Los judíos huyen de Francia; tres de cada cuatro piensan en emigrar

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Tres de cada cuatro judíos franceses han pensado en emigrar para huir del clima de antisemitismo que dicen sentir en su país. La inmensa mayoría de la comunidad, censada en medio millón de personas, la más numerosa de Europa, cree también que el Estado es incapaz de luchar contra el islamismo.

La diáspora de judíos franceses hacia Israel ha aumentado de forma espectacular en los últimos meses. Si en 2012 1.907 personas decidieron hacer la Aliá, el año siguiente fueron 3.280 las que se acogieron a las facilidades que ofrece la Agencia Judía para instalarse en Israel. Sólo en el primer trimestre de 2014, el porcentaje ya se ha incrementado en un 70%. Las cifras superan ya a las registradas en Estados Unidos, según manifiesta Natan Sharansky, antiguo refuznik, figura de la disidencia en la Unión Soviética, hoy presidente de la Agencia Judía para Israel.

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Víctimas de la violencia callejera en aumento, objeto de detestación en ciertos medios periodísticos e intelectuales, banalización de la Shoa, antisemitismo antisistema… la situación que viven los judíos franceses empeora en los últimos tiempos, según denuncian sus responsables. La deprimente situación económica del país y las dificultades burocráticas para emprender son también las razones que se enumeran para justificar la emigración hacia Israel de miembros de la comunidad judía francesa, censada en medio millón de personas, la más numerosa de Europa.

“No es agradable ser judío en Francia”
“No es muy agradable ser judío hoy en Francia”. Esta frase, pronunciada en inglés en el consulado francés de Nueva York hace dos semanas, le ha valido a su autor, Roger Cukierman, aceradas críticas de algunos patriotas de izquierda y derecha en su país. Cukierman es, desde 2013, el Presidente del CRIF, el Consejo Representativo de las Instituciones Judías de Francia, y es también, vicepresidente del Congreso Judío Mundial.

En conversación telefónica con El Confidencial, Cukierman nos reitera las tres principales amenazas a las que hace frente la comunidad judía francesa: “La creciente popularidad del Frente Nacional, la radicalización de los musulmanes franceses y la hostilidad de la extrema izquierda antisemita”. El presidente del CRIF subraya que el 40% de los “crímenes de odio violentos” tienen como objetivo a ciudadanos judíos. “Hoy es impensable”, señala también como ejemplo, “que una persona pueda viajar en Metro con una kippa”.

Preguntado sobre el aumento de las personas que deciden emprender la Aliá, Cukierman explica también el deseo de muchos ciudadanos judíos franceses de buscar una situación económica mejor en Israel, dada la crisis que atraviesa su país.

Clima de antisemitismo y Twitter
Sacha Reingerwirtz, presidente de la Unión de Estudiantes Judíos de Francia (UEJF), confirma a El Confidencial el fenómeno creciente del antisemitismo, aunque matiza que el sentimiento de temor por la violencia depende de cada ciudad, de cada barrio y de cada universidad. Triste consuelo. Para Reingerwirtz, abogado de 27 años, el éxodo de jóvenes judíos franceses hacia Israel responde también al anhelo de construirse un porvenir profesional que en su país pueden percibir bloqueado.

A la UEJF se le debe buena parte del éxito conseguido contra la inundación en Twitter de hashtags antijudíos, una auténtica plaga en Francia hasta que el Gobierno intervino. El 12 de julio de 2013, la red social norteamericana se tuvo que plegar a la ley francesa y facilitó todos los datos para permitir la identificación de los autores de tuits antisemitas.

Búsqueda de un futuro mejor y huida de una situación de inseguridad. Las razones para explicar el retorno a Israel son también las esgrimidas por el director de la Agencia Judía en Francia. Ariel Kandel, sin embargo, insiste a El Confidencial sobre el “clima” de antisemitismo que vive hoy Francia. “Subrayo lo de clima –dice– porque Francia ha vivido episodios graves de antisemitismo, como los atentados de la Rue des Rosiers (1982) y de la Rue Copernic (1980), en París, o los asesinatos de Toulouse, en 2012. Lo que quiero describir es el clima de un antisemitismo que mola; un antisemitismo antisistema que se extiende, propiciado, entre otros, por (el humorista) Dieudonné M’Bala”.

Según una encuesta hecha pública esta semana por la organización judía sefardí Siona, el antisemitismo es la primera razón invocada por los entrevistados para abandonar Francia. Y tres de cada cuatro judíos franceses ya han pensado en hacer la Aliá.

Ariel Kandel, como responsable de la Agencia Judía en Francia, no puede ocultar una cierta satisfacción con las cifras de la Aliá durante su gestión y señala a El Confidencial que un cuarto de los franceses instalados en Israel recientemente son jóvenes de entre 17 y 30 años. El Gobierno de Benyamin Netanyahu tendría especial interés en atraer al mayor número de judíos franceses, y con ese objetivo, la Agencia estaría trabajando en la convalidación de carreras universitarias y de algunas profesiones. Kandel cifra en 3.000 o 4.000 al año el número de personas que Israel tiene previsto atraer desde Francia en el periodo 2014-2017.

