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Ricardo Prieto: me gustaría que
el uruguayo del siglo XXI fuera
menos pragmático y egocéntrico
por Julia Galemire
Hace pocos días falleció el escritor y dramaturgo
Ricardo Prieto (65 años). Prieto padecía de cáncer
desde hacía un tiempo. Considerado uno de los más
importantes dramaturgos uruguayos, Prieto también
había escrito narrativa y poesía entre sus obras más
conocidas estaba "El Huésped Vacío" o "Desmesura de
los zoológicos". Nuestra colaboradora, la escritora
y poetisa Julia Galemire le realizó tiempo atrás una
entrevista para La ONDA digital.
En homenaje al destacado intelectual reproducimos
a continuación ese diálogo con Prieto.
- ¿Cuál es la contribución de
la literatura a la vida moderna?
- Es casi nula. La tecnología
y el hedonismo desplazan y ahogan el espacio de
reflexión que la literatura propicia. La gente sólo
quiere consumir, y el sistema la impele a consumir
lo que es liviano y perecedero y está reñido con la
búsqueda de la trascendencia, palabra esta que alude
a contenidos que se ridiculizan o se temen. La
voluntad de indagar está paralizada. Sólo se buscan
el goce y la evasión. Asistimos a la agonía de la
literatura todos los días en el anochecer, cuando
millones de televisores se encienden en las casas
del planeta y se establece el contacto entre los
receptores y el discurso epidérmico y digerido que
absorben. Y es una pena que esto ocurra, porque la
literatura es una de las puertas que se abre sobre
el inmenso mundo invisible que nos rodea y sobre el
no menos inmenso mundo interior que alberga mucho
más que nuestra compleja vida síquica. Además, y
esto es bastante lamentable, en la era de las
comunicaciones estamos más incomunicados que nunca,
y ríos de conceptos prefabricados nos aplastan, nos
acosan e intentan convertirnos en seres humanos
pueriles, superficiales y doblegados ante el
pensamiento mecanizado. ¿Qué misión podría cumplir
la literatura en un mundo tan desquiciado como este?
- ¿Qué valores debería tener la
literatura actual para un mejor entendimiento con el
lector y para promover una mayor lectura?
Lo peor que podría hacer la
literatura actual es propender al "entendimiento con
el lector". Las obras literarias surgen por
necesidad, porque un escritor quiere intercambiarse
con una actividad y con un objeto, que es el libro.
Si escribimos para que nos lea más gente, la
necesidad inicial, que puede ser demasiado oscura y
abstrusa para el público y la crítica actuales pero
de contenidos reveladores para el público y la
crítica futuros, se pondrá al servicio de intereses
espurios y perderá su pureza inicial. Pensar en más
masas de lectores implica ideo logizar el discurso o
mimetizarlo con las apetencias de un público que
tiene, en general, intereses poco sustanciales. Es
lo mismo que escribir obras con mensaje. Y ya se
sabe lo que estas obras significan; son, como decía
Marcel Proust, "regalos a los que se les deja el
precio". Creo que la obra literaria, cuando es
valiosa, es un regalo desinteresado que nos hace su
autor. Ni Rimbaud ni Emily Dickinson ni Kafka
pensaron en el éxito masivo.
Poca gente ha tenido tanta
autenticidad como ellos en el momento de empezar a
escribir, y muy poca ha creado una obra tan
extraordinaria y perdurable. En el mundo
contemporáneo, tan regulado por la búsqueda del
éxito momentáneo, infinidad de poetas que carecen de
talento narrativo escriben cuentos o novelas porque
la poesía no es lucrativa ni ofrece muchas
vidrieras. Se pasan a la narrativa porque piensan
que sus mecanismos de proyección son más vastos. Lo
mismo ocurre con muchos narradores que emigran a
géneros más visibles. Yo escribí para el teatro
durante treinta y cinco años y viví en medio de la
parafernalia de reportajes y publicidad que eso
implica, en una especie de fatigante primera plana,
pero en los últimos tiempos marcho por otros caminos
y me siento muy a gusto. Recién ahora estoy
aprendiendo a escribir. Actualmente sólo edito
poesía y cuentos, o novelas que no surgen de recetas
ni buscan el éxito masivo. Sólo aspiro a un público
inteligente, sensible, reflexivo y necesariamente
reducido. Alcanza con eso. No olvide que los modos
de expresión han sufrido una enorme inflación.
Refiriéndose a estos, dice George Steiner, que "su
precisión discriminatoria, su contenido claro y
verificable han sido erosionados para que el público
los encuentre agradables". Creo que hay que
sustraerse urgentemente de esa búsqueda patológica
del éxito que corroe a la literatura.
- ¿Qué papel debería desempeñar
la literatura en la educación primaria y secundaria?
- Un papel muy importante.
Mejor dicho, un papel central. La literatura, como
dice Ítalo Calvino, "es un espejo que refleja el
mundo en imágenes dobles y ambiguas". Si nos obligan
a enfrentarnos desde niños a la densa complejidad de
esas imágenes, seremos hombres más plenos, más
graves, más profundos, más sabios, y, sobre todo,
más justos y solidarios. Nos convertiremos en los
seres humanos que el planeta necesita para dejar de
ser un estercolero.
- Entrando en el tema de la
literatura uruguaya ¿existe una sensibilidad
particular en nuestros escritores?
- No existe, por suerte. De lo
contrario tendríamos una literatura homogénea,
uniforme y aburrida. En nuestro país, como en
cualquier lugar del mundo, cada escritor es un caso
único.
