– El proceso de paz está en su fase final. Es casi seguro que habrá un acuerdo que incluirá dosis de verdad, justicia, reparación. ¿Qué espera en materia de reparación?
– Ante todo, darles a las víctimas la satisfacción que se merecen. Se puede dar de múltiples formas. El gobierno ya ha reparado a medio millón de víctimas. Para eso se aprobó la Ley de Víctimas y Sustitución de Tierras: para iniciar la reparación antes de terminar el conflicto. Lo que estamos definiendo en este momento en La Habana es cómo va a ser la reparación de ambas partes, porque las Farc también tendrán que reparar a las víctimas.
Entrevista de la Revista colombiana Semana, al presidente Juan Manuel Santos donde explica qué falta para llegar a un acuerdo con las FARC, el alcance de la caída del petróleo, la devaluación, y los desafíos para los próximos tres años.
– ¿Qué podemos esperar de las Farc? ¿Dinero, tierras?
– Eso es lo que se está discutiendo. Hay muchas formas de reparar. Ellos deben asumir la responsabilidad, decir la verdad, pedir perdón, como lo ha hecho el Estado. Habrá fórmulas colectivas y otras individuales, que deberán incluir dinero y tierras.
– En materia de tierras, ¿qué podemos esperar de las Farc?
– La política de tierras no depende de las Farc, es una política del gobierno. Es quitarles las tierras a quienes las consiguieron de manera ilegal –Farc, paramilitares, narcotraficantes- y dárselas a los campesinos que las están reclamando y a los que las necesitan.
– La fórmula incluirá verdad, justicia, reparación. ¿Eso significa que en la medida en que hay más verdad y reparación habrá menos penas para los guerrilleros?
– La justicia transicional lo que hace es buscar una combinación de esos tres derechos de las víctimas, y también el de no repetición. Hay víctimas para quienes lo que importa es la verdad: que les digan dónde está enterrado su hijo o hija, por qué mataron a sus padres, o por qué cometieron esa atrocidad. Muchísimas víctimas me han dicho: “A mí con tal de que me digan la verdad, quedo satisfecho”. Otras quieren reparación, otras que les pidan perdón, y otras, justicia. Por eso hay que buscar que los tres derechos se puedan satisfacer. Cuánto de cada uno, depende de cada situación.
– En ese contexto usted ha hablado de privación de la libertad. ¿Qué significa eso en términos muy concretos?
– Un juicio, una condena, y la condena conduce a una pena. Y esa pena, en alguna forma, debe ser privativa, restrictiva de la libertad. ¿Para quiénes? Para los máximos responsables. No para todo el mundo, porque eso sería físicamente imposible. Eso sería total impunidad.
– ¿Cómo sería la privación de la libertad: colonias agrícolas y no una cárcel?
– Puede ser. No serán barrotes y piyamas de rayas. Eso no creo que sea factible ni posible.
– Enrique Santiago, abogado de las Farc, dijo en Semana que la justicia transicional que se aplique a las Farc también tendría que aplicarse a quienes han cometido crímenes de Estado. ¿Eso tiene sentido?
– Sí, claro. Para cerrar este conflicto definitivamente, todos los que han cometido crímenes de guerra deben ser juzgados y acogerse a la justicia transicional. Así es como cerramos totalmente este conflicto. De otra forma, lo dejaríamos abierto.
– ¿Serían exactamente las mismas fórmulas para las Farc, agentes del Estado y facilitadores civiles?
– No. Podrían ser diferentes. Pero aplicables a todos los que cometieron delitos en este conflicto. Se trata de acabarlo.
– Usted ha dicho que no habrá constituyente pero ¿no será necesaria para poner en marcha algunos aspectos puntuales de lo que se acuerde en La Habana y que necesiten reforma constitucional?
– Se puede hacer por un acto legislativo que de pronto podría también crear una especie de ‘congresito’ que le dé desarrollo a algunas de las decisiones de los acuerdos.
– ¿Una comisión del Congreso, o un ente aparte?
– Puede ser una combinación de las dos, pero hasta ahora solo es una idea en abstracto y cualquier cosa que yo diga puede ser utilizada en mi contra porque estas decisiones deben ser acordadas y no pueden ser unilaterales. Tengo que ser prudente.
– ¿Con participación de las Farc?
– Puede ser.
– ¿El objetivo sería acelerar la ejecución de los acuerdos?
– Sí. Uno de los factores que más ha conspirado contra muchos procesos ha sido la demora para implementarlos. Mientras más pronto definamos la manera de implementar los acuerdos, será mejor para todo el mundo.
– A propósito de eso, los cuatro meses que usted ha fijado como plazo para evaluar cómo van el desescalamiento y el avance en la mesa, ¿son también un plazo para los diálogos?
– No. Son un periodo razonable para hacer una evaluación sobre cuánto hemos avanzado.
– La idea de hacer algún tipo de consulta o séptima papeleta en las elecciones, con relación al proceso de paz, ¿está descartada?
– No. Pero dependería de los avances.
– Avances hay. Y la voluntad política es evidente. ¿Cree que los detalles que faltan podrían dañar un acuerdo final?
