Transformaciòn y supervivencia

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El arte es trasformación, la metamorfosis de la página en blanco, del pigmento, la línea que se modifica dejan de ser simple materia, hasta que representa ese pensamiento que antes carecía de forma. Las ideas y las emociones conquistan la apariencia, la utilizan y a través de ella manifiestan lo que son, forma y contenido son inseparables, no podemos ser engañados por formas vacías, la voz que habita una obra es la que define su apariencia.

El arte trasforma a los seres humanos, nos influencian, nos habitan, existen libros que cuando los terminamos de leer, sentimos que algo hemos perdido, y tratamos de llenar el vacío con urgencia buscando otra narración, otro ensayo, algo que nos habite como lo hizo el libro anterior. La transformación sobrepasa las más trágicas circunstancias, la presencia del arte es el milagro que inspira para seguir viviendo.

El libro Lost time, Lectures on Proust in a soviet prison camp, del pintor polaco Jozef Czapski, con introducción de Eric Karpeles, es la narración de Czapski cuando fue detenido en un campo de concentración estalinista, como decenas de miles de oficiales del ejército polaco, a quienes Stalin mandó asesinar con un tiro en la cabeza. En ese campo, con temperaturas bajo cero, él y sus compañeros eran sometidos a trabajos forzados y torturas.

El grupo de Czapski fue el único que sobrevivió, él y sus compañeros entendieron que el objetivo de Stalin era someterlos hasta acabar con su identidad y orgullo. Los oficiales se revelaron con lo único que tenían: su inteligencia y su memoria. Al finalizar el día se reunían en distintos grupos para hablar de ciencia, historia, geografía, y otros temas que impartía voluntariamente un oficial, el resto atendía y opinaba. Czapski daba sus pláticas en francés, y las centró en la novela de Marcel Proust, En busca del Tiempo Perdido. Tenía más de 40 oficiales en su grupo, con sus burdas ropas de trabajo se sentaban muy juntos para protegerse del frío. No había papel, no había libros, sólo la fuerza de recordar para seguir existiendo, la memoria los sujetaba a su propio ser.

El tiempo perdido proustiano era el tiempo que alargaban y recuperaban para resistir y vivir, el tiempo interminable de una condena en el infierno. El prodigio del arte absorbió la memoria de Czapski, recordó casi todos los nombres de los numerosos personajes, hacía algunos diagramas con papel que robaban sus compañeros, en un “acto casi involuntario, fluido” trazaba las historias, lugares, relaciones, diálogos completos.

En medio de la desolación y la incertidumbre, hablaban de la muerte en la novela, con su propia muerte como amenaza cotidiana, solo existía la certeza de la belleza de un libro y si la tragedia los había trastocado, el arte los transformaba y les daba una fuerza inexplicable, heroica. Si recuerdan, existen. La tiranía y la violencia quedaron expulsadas del estado sagrado de la inteligencia y el arte, ahí habita  incontrolable, la más grande libertad a la que podemos aspirar.

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