Reconfiguraciones de la geopolítica en el hemisferio- Dos son los grandes cambios geopolíticos que se avecinan en el hemisferio en los años venideros, la construcción del Canal de Nicaragua y la Zona Económica Especial de Mariel en Cuba. Ambos, de concretarse, tendrán un profundo impacto en el comercio, en los flujos de bienes, servicios y personas, así como en los propios centros de poder. En el caso primero, es China la que ha tomado la delantera; en el segundo, por ahora Brasil, pero la apertura de relaciones entre Cuba y Estados Unidos bien podría modificar la actual situación. Estas dos iniciativas permiten sostener que el planteamiento externo de cada uno de los países latinoamericanos difícilmente pueda obviar la reconfiguración geopolítica hemisférica que se avizora. Sin duda que se trata de dos temas para la reflexión, el debate y las propuestas y dado nada tienen en común, salvo el enorme impacto que generarán, conviene abordarlas de manera diferenciada.
Mariel es una pequeña localidad ribereña de Cuba, que cautivó al novelista E. Hemingway entre los 40 y 50 y que se hizo conocida en 1980 cuando por ese punto cerca de 150 mil cubanos abandonaron la isla en frágiles embarcaciones en uno de los mayores éxodos que haya conocido aquel país, pero que permaneció absolutamente desconocida para el público general. Sólo dispersas notas de la prensa económica comenzaron, a partir de 2008, a dar cuenta del interés cubano en crear allí una Zona Económica Especial hacia el futuro, sin que trascendieran detalles. Fue la brasileña Odebrecht –una empresa privada con excelentes vínculos con el gobierno de Lula- la que realizó con sigilo los primeros estudios acerca de las posibilidades económicas que ofrecía aquel remoto lugar ubicado a unos 50 kms al oeste de La Habana. Rápidamente la empresa captó el potencial que ofrecían sus aguas excepcionalmente profundas (así como las necesidades de los anfitriones) comprometiéndose a grandes inversiones. Al año siguiente, los presidentes Lula y Raúl Castro firmaron un Memorándum de Entendimiento. Sin estridencias, Odebrecht comenzó a construir un puerto de grandes dimensiones, inaugurado hace un año con presencia de Dilma Rousseff. El gobierno de Raúl Castro, de forma paulatina, delimitó una zona especial (con superficie de casi 500 kms cuadrados) dotándolo de bajos, cuando no nulos, impuestos y vastas facilidades aduaneras. Odebrecht y La Habana alentaron, también con sigilo, la instalación de empresas industriales y servicios, otorgándose prioridad a firmas brasileñas, españolas, italianas, rusas y chinas. El megapuerto tiene prácticamente listo un muelle de 2500 metros y otro de mil. Ambos estarán en condiciones, a partir de los próximos meses, de recibir a los supercontenedores (aquellos que transportan sobre 12 mil containers y que atravesarán el Canal de Panamá ensanchado). A modo de comparación, Mariel estará en pocos meses más en condiciones de operar 825 mil containers por año, lo que triplica la capacidad total de Cuba al día de hoy. Luego, la ampliación de la infraestructura, que empezará a fin de año y estará lista en 2018, dejará a este megapuerto con una capacidad para operar sobre el millón de containers, lo que lo convertirá en uno de los más grandes del Caribe. El operador portuario será la empresa singaporense PSA, con lata experiencia en el rubro. O sea, Mariel devendrá en uno de los grandes hubs marítimos para el comercio al interior de las Américas y muy probablemente hacia Europa. Y por su posición geográfica, adquirirá una posición predominante en todo el golfo de México.
Interpretar adecuadamente lo que ocurre en torno a Mariel puede ser prematuro para algunos, pero difícilmente alguien osaría señalar que no forma parte de la Cuba post revolucionaria, tal cual lo es el próximo restablecimiento de relaciones diplomáticas con EEUU. Como el apretón de manos entre ambos jefes de Estado será el gran hecho político y comunicacional de la Cumbre Hemisférica de abril, puede afirmarse que ahí quedará sellado el inicio de una nueva era en plano hemisférico, donde las cuestiones bélicas desaparecerán de las relaciones entre los dos países y los ejes divisorios de antaño se tornarán anacrónicos. El hecho que sea también en abril cuando Mariel comience a ofertar sus nuevos servicios en gran escala, permite sostener que se trata de dos procesos con complejidades, pero que marchan con cierto paralelismo y con un importante nivel de imbricación. Y es que mientras Mariel realiza sus últimos ajustes, Cuba deberá empezar a ajustar su legislación, echar a andar reformas e iniciar una apertura, que si bien ya está decidida en términos políticos, sus modalidades no se conocen aún. EEUU, por su lado, deberá ir desmantelando ese conjunto de leyes íconos de la Guerra Fría (Helms Burton, la enmienda Mack, la ley Torricelli y otras).
Vemos entonces que, inevitablemente, la geografía empezará a cobrar revancha de la ideología –en el decir de Kaplan- ya que la ubicación y características de Mariel terminarán por re-localizar a Cuba en el imaginario hemisférico. Y si seguimos el axioma de Tucídides, en el sentido de que el motor externo de los estados es esa trilogía compuesta por miedo, interés y honor, no deberíamos dejar de lado que las envidias hacia Brasil y especialmente hacia Odebrecht, por haber hecho una apuesta ganadora, se multiplicarán (añádase que Odebrecht tiene los derechos para construir todas las instalaciones conexas, obras portuarias secundarias, caminos, líneas férreas y puertos menores de apoyo).
En síntesis, lo de Mariel cabe interpretarlo tanto en su propia dimensión como en el contexto del histórico acercamiento que simbólicamente partirá en abril. Mariel adquirirá un significado enorme, económico y geopolítico, del que países como EEUU no podrán (ni querrán) permanecer ajenos. El impacto de lo que ya ha empezado a ocurrir es tan vasto, que el reloj para los demás actores ya comenzó a correr.
Por Dr. Ivan Witker
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