una profundización de los cambios hacia la izquierda, si de esta hora política los sectores progresistas – políticos y/o sociales- salen desgastados o lastimados.
Por Raúl Legnani
Maestro y Periodista
Urumex80@gmail.com
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