En Suecia existe una larga tradición de participar en guerras ”ajenas”, no por medio de una participación oficial (en las últimas décadas estas se han reducido a mantener tropas de ocupación en Afganistán y contribuir con aviones de la fuerza aérea al bombardeo de Libia), sino por medio de ”voluntarios”.
Durante la Guerra Civil Española, unos 600 suecos pelearon contra los fascistas. Poco después muchos suecos fueron a combatir en Finlandia contra la invasión de tropas soviéticas durante la llamada Guerra de Invierno. Y apenas terminada esa guerra, otros fueron a combatir junto a los nazis durante la Seguna Guerra Mundial.
Los antifascistas suecos que arriesgaron su vida en España eran casi todos izquierdistas y si bien fueron criticados y ninguneados en muchas instancias, al tiempo se les construyó un monumento público en su honor, en pleno Estocolmo (”La Mano”, del artista Liss Eriksson) y hasta ahora se los sigue homenajeando en actos públicos (por ejemplo, durante el primero de mayo celebrado en Gotemburgo hace un par de años).
También se ha homenajeado a los suecos que pelearon junto a Finlandia en la Guerra de Invierno, pero no a aquellos, a veces las mismas personas, que eligieron combatir con los nazis en la Segunda Guerra Mundial, también contra la Unión Soviética, dos años después. Todos ellos eran derechistas sí, pero ante todo antisoviéticos y anticomunistas, lo cual si bien era en Suecia tan ”normal” durante la guerra fría como ahora lo es ser antiruso, ni se los nombra elogiosamente ni se los homenajea en actos públicos y con monumentos.
Actualmente, la participación de voluntarios en conflictos armados en uCrania y el Medio Oriente ha complicado más el panorama. Se superponen el aspecto religioso (cristiano, musulmán, judío) con el criminal (decapitaciones de rehenes y prisioneros, compraventa de niñas, tráfico de armas y atentados terroristas) y político (el gobierno sueco, por ejemplo, es aliado de Kiev, pero sus cancilleres prefieren no contestarle a los periodistas cuando preguntan sobre los neonazis suecos en las tropas de Kiev, o más en general, sobre la influencia de los neonazis en el Maidán y el gobierno ucraniano post-Maidán, porque la versión oficial dice que eso es mera propaganda de Putin).
Los casos de Siria y Ucrania son complejos. A comienzo de agosto autoridades del sistema de salud pública informaron que ya atendieron a unos 300 suecos que regresaron a Suecia con heridas causadas en combate. La mayoría habría combatido en Siria. Algunos peleaban por el califato, otras con las fuerzas kurdas del PKK, en contra del califato y el resto habría combatido en Ucrania, en uno u otro bando. Parecería entonces que la mayoría de los voluntarios más contemporáneos combate en Siria del lado de los kurdos y en contra del califato.
En los noticieros entrevistaron a uno de estos, Jesper Söder, quien asegura que ni bien se recupere de las heridas causadas por las esquirlas de una mina, regresará al norte de Siria, donde sus camaradas kurdos mantienen a raya, a duras penas, a los combatientes del IS. La historia de Söder nos puede caer simpática, pero un periodista anota que en otros casos el servicio de salud sueco atendió a combatientes del IS, lo cual en Suecia generó cierto desconcierto.
Uno de los suecos que eligió irse a pelear con las fuerzas del gobierno de Ucrania, también apoyado oficialmente por el gobierno de Suecia, es Mikael Skillt, militante de organizaciones neonazis y racistas y conocido por haber hecho declaraciones antisemitas, provocado varias trifulcas de corte racista y por haber acuchillado a un militante feminista en Malmö, hiriéndole gravemente. El dossier de este último caso está definido como intento de asesinato y el comisario a cargo de la investigación, Kenneth Strand, sugiere que Skillt estaría aprovechándose de la guerra en el este de Ucrania para evadir la órden de captura que la Interpol recibió de la policía sueca. En entrevista con periodista de la BBC, Skillt afirmó que como francotirador le va muy bien y ya mató a varios ”prorusos”.
Una de las últimas pistas del comisario sueco es una entrada en el Facebook de Skillt, poco después del atentado al Charlie Hebdo, con una frase lacónica: «Je suis blanc». Luego lo entrevistó la BBC y entró más en detalle: «Yo peleo por la sobreviviencia de la raza blanca» dijo, lo cual reafirma su afiliación racista, pero no aclara porqué odia a los judíos, ataca militantes feministas en Suecia y mata rebeldes blancos en Ucrania.
Skillt abrió un sitio en Facebook para apoyar a los voluntarios suecos en Ucrania (pero obviamente, solo a los que luchan del lado de Kiev) que ya cuenta con más de mil amiguitos. Una de las fotos que colgaron allí mostraría el entierro del primer caído sueco en Ucrania. Es decir, el primer caído de este siglo, porque a lo largo del tiempo, los suecos muertos en combate en Ucrania se cuentan por miles. El ataúd es acompañado por banderas ucranianas y suecas, que tienen los mismos colores desde tiempos antiguos. La foto del entierro muestra el símbolo del batallón Azov (el ”wolfsangel” estampado en negro sobre la bandera más cercana al ataúd), que junto a otros símbolos usados por los nazis en Ucrania hace más de setenta años, nos recuerda a los voluntarios suecos que lucharon en esas tierras con la Wiking, una división combinada del ejército alemán y las SS que agrupaba a los voluntarios escandinavos durante la Segunda Guerra Mundial.
A través del blog, los camaradas del muerto saludan como se podía esperar: «Nos vemos en Valhalla!»
Siguiendo la tradición mitológica y literaria escandinava, ahora solo faltaría que si un francotirador de la República de Donetsk le metiese un plomo en el cuerpo a Skillt, una valquiria lo llevase al hospital de Malmö a recuperarse de la herida.
Pero allí lo estará esperando el colega de Wallander.
Por Rafael Cantera
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