En 1999 Hugh Grant y Julia Roberts vivieron uno de los romances más famosos de la historia del cine en este barrio del oeste de Londres. Con ellos llegaron miles de miradas curiosas que se asoman en busca de la puerta azul de la casa donde ambos actores se besan por primera vez.
En Notting Hill encontramos también la que fue casa de George Orwell y uno de los mercados más concurridos de la capital inglesa. A finales del mes de agosto, además, acoge el carnaval jamaicano, un evento lleno de color, música y vida, combinada con montañas de basura y alcohol callejero.
Sin embargo, lo que convierte a Notting Hill en un lugar tan especial son sus coloridas casas victorianas, un arcoiris inmobiliario habitado por unos pocos afortunados capaces de hacer frente al alto costo de la vivienda. Pero hay una casa que es aún más especial que las demás, y no precisamente por el color de su fachada.
En la calle Kensington Park Road vive Marianna Moore, una parisina afincada en Inglaterra desde hace 30 años que, abrumada con la cantidad de fruta que conseguía de su propio huerto, decidió empezar a hacer mermeladas que compartiría con sus vecinos y con cualquiera que pasase por la puerta de su casa provisto de £3,50.
Aprovechando que hoy en Londres decidió salir el sol, Marianna me recibe en los escalones de la entrada de su casa donde, sentadas sobre unas mantas, me cuenta que hace aproximadamente dos años, su marido no quería más azúcares con los que engordar ni ella quería tirar la comida que preparaba. Así que decidió fiarse de sus vecinos al dejar en una silla en la puerta de su casa, al alcance de todos, unos frascos de mermelada casera acompañados del siguiente cartel: “Mermeladas caseras £3,50 – o precio marcado – Por favor dejen el dinero en el buzón y si pueden, traigan los frascos de vuelta. Gracias”.
Artista, pintora y diseñadora de profesión, Marianna cultiva su propia fruta en un huerto que alquila por £50 al año, una cifra insignificante en un barrio donde el metro cuadrado ronda las 1.500 libras esterlinas. En sus ratos libres preparada laboriosamente estas mermeladas que tienen encantados a sus vecinos, entre ellos Kris, un joven músico que se declara fiel consumidor desde que se mudara al barrio, unas pocas semanas atrás.
Francia parece quedar lejos ya de este ajetreado Londres por lo que Marianna incluye sabores de su querido París, aunque según dice “la gente sigue llevando los sabores que conoce: Frambuesa, durazno, frutilla, pocos se animan a probar cosas distintas”. Pocos son también los que se llevan mermeladas sin pagarlas, pero los hay “Sobre todo los domingos a la tarde que se junta mucha gente, es terrible, cuando vengo a guardar los frascos, veo que faltan muchos que nadie había pagado.
Pero por lo general, la gente lo respeta y la gran mayoría paga, incluso muchos me devuelven los frascos, me dejan notas, pequeños regalos y un señora me trae habitualmente uvas frescas”. Precisamente a esa señora le dedica una nota en una maceta de la puerta de su casa “A la señora que me trae las uvas, muchas gracias” y le deja su teléfono para poder contactarse en un futuro.
Y así el ajetreado e impersonal Londres parece, incluso, quedar lejos para llevarnos a un portal que tiene por bandera generosidad y confianza. Un portal donde, una vez más, quienes vuelven especial un lugar son sus gentes.
Por Natalia Irina Crea
Fuente: algodeaquialliyunpocomasalla blogspot com
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