En medio de una locura de palabras bélicas, la administración Trump se debate en como enfrentar una situación que ha desafiado a tres presidentes anteriores y que se ha hecho más grave en semanas recientes, cuando Corea del Norte probó, por primera vez, con éxito, un misil balístico intercontinental.
Así comenzaba un texto en el que el New York Times analizaba la situación creada en la península de Corea. Y si bien no parece cierto que el ensayo con el misil balístico haya sido exitoso, según un estudio de tres expertos norteamericanos publicado el pasado 11 de agosto por la revista Newsweek, el impase que enfrenta Trump tiene raíces antiguas, que van más allá del fracaso de las tres últimas administraciones norteamericanas citadas en el artículo, en su política hacia Corea del Norte.
Una vieja historia
Michael Rubin, presentado por la misma Newsweek como un militar, instructor de oficiales desplegados en Medio Oriente, Afganistán, y otras partes del mundo, escribió un largo análisis de esa historia de fracasos en la revista.
Lo primero que nos recuerda es que “la guerra de Corea nunca terminó”. Es cierto. El conflicto que se desarrolló entre 1950 y 1953 entre las dos Coreas, en el marco de la guerra fría que se inició apenas concluida la II Guerra Mundial, terminó con un armisticio, pero no con un tratado de paz que le pusiera fin. Hoy, más de un millón de soldados están frente a frente a los dos lados de la frontera, detrás de la zona desmilitarizada que separa ambas Coreas.
“Cuando ustedes volvieron, en 1944, arrasaron nuestra isla con sus bombas, dejando a la mayor parte de las familias sin una casa donde pudieran volver. “Hoy, ustedes ocupan cerca de un tercio de nuestra isla, y tienen bombarderos y submarinos nucleares posicionados aquí para mostrar su poderío a nuestros vecinos. Ustedes juegan interminables juegos de guerra contaminando con humo y basura nuestro aire, agua, suelo y cuerpos.
“Muchos de ustedes no piensan lo bastante en los indígenas norteamericanos cuyas tierras y vidas fueron robadas en nombre del destino manifiesto. Pero esta tierra, esta linda isla que todo el mundo quiere bombardear por culpa de ustedes, es mi tierra, no la suya. Y no tengo ganas de irme. “Quiero dormir en paz, sabiendo que mi familia está a salvo en su casa. Entonces, por favor, terminen con este discurso de bombas. En vez de eso, pregúntese por qué Guam es todavía su colonia en 2017”.
El relato de Rubin sobre la política de los diversos gobiernos norteamericanos en la zona comienza con el de Lyndon Johnson (1963-69), quien asumió el cargo luego del asesinato de John Kennedy. Según Rubin, todos fracasaron en sus políticas hacia Corea del Norte: Nixon, Ford, Carter, Reagan, Bush, Clinton, Bush hijo y Obama quien, en su opinión, aunque era más escéptico que sus antecesores con respecto a posibles acuerdos con Corea del Norte, “repitió los mismos errores en el caso de Irán”.
Lo que Rubin reclama, en su largo artículo, es que desde siempre las políticas de Washington fueron demasiado condescendientes con los coreanos, cuyo éxito en desarrollar armas nucleares y medios para transportarlas “es el testimonio de décadas de fracasos diplomáticos y estratégicos de casi cada administración norteamericana”.
Aunque no lo dice, del texto se deriva la sensación de que, hace tiempo, Estados Unidos debió intervenir militarmente en Corea. El fracaso de las políticas precedentes ha obligado a la administración Trump a revisar la estrategia norteamericana, según asesores de la Casa Blanca.
La visión de Corea del Norte
Corea del Norte afirma que su principal objetivo es la reunificación del país, aunque, según la profesora de Historia y de estudios del este asiático, Sheila Miyoshi Jager, “no todos los expertos en Corea del Norte lo ven como el objetivo principal de Kim Jong Un”, el actual líder del país.
Lo que el régimen siempre ha querido, agrega en un artículo publicado el 9 de agosto en Politico Magazine, “es un tratado de paz con los Estados Unidos, que podría llevar a una eventual retirada de sus tropas de la península” y facilitar la reunificación.
