En el Boulevard del plástico, vidrieras y neón

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Salvaje ya no es un caballo de galope
no le da riendas sueltas a sus revoluciones
no desafía los peligros entre las malezas.

Cansado entre relieves, pendientes y
caminos angostos se detuvo en un lago,
al ver su rostro reflejado vio mutar
su cara a la de un mono como
un centauro con cuerpo de caballo.

Del susto ¡dijo amén! y monito se autoproclamó.

Monito enceguecido va
descifrando a dónde va…

En su camino resiste y resiste
a todas las piruetas que le exigen…

En su botiquín hay un vuelto y
un remedio para su ilusión…

¡Monito está solo en la jaula gritando!
¿Qué pasa?, ¿no lo ven?, ¿no lo escuchan?.

Uno a uno muchos de sus pares fueron desapareciendo por
intentar disparar con sus dedos directo al ojo del León.

Así pasa el tiempo…
sigue solo con su coreografía…
¡ahora sin protestar y comprende al domador!

Sonríe porque es el empleado del mes y
se lo cree, baila y se conforma…
ya no pelea más…

De vuelta a su casa de alquiler muy caro para su esencia
desciende de su aire acondicionado confortado
por ser un nuevo conservador.

Sin darse cuenta y sin autocrítica,
fue perdiendo las pestañas,
fue perdiendo los oídos,
fue perdiendo los gestos,
fue perdiendo los abrazos,
ya con su piel sintética y un latido hueco en su interior
sin articulaciones abrió la puerta de sus hogar con estufa digital.

Del atajo ¡dijo amén! y en maniquí se autoproclamó.

Como un insomnio frente al televisor quedó comiendo pop
unas palmitas aplaudían sobre su cabeza.
Las estrellas, las franjas blancas y rojas reflejaban
en sus rasgos abstractos la inculturación.

En cada zapping ¡dice amén! y en cada amén se
cree un ganador, un Capitán Planeta.

Dejó de comer pop cuando vio que su
silueta no era igual a las del televisor
pero nada cambió porque su corazón
con sponsor lo amortiguó y reconfortó
así se tranquilizó y pudo seguir siendo el nuevo él.

Del conformismo ¡dijo amén!, y en pez borrón se autoproclamó.

Ahora sus revoluciones duermen en un frasco de formol,
en algún cofre fort o tal vez en algún Miami Box…

 

Por Andrés Legnani

 

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