La voluntad fenecida del escritor

Editorial The Guardian

 / Joan Didion entró en la polémica tras la publicación del manuscrito final inacabado de Ernest Hemingway en un ensayo titulado » Últimas Palabras» en 1998: «Crees que algo está en condiciones de ser publicado o no, y Hemingway no lo creía», escribió. Crees que la obra inédita de un escritor es válida tras su muerte o no, y Didion, al parecer, no lo creía.

El debate sobre la ética de las publicaciones póstumas se ha reavivado, esta vez con Didion como protagonista. Tras el fallecimiento de la escritora en 2021, se encontraron unas 150 páginas en un archivo junto a su escritorio. Se trataba de relatos minuciosos de sesiones con su psiquiatra, entre 1999 y 2003, centradas principalmente en su hija adoptiva Quintana, quien se encontraba sumida en una espiral de alcoholismo. Dirigido a su marido, el guionista John Gregory Dunne , este diario se ha publicado bajo el título de Notas para John . «No se impuso ninguna restricción de acceso», nos informa una breve introducción anónima, presumiblemente obra de su legado literario.

La historia de las obras póstumas es larga y controvertida, desde la Eneida de Virgilio hasta la publicación de Hasta agosto de Gabriel García Márquez el año pasado. Los hijos de Márquez justificaron su «traición» al publicar esta novela abandonada, en contra de la voluntad del premio Nobel, como un servicio a sus lectores. En 2009, el hijo de Vladimir Nabokov publicó la última obra incompleta de su padre, El original de Laura , 30 años después de su muerte, a pesar de sus instrucciones de que la novela fuera destruida.

El manuscrito «perdido» de Harper Lee , Ve y pon un centinela (descubierto en una caja de seguridad), causó sensación cuando se publicó en 2015. Lee tenía 89 años y su salud era muy delicada. Se convirtió en la novela más vendida en la historia de HarperCollins. Pero el veredicto crítico sobre todos estos recientes «redescubrimientos» fue que los autores tenían buenas razones para no querer publicarlos.

Sin embargo, no siempre se trata de publicar y que se vaya al diablo. El caso más famoso es que no tendríamos El proceso de Kafka si su albacea, Max Brod, no hubiera ignorado su exigencia de que se quemara. «No me gasten la broma de Max Brod-Kafka», advirtió Michel Foucault a sus amigos.

Henry James convirtió su archivo en una gigantesca hoguera. Thomas Hardy hizo lo mismo. Los diarios de Philip Larkin, más prosaicamente, fueron enviados a una trituradora y luego a la sala de calderas de la Universidad de Hull. «Lo que él deseaba que se recordara, se recordaría», escribió Larkin sobre Hardy. «Lo que él deseaba que se olvidara, se olvidaría».

¿Cuánto de Notas para John se suponía que debía olvidarse? Didion escribió dos memorias: El año del pensamiento mágico , tras la repentina muerte de Dunne en 2003, y, posteriormente, Noches azules , sobre su relación con Quintana, quien falleció en 2005 a los 39 años. En ambas, la adicción de su hija se elude con elegancia.

Didion fue la celebridad literaria estadounidense . A los 80 años, famosa por sus gafas de sol, la autora se convirtió en el rostro de la lujosa casa de moda Céline. Hoy, su imagen está impresa en bolsos para hipsters amantes de la lectura. Notas para John es una ofrenda más al culto a Joan. ¿Qué podría ser más irresistible que sus notas de terapia?

Parece improbable que Didion, la más reticente de las personas y la más exigente de las escritoras, hubiera acogido con agrado la publicación de estos diarios íntimos e inéditos. Pero es improbable que ignorara la inevitabilidad de su publicación. En Notas para John, vemos a Didion con el rostro desenfadado. Vemos su dolor. Pero aun así, sigue siendo un enigma.

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