En 1970, el entonces líder del país y fundador de la actual dinastía, Kim Il Sung, dijo que “si los Estados Unidos sacan sus tropas de Corea del Sur y una figura democrática, con conciencia nacional, asume el poder (Corea del Sur estaba gobernada entonces por una dictadura militar) podemos garantizar una paz duradera en Corea y resolver la cuestión de la unión de Corea entre los coreanos”.
El problema, agrega Miyoshi Jager, es que al resto del mundo, incluyendo Corea del Sur, le interesa más el status quo que la reunificación de Corea.
La visión del actual mandatario norcoreano para su país está delineada en los principios de lo que han llamado Byungjin. Se trata de la línea adoptada por el Comité Central del Partido de los Trabajadores de Corea (PTC) en abril del 2013, que David Kang, director del Instituto de Estudios Coreanos de la Universidad del Sur de California define como el desarrollo simultáneo de la economía norcoreana y de sus armas nucleares, doctrina distinta a la de su padre, que daba prioridad al desarrollo militar.
“Al hacer del desarrollo económico la clave de la ideología del Estado, Kim ha dado una señal de ruptura con el pasado. Este énfasis en el bienestar material en vez del sacrificio abnegado marca un claro cambio de tono con el pasado”, dice Kang, en un artículo publicado en la revista Foreign Affairs.
Carta abierta de Guam para los Estados Unidos
Puede ser leída en la redes sociales. En la carta abierta que escribe a Norteamérica, Victoria-Lola M. Leon Guerrero, editora de la University of Guam Press, se lamenta de que solo cuando Guam está amenazada por las bombas los ciudadanos norteamericanos o el gobierno se acuerdan de la isla.
“No nos sorprende la nueva amenaza de bomba. Estamos harto acostumbrados a oír Guam y bomba en la misma frase. Casi todos los meses, cuando un nuevo misil es probado, o la retórica se inflama, oímos que Corea del Norte, o China, o Rusia podrían bombardear Guam”.
Es la razón por la que “necesitamos libertad AHORA”, dice Leon Guerrero. Sí, hay gente en Guam que quiere independizarse de ustedes, ustedes han sido la fuente de todos nuestras amenazas de bombas.
“Las peores bombas lanzadas sobre Guam fueron las suyas, cerca del fin de la II Guerra Mundial. Al inicio de la guerra ustedes nos dejaron indefensos ante los japoneses, sabiendo muy bien que ellos estaban planeando invadir Guam. Ustedes hicieron embarcar, con toda seguridad, las blancas esposas de sus militares, en navíos y las mandaron a casa meses antes del ataque, pero no hicieron nada para protegernos.
Como los expertos están particularmente interesados en el programa nuclear de Corea del Norte, “es fácil que pasen por alto estas iniciativas económicas, agrega, que han logrado no solo estabilizar la economía, sino hacerla crecer. Aunque advierte contra el manejo de las cifras, Kang cita las del Banco de Corea, que señalaron un crecimiento del 3,9% para la economía del país, el año pasado, pese a las sanciones internacionales.
Kang sugiere que es necesario tratar de entender a Kim si se quiere hacer política con Corea del Norte.
Recuerdos de la guerra
La Deutsche Welle (DW) publicó, el sábado pasado, un artículo titulado “Corea del Norte: las raíces del odio”, en el que trata de explorar y explicar este aspecto de la política coreana. “La población de Corea del Norte ha crecido con odio hacia Estados Unidos durante seis décadas. La propaganda funciona porque el recuerdo de la Guerra de Corea está vivo”, afirma el reportaje.
“Pyongyang revive propagandísticamente el trauma nacional de la destrucción que sufrieron entre 1950 y 1953”, durante la guerra de Corea. En esos tres años ”Corea del Norte estuvo cubierta por aviones de combate estadounidenses, atacando sin ninguna consideración a la población civil”.
“Durante este tiempo se lanzaron más bombas y napalm sobre Corea del Norte que en la lucha contra Japón en el Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial”, agrega el artículo.
Según el general Curtis LeMay, jefe del Comando Estratégico de la Fuerza Aérea en la Guerra de Corea, citado por la DW, aproximadamente el 20% de la población de Corea del Norte pereció en esos ataques. «Hemos destruido todas las ciudades de un modo u otro. Destruimos también, por accidente, algunas ciudades en Corea del Sur», dijo el general, en una entrevista, en 1984.
Otro general, Douglas MacArthur, entonces comandante jefe de las fuerzas aliadas, se lamentó, en una extensa entrevista en 1954, de que no lo dejaron lanzar «entre 30 y 50 bombas atómicas» en Corea del Norte, para acabar con la guerra en 10 días.