- ¿Cuáles son las virtudes que
pueden destacarse en la literatura uruguaya del
siglo XX?
- Creo que estamos demasiado
cerca del siglo XX para poder emitir un juicio de
valor riguroso y aceptable. Dentro de sesenta o
setenta años, cuando los escritores actuales y sus
receptores contemporáneos estén muertos, se sabrá
qué era qué, quién era quién y qué obras perduraron.
Yo creo, por ejemplo, que Morosoli es el narrador
uruguayo más importante, una especie de Chéjov
latinoamericano, pero esta es una simple opinión,
tan relativa como podría ser la opinión de un
crítico que opina lo contrario, o la de usted, que
es una escritora y tendrá la suya. Como en el campo
filosófico, en el plano de la percepción de los
valores literarios unas verdades se oponen
transitoriamente a otras. Pero también como en ese
campo, en que sólo algunas doctrinas y cosmovisiones
logran perdurar, más tarde o más temprano comparece
el juicio definitivo sobre una época literaria o una
obra.
Ese juicio, como usted debe
saber, nunca será el de una sola persona, ni
siquiera el de una sola generación. Se necesita por
lo menos la evaluación de siete u ocho generaciones
para determinar con precisión qué valor tiene un
texto y qué significación posee un período. No
olvide, además, que vivimos en un medio con
lamentables características provincianas, donde el
amiguismo, la subjetividad y las rencillas aldeanas
empañan casi siempre la lucidez de los juicios.
Conviene mantenerse ajeno a las diatribas y a los
elogios y , dentro de lo posible, emitir juicios en
los medios de difusión con muchísima cautela. En
realidad, para no cometer papelones históricos, lo
más sano es no emitirlos.
- ¿Qué papel han jugado los
críticos en el desarrollo de la literatura en el
siglo pasado y qué será de la crítica en el futuro?
- La crítica debería
representar el mismo papel que la literatura porque
está indisolublemente unida a ella. Además, un
crítico es también escritor, y tiene o no tiene
talento, tiene o no tiene inteligencia, tiene o no
tiene inspiración. Es decir que el papel que juegan
los críticos puede ser admirable cuando están a la
altura de las obras que juzgan. De lo contrario no
juegan ningún papel y son absolutamente
prescindibles. ¿Quién se acuerda hoy de los señores
que cuestionaban a Balzac o a Stendhal mientras
alababan desmesuradamente a escritores que han sido
olvidados? Yo no he estudiado nunca las implicancias
de la labor crítica en el desarrollo de la
literatura del siglo pasado. Sólo he analizado el
paupérrimo discurso crítico referido al teatro
uruguayo en la década de los setenta y estoy
escribiendo un ensayo que intenta desmenuzarlo.
En él usted podrá hallar varias
perlas: desde el áspero cuestionamiento de algún
crítico menor a la obra de Pirandello hasta las
injustificadas loas a la obra de Brecht, desde la
apología desmesurada y arbitraria de obras
nacionales absolutamente perecederas hasta el
encumbramiento del panfleto político. Pero, en
general, el tema no me atrae. Es más: me parece
superfluo. Y confirmo esta presunción cuando leo las
barbaridades que han escrito los críticos
norteamericanos sobre autores geniales como Carson
Mc Cullers o Tenneessee Williams, a mi juicio la
mejor narradora y el mejor dramaturgo anglosajones
del siglo XX, nada menos. O cuando registro el
macaneo y el barullo que han armado muchos críticos
latinoamericanos o europeos en torno de los fuegos
fatuos de una novela como Cien años de soledad, de
García Márquez, y el manto de silencio que han
extendido sobre Bomarzo, de Mujica Laínez, que, a mi
criterio, es una obra magistral. Pero no hay que
darle demasiada importancia al tema. Son muchos los
escritores y los críticos llamados y muy pocos los
elegidos. Cuando tenga tiempo analice con atención
las críticas del semanario MARCHA sobre dramaturgos,
narradores o poetas de las décadas de los sesenta y
los setenta, o las del diario EL PAÍS sobre
dramaturgos de esa misma época, lea después las
obras reseñadas y comprobará cuánta inconsistencia y
amiguismo destilaban aquellos comentarios, y cómo,
salvo excepciones, hoy nos parecen baladíes, poco
rigurosos y prescindibles. El crítico enjuicia la
obra, sin duda, pero nunca hay que olvidar que la
obras también enjuician al crítico.
- ¿Cómo será la literatura del
siglo XXI en nuestro país? ¿Habrá un movimiento o
movimientos que permitan la renovación de esa
literatura?
- Si pudiera responder a esa
pregunta no me ganaría la vida como agente
inmobiliario ni estrenando obras de teatro. No
soy vidente, aunque quisiera, pues tirando las
cartas se gana dinero suficiente como para vivir
modestamente dedicándose a la literatura. Sólo puedo
decirle que me gustaría que el uruguayo del siglo
XXI fuera menos pragmático y egocéntrico, menos
mezquino y analítico, menos individualista y
envidioso. También me gustaría que aprendiera a
relacionarse mejor con la adversidad y con el dolor
y que desarrollara más apetencias metafísicas. Esos
cambios se reflejarían en la literatura.
- ¿Habrá un cambio en las
estrategias comerciales de nuestros editores y
libreros? ¿Los escritores tendrán más difusión y
promoción?
- No lo sé. Y, en realidad,
confieso que no me importa demasiado.
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