Argentina | Un hecho histórico, por primera vez en casi 90 años

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El martes último tuvo lugar finalmente un suceso realmente histórico: además de la transmisión del mando presidencial hacia Alberto Fernandez, pudo concretarse un hecho que hasta no hace demasiado tiempo (pocos meses), muchos dudaban y/ o temían que se pudiera abortar, y consistía en  la posibilidad por primera vez en casi 90 años, que en la Argentina, un presidente no peronista pudiera terminar su mandato en tiempo y forma.

La historia reciente, y alguna no tanto, de los presidentes Frondizi, Illia, Alfonsín y De La Rua eran hitos vergonzosos de la historia política nacional, pero que arrojaban una proyección sombría sobre la posibilidad que pudiera repetirse.

Afortunadamente ocurrió que el maleficio se cortó: el presidente Macri en una transición mucho más serena y pacífica de lo que podía esperarse, pasó el atributo presidencial a su sucesor, quien desde ahora enfrentará a un país muy complicado, tal como se ocupó de detallarlo en su discurso inicial el nuevo presidente de la Nación.

Su exposición, aun cuando no constituyó un detallado inventario del estado de la cosa pública, determinó el punto de partida de su propia gestión, a la vez que deslindó su responsabilidad respecto a la situación heredada.

Quizás alguno pudo haber calificado como un dibujo algo exagerado  al cuadro descripto por el  presidente Fernandez, pero hizo lo que debía hacer ante el futuro  juicio de la historia. Algo que omitió en su momento  el ex presidente Macri, ya que a poco de andar en su gestión presidencial, la sociedad le endilgó como propios, males sociales claramente heredados.

La pregunta sobre porqué Macri evitó ese inventario de la herencia recibida, tuvo en su momento una respuesta, que el tiempo evidenció inútil. Habría omitido describir el estado catastrófico recibido,  por temor a que no arribaran los capitales para ayudar a reconstruir el país. El problema fue   que pese a su sacrificio, tampoco vinieron esas necesarias inversiones, con lo cual pagó un costo infructuoso.

Se ha especulado mucho acerca del suspenso que genera la gestión del nuevo elenco gubernamental. Pero, en realidad, una incógnita comenzó a despejarse el día 18 de noviembre, cuando el entonces presidente electo se desplazó hasta la casa de su vicepresidente electa,  (y no como se suponía que debía ser a la inversa), a efectos de diseñar el elenco gubernamental.  Allí la aparentemente dueña del poder, dejó en claro el balance de fuerzas en el binomio presidencial, tal que llevó a un prestigioso jurista, Daniel Sabsay, a denominar, con mucho ingenio, que la Argentina cuenta con un inédito régimen vicepresidencial.

No han dejado de suceder acontecimientos de alto valor simbólico que confirman esa impresión y derriban ciertas falsas ilusiones, que en su momento aludían a la posibilidad  que Cristina Kirchner esté cansada, que el nuevo oficialismo intentaría cerrar la grieta, que en adelante mandaría básicamente Alberto Fernandez.

Asimismo, el deplorable espectáculo de la nueva vicepresidente  en una instancia judicial, donde debía ejercer su legítimo derecho de defensa ante los muy severos cargos por corrupción, concretando en su lugar, durante más de tres horas, un altanero y agresivo ataque a la justicia, a las instituciones y al gobierno saliente, constituyó una muestra cabal sobre cual podría ser  su verdadera imagen.

Cristina Kirchner se atrincheró en el Congreso, ocupó sus lugares claves y, además, muchas personas cercanas a ella habrían de ser nombradas en el Poder Ejecutivo.

Ella designó a los titulares de los cargos más significativos del Senado, y  también de la Cámara de Diputados, con la sola excepción de Sergio Massa como presidente de ese cuerpo legislativo. Aunque se supone que  no profesa simpatía hacia él, habría aceptado  el hecho de reconocer que sin Massa la victoria del peronismo en primera vuelta hubiera sido más difícil. No obstante,  convirtió al versátil ex intendente de Tigre, en un jefe de Cámara con poder muy menguado, pues instaló a Máximo Kirchner   como líder de su bancada, convirtiéndolo  en un virtual jefe de ese cuerpo legislativo.

Hay quienes se preguntan sobre las razones que la llevaron a entronizar al actual presidente, y una de las respuestas  que se formulan,  estriba en  las  excelentes relaciones que Alberto Fernandez mantendría con los cuerpos judiciales, ámbito donde precisamente  la vicepresidente  más ayuda necesita.

Un simple  ejemplo : entre las numerosas causas que la involucran, una  Cámara Federal  ratificó su procesamiento por el presunto uso indebido de aviones de la flota presidencial, que habrían sido utilizados  para trasladar muebles y objetos con destino a  los hoteles de la familia Kirchner en El Calafate.

Carlos Reymundo Roberts, en una imaginaria carta al entrante presidente Fernandez lo convoca a expresar en  un mensaje a la Nación, algunos lineamientos de su futura gestión : “Invite a la reconciliación de los argentinos. … «De todos los argentinos, incluida la multitud no peronista que se reunió el sábado en la Plaza de Mayo para despedir al presidente Macri». Prometa austeridad republicana, transparencia y cárcel para los corruptos. Grite: «¡Basta de bolsos! ¡Basta de licitaciones amañadas! ¡Basta de cadenas de hoteles que lavan dinero!». Anuncie un gobierno abierto y generoso que sabrá resguardar los logros del gobierno que se va. Garantice la división de poderes y que no impulsará una reforma constitucional.” (1)

Palabras  que en su fina ironía expresan los temores de una parte de la población, sobre los posibles nuevos aires. Pocas frases para un gran temor institucional.

Por Pablo Broder
Economista argentino  // La ONDA digital Nº 934 (Síganos en Twitter y facebook)

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