Finalmente, el reportaje recuerda algunas “desagradables verdades históricas que se olvidan en Occidente”, pero no en Corea del Norte, como “muchas masacres. Tal como la de No Gun Ri, cometida por los propios soldados estadounidenses, quienes fusilaron a cientos de civiles que huían bajo un puente”. O la “limpieza anticomunista de las fuerzas surcoreanas”, que habría costado, según “una estimación conservadora”, otras cien mil vidas.
Mostrando músculo
Nadie sabe, en Occidente, exactamente cuál es la capacidad nuclear de Corea del Norte. Es evidente que el país ha avanzado en esa dirección, sin que se sepa con precisión hasta dónde ha llegado; si ha podido reducir el tamaño de una bomba nuclear para hacerla transportable por misiles balísticos intercontinentales, o por la capacidad de esos misiles, cuyo lanzamiento ha estado ensayando en meses recientes. Los misiles de norcorea son un timo, dijo la semana pasada Newsweek, en un artículo que cita a expertos norteamericanos en esta materia.
Pero nadie duda de que, tarde o temprano, el país resolverá los problemas técnicos que puedan existir y pondrá a punto tanto la bomba como los lanzadores.
Ante esta realidad, el presidente Trump amenazó con sumergir Corea del Norte en una ola de fuego como el mundo no ha visto nunca. “No llegará nunca el tiempo en que nosotros no seamos la nación más poderosa del mundo”, agregó el mandatario norteamericano.
Sus declaraciones, luego matizadas por los secretario de Estado y de Defensa, alarmaron a sus aliados en la zona. “La amenaza del presidente Trump de desatar fuego y furia contra Corea del Norte provocó un escalofrío a través de Asia, despertando alarma entre aliados y adversarios”, se podía leer el 9 de agosto pasado en el NYT.
“Trump parece no entender lo que es una alianza, y no parece considerar a sus aliados cuando dice cosas como esas, afirmó Lee Byong-chul, investigador en el Institute for Peace and Cooperation de Seúl, citado por el Times.
Seúl, capital de Corea del Sur, con diez millones de habitantes, está solamente a 55 kilómetros de la frontera de su vecino del norte.
“Nosotros presentamos a Corea del Norte como ‘impredecible’, pero cada vez más es Estados Unidos el que introduce una imprevisibilidad estratégica en una dinámica volátil dijo, también al Times, Euan Graham, analista del Lowy Institute de Sydney, Australia.
Se multiplican los artículos preguntándose si la Casa Blanca tiene una estrategia para lidiar con el conflicto, o señalando las contradicciones entre diferentes departamentos y funcionarios. Rusia y China insisten, una y otra vez, en que la única solución a la crisis es la negociación y la diplomacia. China ha sido enfática en que no va a permitir ninguna guerra en su frontera, ni un ataque preventivo contra Corea del Norte. Distinta podría ser su actitud si los norcoreanos atacan primero y luego Estados Unidos responde.
Mientras algunos analistas, como Jeffrey Lewis, en la revista Foreign Policy, afirma que “el juego ha terminado y Norcorea ha ganado” al haber logrado desarrollar su arma nuclear, otros sugieren nuevas estrategias para enfrentar el problema.
Lewis se basa en un especulativo informe del Washington Post, atribuido a la “comunidad de inteligencia”, sobre la capacidad nuclear de Corea del Norte para sacar sus conclusiones, mientras Michael Mazza sugiere una tercera alternativa, distinta a la negociación o el ataque nuclear.
Su propuesta es la misma que Estados Unidos emplea en muchas otras partes del mundo, con frecuencia en América Latina, en Cuba, Venezuela o Chile. El plan de Mazza incluye renovadas sanciones, en particular cortar los lazos de Corea del Norte con el sistema financiero internacional; incrementar el apoyo a organizaciones no gubernamentales opositoras; y desarrollar el sistema de defensa balística con sus aliados en la región. Si tiene éxito, agrega, se lograría “libertad y prosperidad para este sufrido pueblo”.
Una oferta que no parece despertar ya mucho entusiasmo en parte alguna.
Por Gilberto Lopes
Escritor y politólogo, desde Costa Rica para La ONDA digital
gclopes@racsa.co.cr
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