La Presidencia de François Hollande hace lo posible para frenar el sentimiento de hostilidad hacia sus ciudadanos de la comunidad judía. Cukierman saludó la asimilación entre antisemitismo y antisionismo que Hollande hizo en público recientemente. Manuel Valls no ha dudado, quizá con mayor fervor (y no sólo porque su actual mujer sea judía), en condenar el antisemitismo. Eso le ha valido el ser considerado como “el primer sionista de Francia” por ciertos sectores de la ultraderecha, próximos al inevitable M’bala y al bloguero y ensayista antitodo (semitismo, feminismo, homosexuales…), Alain Soral.

‘Judeofobia’ e indiferencia de la población
En Francia, se intenta tranquilizar, no existe pues el antisemitismo institucionalizado, como en los años 30 y 40, pero los representantes de la comunidad judía expresan cierto estupor por la indiferencia de la población ante los ataques y amenazas sufridos por sus compatriotas judíos. Ariel Kandel insiste en esa diferencia entre la positiva atención de las instituciones y la escasa respuesta de la sociedad civil. Que los espectáculos de un supuesto humorista antijudío llenen los teatros, que en la capital francesa miles de personas griten en manifestaciones proclamas y amenazas contra los judíos, que la figura del judío siga siendo asociada al cliché de la riqueza, que el judío, en suma, vuelva a erigirse de nuevo en cabeza de turco de la crisis económica, son síntomas que a la ciudadanía francesa en su mayoría no le preocupan.

Para un observador extranjero, es como mínimo chocante que los asesinatos de niños judíos por Mohamed Merah en Toulouse fueran jaleados por ciertos sectores que siguen justificando el terrorismo en Francia en nombre de la yihad o de la lucha por los derechos de los palestinos.

Tampoco levantó mucha solidaridad pública el secuestro, tortura y asesinato del joven judío Ilam Halimi, en 2006, víctima de una banda de banlieue (gueto), dirigida por un hijo de emigrantes africanos que le eligió como víctima, con el inteligente razonamiento de que Halimi debía de ser rico, pues era judío. Una película recién estrenada sobre el caso ha levantado también alguna polémica con algún tertuliano televisivo de una cierta izquierda periodística encharcada en sus nuevos clichés.

De ese clima de antisemitismo de baja intensidad ha participado otra obra cinematográfica, la muy oportunista Welcome to New York, del norteamericano Abel Ferrara, inspirada en las peripecias sexuales de Dominique Strauss-Kahn. La película, presentada en el Festival de Cannes, ha sido acusada de antisemita por una parte de la crítica. En concreto, Ferrara cae en el antisemitismo más cutre cuando aparece en la pantalla la exmujer de DSK, la periodista Anne Sinclair, y se hace referencia a la figura de su padre, Paul Rosemberg, el marchante de Picasso, Braque o Matisse.

Anne Sinclair, ahora directora del Huffington Post francés, ha declarado que tener que hablar de su padre, expoliado por los nazis, privado de nacionalidad y miembro de la resistencia francesa, para defenderle de las insinuaciones vertidas en el filme, era algo que nunca sospechó que tendría que hacer en 2014.

Contra los judíos, contra Israel
La judeofobia en Francia está nutrida, según otras opiniones, también por la asociación que se hace entre la comunidad judía y el Gobierno de Israel. Que las intifadas televisadas han creado un ambiente hostil hacia Israel es un hecho. Que la prensa francesa, en general, puede considerarse propalestina es evidente para cualquiera que haya vivido en este país sin taparse los ojos y los oídos en los últimos años. Para el 93% de los judíos encuestados por Siona, la prensa francesa es en parte responsable del antisemitismo. Por cierto, no sólo los judíos llaman a la estatal agencia de información Agence France Presse “Agencia Francia Palestina”.

Exponer una opinión pública favorable a Israel, aun siendo crítico con su Gobierno, es hacer prueba de una valor considerable. El filósofo Alain Finkielkraut lo puede atestiguar. Candidato exitoso a la Academia Francesa, Finkielkraut tuvo que sufrir la oposición de algún académico o académica propalestina, como la escritora Danièle Sallenave, que no podía aceptar que un defensor del Estado de Israel entrara en la institución fundada por Richelieu en 1635.

Finkielkraut, francés, hijo de judíos polacos, hace tiempo que denuncia a su manera esta actitud en Francia: “(…) Se está creando contra Israel y contra quienes están ligados a este país un antisemitismo temible, pues utiliza el lenguaje del antirracismo”. El académico y otros intelectuales considerados neorreaccionarios denuncian el antirracismo como una nueva religión utilizada para desacreditar cualquier actitud políticamente incorrecta.

Un ejemplo de ello es la denuncia y el juicio que pesan sobre Arno Klarsfeld, el hijo de Serge y Beate Klarsfeld, los más conocidos cazanazis de Francia y Europa. ¿Su delito? Arno declaró a la cadena de televisión I-Télé que “Francia no es un país antisemita; hay un núcleo duro de extrema derecha que los es claramente; una parte de la extrema izquierda, también; los islamistas, claro está; y una parte de los jóvenes de la banlieue”. Hablar del islamismo rampante en los barrios habitados por ciudadanos árabes, por franceses de origen árabe o por ciudadanos de religión musulmana sigue siendo un tabú, con derecho a proceso judicial.

¿Es Francia un país antisemita? Nadie, ni siquiera los más radicales de la ilegal Liga de Defensa Judía lo afirma categóricamente. Pero otras voces alertan sobre la liberación del discurso judeófobo, que ha activado en el inconsciente nacional efluvios que se creían enterrados para siempre.

Por Luis Rivas
Fuente El Confidencial

La ONDA digital Nº 673

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