– Tenemos la voluntad de llegar a acuerdos finales, y pronto, para implementarlos a la mayor brevedad. Pero falta lo más difícil: el trazado de la línea divisoria entre justicia y paz. Si acordamos eso, el otro tema que falta, el del fin del conflicto, se podría concretar más rápidamente. Y ahí, las negociaciones sobre cese al fuego bilateral definitivo y sobre desarme son fundamentales.
– ¿Se ha ido consolidando un consenso sobre el cese al fuego bilateral?
– Al cese bilateral tenemos que llegar. Inicialmente negamos esa posibilidad, antes del acuerdo final, porque constituía un estímulo perverso para prolongar las conversaciones indefinidamente. Pero si concretamos el acuerdo sobre la justicia, podríamos acordar el cese al fuego y de hostilidades bilateral y definitivo. Su aplicación lo que haría es salvar víctimas. Nos estamos acercando al fin del conflicto.
– Si la tregua unilateral de las Farc se prorroga por la suspensión de bombardeos y luego empata con el cese al fuego bilateral, ¿se podría deducir que la guerra de 50 años con las Farc se acabó?
– No podemos decir eso todavía, pero estamos cerca.
– ¿Qué podemos esperar para este diciembre?
– Una feliz Navidad.
– ¿Qué significa?
– Que estemos al otro lado de la montaña, tal vez no con todo definido, pero sí los dos puntos cruciales que faltan: justicia y finalización del conflicto.
– ¿Se reuniría usted con Timochenko en los próximos tres años, si en algún momento se necesita para terminar el proceso de paz?
– Por supuesto, si hay necesidad, lo haría.
– ¿Ha habido alguna reunión con él, de algún funcionario?
– Con autorización expresa mía, Humberto de la Calle se ha reunido con él en dos ocasiones y también mi hermano Enrique, en una ocasión.
– ¿Al fin se va a abrir una mesa paralela con el ELN?
– Tengo que guardar confidencialidad, como lo hice con las Farc en la fase exploratoria, y cuando tengamos alguna noticia, el país la conocerá. Lo que le puedo decir es que no ha sido fácil.
– Pasemos al tema económico. Con la caída en los precios del petróleo han bajado los ingresos fiscales. No alcanza la plata, y a nadie le cabe un impuesto más. ¿Cuál es la salida?
– Hemos hecho lo correcto y lo único que se puede hacer. Tomar las medidas en forma oportuna para acoplarnos a la nueva situación. Recortamos los presupuestos de gastos e inversión y aumentaremos ligeramente la deuda. El crecimiento va a ser menor, pero es alto en comparación al resto de la región. Y vamos a mantener la situación fiscal dentro de la regla fiscal que es lo que sostiene la confianza de los mercados internacionales en la economía.
– La magnitud de lo que usted ha hecho en recortes y estímulos, ¿no se está quedando corta?
– Los recortes son suficientes para cumplir la regla fiscal. Vamos también a aumentar un poco el déficit. Afortunadamente tenemos mucho margen de maniobra, mucho más que otros países.
– La idea del ministro Gaviria de imponer un impuesto a las bebidas azucaradas, ¿la está considerando?
– El hizo esa propuesta en función de buscar fórmulas para financiar la salud hacia el futuro. Y está utilizando ejemplos de otros países. Pero vamos a estudiar la reforma estructural que el país necesita con detenimiento cuando tengamos las recomendaciones de la misión de expertos que está trabajando y las de la Ocde.
– ¿Qué va a pasar con las otras misiones de estudio contratadas por el gobierno para los temas de café y sector agrario?
– Las recomendaciones de la Misión Cafetera están en estudio y cuando se nombre nuevo gerente las vamos a analizar. Muchas no fueron de consenso y otras son muy discutibles. Estamos acogiendo con interés las de la Misión Rural y vamos a recogerlas en un proyecto de ley.
– ¿Lo preocupa el dólar a 3.000 pesos? ¿Cuál sería el nivel que lo pondría tranquilo?
– Es difícil señalar un nivel. El país necesitaba este ajuste. Vino en buen momento porque estábamos comenzando a tener lo que he llamado un resfriado holandés. Estábamos dependiendo demasiado de la parte minero-energética. Aquí hay una oportunidad de oro para fortalecer el resto de la economía y tenemos un gran reto para aumentar las exportaciones y acoplar a la economía a las nuevas circunstancias. Tenemos más ganadores que perdedores y en el largo plazo la economía ganará con este ajuste. Llevábamos mucho tiempo con una moneda sobrevaluada que estaba minando la base productiva.
– Su gobierno acaba de lanzar una guerra contra la minería ilegal y usted hizo una analogía entre esa actividad y el narcotráfico. ¿No se le fue la mano?
– No. De hecho, está moviendo más plata que el narcotráfico. Se ha convertido en la principal fuente de financiación de los grupos ilegales. Y está causando estragos demoledores en materia ambiental. Antioquia, su aire, es la zona más contaminada por el mercurio en el mundo entero, según el Banco Mundial. Todo es producto de la minería ilegal. Vamos a presentar un proyecto de ley y a tener una política mucho más agresiva contra ese flagelo.
