Jesús se murió y se fue al Cerro

Falleció Ramón Cabrera, Jesús en la clandestinidad, quien fuera el jefe político del Partido Comunista en el último año y medio de la dictadura. Fue, junto a otros luchadores por la democracia, quien capitaneó desde los túneles de la libertad el último empujón a los fascistas.

No voy a ser yo el que recuerde su imagen de revolucionario, porque hay otros que lo harán mejor, en tanto lo conocieron durante la noche espesa. Solo quiero cerrar los ojos y recordarlo, tal como fue. Grande físicamente, de ojos muy ágiles y pícaros, moviendo siempre sus brazos, vivo, rápido para entender los rumbos de una polémica. Fue un héroe con cara de barrio, por eso sencillo y solidario.

Me dicen que en los últimos días andaba con ganas de tirar algunas ideas para una nueva estrategia del Frente Amplio. No me extrañó eso, porque Ramón fue uno de los primeros impulsores de la creación del Encuentro Progresista. Lo hizo desde abajo, mordiendo cada esquina de sus barrios del Cerro, entregando ideas y esfuerzo físico.

En los meses previos a la gestación del Encuentro organizó un acto en un lugar que no recuerdo que estaba junto a una Iglesia, donde logró juntar a Tabaré Vázquez y a Rodolfo Nin Novoa, quienes luego serían la fórmula triunfadora. Se saludaron, hablaron y cada uno partió para su casa al finalizar el acto, sabiendo los tres que se había dado el primer paso.

Ramón tuvo tiempo y nos invitó a los periodistas de CX30, que habíamos transmitido en vivo el acto, con un chorizo al pan. Cuando llegó el momento de pagar, se dio cuenta que no tenía dinero. Le dijimos que no se preocupara, que nosotros lo hacíamos. “De ninguna manera”, dijo y de inmediato tomó una servilleta de papel y escribió” cuatro chorizos al pan” y agregó su firma. Al choricero le dijo algo en el oído, pero igual lo escuchamos: “Andá por casa o por la Junta, que mañana te los pago”. El hombre se limitó a decirle: “tranquilo, cuando puedas”. Así era Ramón, así lo respetaban los vecinos.

También lo tengo presente el día que Nin Novoa anunció, en la casa de Mahuer y Fernando, ante más de 20 personas, que se iba del Partido Nacional. Fue otro de los pasos en la construcción del Encuentro Progresista, cuando no éramos muchos lo que creíamos en la ampliación de la unidad del pueblo. Allí también estuvo Ramón.

Otro recuerdo es en una fiesta de fin de año de la Alianza Progresista, reunidos cuatro o cinco y hablando de tiempos pasados. En eso Tabaré, que estaba presente, comenzó a mover una piedrita con su pie derecho y sin levantar la cabeza, que acompañaba aquel movimiento del pie, le dijo; “Te acordás Ramón que en 1989 hablamos juntos por primera vez, arriba de un cajón, en la puerta de un supermercado de la calle Ejido y que no había más de 20 vecinos?”. La cara de Jesús fue un poema, los ojos se le movieron inquietos, como queriendo registrar aquel momento para siempre. Estoy seguro que lo logró.

También fue desprolijo, pero por ser bueno. Durante muchos meses fue mi chofer del 76 de Raincoop. Mi parada era Soca y Bartolito Mitre. Apenas se abría la puerta sentía su grito de saludo y me hacía notar que iba escuchando 1410 AM LIBRE.

De inmediato me escapaba de la proximidad de su lugar de conductor, porque sabía que me iba a retener para hablar de las últimas noticias. Si bien el escape no era tarea sencilla, yo lo lograba y me sentaba en el fondo del coche. Pero el problema estaba en el destino, que era el diario LA REPUBLICA, en la calle Garibaldi, a 40 metros de la parada. Pues bien, Ramón paraba el ómnibus en la puerta del diario “para que no tuviera que caminar”. Como se imaginan todos, la gente me quería asesinar. Así era este ex presidente de la Junta Departamental.

Podría decir muchas más cosas de Ramón, en tanto tuvimos una amistad larga construida no solo en base a la política, sino también a las vivencias humanas. Me dicen que Jesús se murió y se fue al Cerro. Por eso está y estará entre nosotros. Solo hay que tomar el 76 y esperarlo en la playa para tomar unos mates.

Por Raúl Legnani
Periodista uruguayo

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