La radical ruptura de una pareja joven contaminada por obcecadas relaciones de dependencia económica y por el descaecimiento de los sentimientos, es la propuesta de “Después de nosotros”, el agudo e incisivo film del realizador belga Joachim Lafosse, que indaga en la intimidad de vínculos devastados por el desamor.
Esta película confirma la impronta artística de un director sin dudas inteligente y personal, cuya predilección por la creación de dramas incómodos y atmósferas densas ha contribuido a forjar una carrera que goza de un amplio reconocimiento de público y crítica.
No en vano Lafosse es el autor de recordados títulos como “Propiedad privada” (2006), “Eleve livre” (2008), “Perder la razón” (2012) y “Los caballeros blancos” (2015).
En esta oportunidad, la escenografía del conflicto es el ámbito hogareño, donde se dirimen las ásperas diferencias entre los dos integrantes de un matrimonio joven.
Los protagonistas de esta historia son María (Bérénice Bejo) y Boris (Cédric Kahn), quienes han sobrellevado una compleja convivencia durante quince años.
Obviamente, las verdaderas víctimas de ese auténtico estado de guerra doméstica son dos pequeñas mellizas, quienes, pese a su obvia inmadurez, parecen comprender bastante bien qué está sucediendo.
En efecto, aunque la separación de cuerpos está consumada pero no ha sido legalmente consagrada, los integrantes del matrimonio siguen viviendo bajo el mismo techo, porque el hombre no tiene posibilidades económicas de independizarse.
Lo cierto es que, mientras la propiedad de la confortable vivienda es de la mujer –que la heredó de sus padres- el malogrado esposo ha contribuido con trabajos de refacción que han mejorado sustantivamente las condiciones de habitabilidad.
Empero, esa incómoda situación genera más de una colisión, ya que la mujer marca permanentemente el territorio, tanto en materia espacial como afectiva.
En ese contexto, no es extraño que no le permita a su esposo sentarse a la mesa junto a sus hijas alegando que la comida es insuficiente y hasta lo condene a recluirse en una habitación y a no interactuar con las niñas, afirmando que debe aguardar su “día de visita”.
Aunque en ningún momento se explicitan los motivos de la ruptura ni de la ríspida relación entre ambos, la aguda tensión recuerda a “La guerra de los Rose” (1889), de Danny DeVito, una de las comedias dramáticas más famosas de todos los tiempos.
La densidad del clima ambiental se percibe en las permanentes y hasta violentas discusiones, pero también en los prolongados silencios y en la radical distancia física.
En ese marco, abundan los reproches por promesas no cumplidas, eventuales omisiones o asignaturas pendientes, que contaminan el hogar y lo transforman en una suerte de infierno.
No obstante, una de las claves de ese dramático desencuentro son los intereses económicos. No en vano el título original del film en francés es “L’économie du couple”, cuya traducción es “La economía de la pareja”.
En efecto, el agudo disenso reproduce las diferencias de clase, entre una mujer de extracción burguesa y un hombre que se sostiene mediante préstamos, al punto de ser permanentemente acosado y hasta agredido por los mafiosos que le otorgan los créditos ilegales.
Paradójicamente, el apoyo de su suegra le permite a Boris conservar su espacio en la casa y hasta reclamar derechos que su distante esposa no parece dispuesta a otorgarle.
En dos secuencias realmente cruciales, Lafosse –director y también coguionista- logra retratar la sideral distancia entre los dos integrantes de la frustrada pareja.
En efecto, es muy explícito el desprecio que se verifica durante una reunión con amigos y más aun el nivel de enfrentamiento que caracteriza a un tenso diálogo en el cual se intenta dirimir los intereses económicos de los dos protagonistas.
Si bien a priori el guión parece demonizar a la mujer por sus permanentes reflexiones clasistas, no menos incisivo es con el hombre, que es presentado como una suerte de parásito que vive a expensas de una indeseable situación de hecho.
Este cuadro fáctico denuncia las graves disfuncionalidades de las sociedades desarrolladas, donde abundan los mismos conflictos familiares y sociales que en las naciones periféricas.
Queda claro que -aunque en este caso lo que realmente ha naufragado es el amor- esa contingencia hace aflorar en el ámbito familiar disensos y diferencias de origen, que son consustanciales al modelo de convivencia liberal burgués.
En tal sentido, el testimonio más revelador es el comentario que una niña le formula a la otra, cuando afirma elocuentemente que “mamá tiene más dinero que papá”.
Por supuesto, esa suerte de debacle sentimental también está cruzada por influencias temporales, que aluden, por ejemplo, a la decadencia contemporánea del matrimonio como institución en la sociedad del siglo XXI y al horadado statu quo de la pareja.
“Después de nosotros” es un drama de alta tensión y superlativa densidad signado por la amargura, en el cual dos personas que han dejado de amarse exponen –sin ambages ni cortapisas- todas sus miserias humanas.
Por Hugo Acevedo
Periodista y crítico literario
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