– ¿No hay una contradicción entre el escepticismo que usted ha mostrado sobre la guerra contra las drogas, y declararle una guerra similar a la minería ilegal?
– No, porque son dos negocios diferentes. El oro, apenas sale de los beneficiaderos, es legal y en cambio la cocaína es ilegal en toda la cadena. Son dos actividades que hay que atacar con la misma fortaleza, pero con políticas diferentes. El común denominador que tienen es que son controladas por el crimen organizado. Y tenemos que ser implacables con ambos.
– A propósito de las drogas, ¿hay resultados de sus propuestas para estudiar nuevas políticas a nivel mundial?
– Sí. El mundo está cada vez más interesado en la asamblea general especial de Naciones Unidas que se va a hacer el próximo año. Hemos recibido solicitudes para participar en diferentes foros por parte de muchos países. Cada vez hay más consenso sobre la necesidad de revisar la guerra que se lanzó contra las drogas hace 40 años en las mismas Naciones Unidas.
-Estados Unidos de emisiones de carbono. ¿Qué propuesta va a llevar Colombia a la cumbre mundial de fin de año en París?
– Vamos a reducir el 20 por ciento nuestra emisión de gases de efecto invernadero. Un compromiso audaz y ambicioso, pero creemos que lo podemos cumplir.
-Hay consenso?
– Habrá quienes lo critiquen, pero es una necesidad para Colombia porque nosotros somos un país muy vulnerable al cambio climático. Y además es una responsabilidad frente al mundo. Lo hemos estudiado muy bien. Y esa es la cifra que vamos a llevar a París.
– ¿Cómo ha visto a Obama, después de perder las elecciones de noviembre, con medidas tan audaces en medioambiente, apertura con Cuba y pacto con Irán?
– Maravilloso. Ya no tiene que pensar en las próximas elecciones. Mi caso es el mismo, podemos ser más audaces. Muchas veces hay que tomar decisiones impopulares pero que son las correctas. Eso hace la diferencia entre un estadista y uno que no lo es.
– Hay otra analogía. Obama ya no aspira al consenso con la oposición y usted, según un análisis de Semana, también se decidió por concluir el proceso de paz, independientemente de lo que piensa la oposición…
– Esa ha sido una constante en mi vida política. Acuérdese de las medidas económicas que tomé como ministro de Hacienda para corregir la economía. Hice todo lo que era impopular, pero que había que hacer. Yo no me habría metido en un proceso de paz si estuviera pensando en mi prestigio político. A mí me advirtieron que me estaba jugando mi capital, sobre todo con el esquema de negociación en medio del conflicto. Me ha costado mucho, pero es lo correcto.
– ¿Lo frustra que en las encuestas solo registre un 29 por ciento de aprobación?
– En la encuesta que publicó Semana tengo 29, en otras tengo 45. Pero mire: en la de Semana, mientras un 75 por ciento de la gente dice que el país va por mal camino, un 87 por ciento dice que las cosas en su vida personal están iguales o mejorando…es difícil explicar esa diferencia. La mayoría de la gente dice que el empleo va mal, y la última cifra que acaba de salir, es la mejor en la historia. Lo que quiero dejar en claro es que no gobierno para las encuestas.
– Le quedan tres años de gobierno y muchos creen que la agenda está agotada porque su administración solo está concentrada en el tema de la paz. ¿Cuáles son sus retos?
– El gobierno está concentrado en la visión de un país en paz, más equitativo y mejor educado. Le doy mucha importancia a la política social, porque mi prioridad ha sido acabar la inequidad. Ustedes también van a ver a este país en obra, en los próximos cuatro años, porque estamos haciendo una revolución en infraestructura. A veces no se conocen muchas de las otras cosas que hacemos, pero hemos avanzado mucho para mejorar la calidad de vida de todos los colombianos y en especial de los más vulnerables.
– La revista Semana comparó lo que pasó en Estados Unidos con Watergate, y en Colombia con las chuzadas en el gobierno de Uribe. Las penas allá, son mucho más bajas que aquí. ¿Eso demuestra que la justicia persigue al uribismo?
– No comparto esa malévola tesis de que aquí hay una persecución política. Eso no es cierto. La diferencia de las penas se debe a que los delitos son diferentes y a que las leyes son distintas. Cada país está aplicando sus propias leyes.
– Muchas cosas pueden pasar en estos tres años que le faltan. Usted, por ejemplo, podría ser abuelo. ¿Cómo se siente?
– Para mí fue una sorpresa que mi hija me anunciara que se va a casar. Me puse muy contento por ella, porque uno lo que siempre quiere es lo mejor para los hijos. Lo que no sé es qué planes tiene en materia de nietos…pero si soy abuelo mientras soy presidente, me pondría muy feliz.
– ¿Le gustaría que esa nieta o nieto lo recuerde como un traidor a su clase?
– No me importaría, pero preferiría que me recordara como un presidente que hizo todo lo que pudo para dejar un país en paz, más equitativo y mejor educa
Juan Manuel Santos
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