En las última semana surge una interrogante, las llamadas operación especial anunciadas por las autoridades Ucranianas; ¿están vinculados con las visitas a Kiev de altos cargos estadounidenses, como Joe Brennan y Joe Biden?
Afirmar que Estados Unidos y la Unión Europea (UE) han orquestado los últimos acontecimientos de Ucrania, que las potencias occidentales han sido los verdaderos artífices de las revoluciones de colores de Kiev, que han propiciado la caída del presidente Yanukóvich y su sustitución por el equipo del autoproclamado Gobierno de Ucrania, son palabras que, sin duda, provocan malestar. Y más aún, si las acusaciones proceden del jefe de la diplomacia rusa, Serguei Lavrov, el hombre que se comprometió, en nombre del Kremlin, a rebajar la tensión en el Este de Ucrania.
Pero desde la conferencia de Ginebra, irrelevante evento que congregó en la ciudad helvética a emisarios de Washington, Moscú, Kiev y la UE, la situación sobre el terreno se ha deteriorado a pasos agigantados. El pasado domingo, el jefe de la CIA, John Brennan, realizó un viaje relámpago a la capital de Ucrania. Pocas horas después de su visita, las autoridades de Kiev anunciaban la reanudación de la “operación antiterrorista”, destinada a eliminar los focos de resistencia pro rusa en el Este del país, región que cuenta con una mayoría rusófona, que la propaganda occidental se empeña en tildar de rusófila. Huelga decir que los anteriores intentos de pacificación de la zona se saldaron con estrepitosos fracasos. Soldados y carros blindados que se entregaron al enemigo, es decir, a las milicias rebeldes, extrañas situaciones de compás de espera, en que los combatientes de los bandos rivales se observaban mutuamente sin pegar un solo tiro. Los milicianos, al igual que los políticos moscovitas, estaban a punto de echar las campanas al vuelo. Pero…
En los últimos días, la Administración Obama decidió lanzar sus peones en el tablero de la última frontera. El senador John McCain, candidato republicano a la presidencia de los Estados Unidos en los comicios de 2008, encabezó una delegación de congresistas que tomó tierra en Chisinau, capital de la República de Moldavia, territorio reclamado tanto por Moscú como por Bucarest. McCain no dudó en ofrecer a los líderes moldavos asistencia civil y militar, préstamos y garantías en la lucha contra… la campaña de intoxicación llevada a cabo por las cadenas de televisión rusas. Más explícito, el senador Robert Corker aludió al reciente cambio de actitud de los Estados Unidos hacia los países de Europa oriental, indicando que Norteamérica se comprometía a promover la democracia en Moldavia. Para poner la guinda, Bruselas anunciaba casi simultáneamente que las autoridades de Chisinau podían solicitar el ingreso en la UE. Un estado de cosas inimaginable hace apenas unos meses, cuando las altas instancias comunitarias descartaban cualquier avance en las consultas con este país, acusado de corrupto, inseguro y ambiguo.
El vicepresidente John Biden encabezaba la otra comitiva enviada por la Casa Blanca a Kiev para reafirmar el apoyo de Washington a las autoridades ucranias. En su discurso ante la Rada (Parlamento), Biden hizo especial hincapié en la voluntad de los Estados Unidos de facilitar ayuda económica y energética a Ucrania, exigiendo sin embargo una guerra sin cuartel contra la corrupción, así como la férrea defensa de la unidad nacional (léase, integridad territorial) del país.
No, no se trata de meras palabras. Estados Unidos y la OTAN no parecen dispuestos a limitarse a un intercambio de acusaciones verbales con su futuro ex socio ruso. Hace apenas unas horas aterrizaba en el aeropuerto de Swindin (Polonia) un contingente de 150 militares pertenecientes a la 173 Brigada aeronaval de la OTAN acantonada en Italia. En los próximos días, alrededor de 450 soldados estadounidenses se trasladarán a Lituania, Letonia y Estonia. Por su parte, Alemania ha anunciado el envío de barcos de guerra al Báltico Su misión: reforzar el flanco Este de la Alianza.
Por si fuera poco, Washington acusa a Rusia de no llevar a cabo medidas destinadas a rebajar la tensión en la frontera con Ucrania, es decir, insistir en el desarme de las milicias pro rusas, mientras que Moscú achaca a la Casa Blanca y la OTAN la escalada verbal y… militar.
Hay quien estima que hoy por hoy sería erróneo hacer un paralelismo entre esos primeros pasos de esa innegable escalada bélica y las guerras napoleónicas de 1812. En efecto, no conviene olvidar el trágico desenlace que aquél episodio.
Adrián Mac Liman
Analista político internacional
La ONDA digital Nº 669
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