La esperanza alienta. La espera castiga, es una prueba de templanza, la austeridad de un tiempo sin horizonte. La esperanza induce al engaño. Detrás de la espera, se esconde la desilusión. Sin término medio, alejamos las dudas con la magia de lo incierto, con la improbable predicción del oráculo.
El Barroco inventó el realismo, llevó la “naturalidad” más lejos del detallismo de la Edad Media, para hacer de la carne y el espíritu un estado verosímil, capturar la apariencia de la existencia. Bartolomeo Manfredi, pintor virtuoso y erudito, capta con una precisión, que hoy se llamaría híperrealista, la esperanza que se confunde con más dudas, en su óleo La Lectora de la fortuna (1616-1617). La gitana está ciega, como Tiresias, es capaz de conocer el destino con la mirada de la sabiduría que contiene el tiempo, es la mente prodigiosa de los oráculos. La ceguera que es capaz de percibir lo que la mirada mundana no alcanza. Sin ver la mano de la dama, le describe lo que las líneas del destino le tienen designado. Sus ojos están fijos, sus dedos tocan la palma de la mano, y señalan. La dama elegante, a la moda con un sombrero, y vestido de seda, inclina la cabeza en ese gesto de pensar en lo que oímos, es la otra mirada: la del sonido, las palabras y su significado. La luz, ese invento del Barroco, la luz, que es personaje, dictador, narrador y artificio, va de derecha a izquierda, de la gitana a la dama, la luz de las palabras, le ilumina el rostro. Al lado de ellas, dos personajes, otra gitana que acompaña a la adivina, y un hombre ojeroso, con sombrero tocado por una pluma roja, que mira con atención intrigado a la gitana. Los amantes y la adivina, lo que ellos ocultan, la adivina lo revela, con la luz del Barroco.
El contraste es la penumbra, que cubre a la otra gitana, de manos agiles, que roba mientras la Pitonisa habla. La esperanza y la espera, la ilusión y el desengaño.
La incertidumbre es la penumbra que los rodea, esa que crea el contraste con la luz, el dibujo de los rostros, la ropa, las ojeras del hombre, el refugio de la belleza. La gitana en trance, sus ojos encima de la realidad, son los ojos de Manfredi, de Tiresias, de la edad del mundo.
Sucedió hace cinco siglos, era la cotidianeidad de enfermedad, guerras y amores frustrados, como lo es ahora. Esa esperanza seduce a la joven dama a preguntar al oráculo los secretos que la vida no responde, pasan por encima de la espera para agarrase de los harapos de la esperanza.
Por Avelina Lésper
Escritora, crítica de arte (México)
La ONDA digital Nº 1007 (Síganos en Twitter y facebook)
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