Leandro Gómez fue fusilado en la propiedad de Maximiano Rivero, calle Leandro Gómez y Treinta y Tres (esquina S.O.).
Relata Orlando Rivero: “ Los cuatro cadáveres de los jefes fusilados fueron sacados al huerto y puestos en fila en el patio de la casa. Nuestro padre entró a ella horas después y se encontró con aquel espectáculo.
Agradecemos a Julio Rocco, esta recopilación de documentos referidos a los restos de Leandro Gómez y su largo periplo.
Que no finaliza en 1884, cuando su restos son depositados en el Mausoleo que el escultor Livi, había levantado en 1867, en el Cementerio Central, entrando el primero a la izquierda. Pues como sabemos, en 1982, el Presidente de facto “goyo Alvarez” hace una profanación. Sin consultar a sus familiares retira del panteón los restos y los traslada a un Mausoleo construido a tal efecto en el centro de la Pza. Constitución de nuestra ciudad. Para lo cual hizo demoler aquella hermosa fuente de cambiantes chorros de agua de colores.
Pero tampoco el periplo terminó aquí. Luego de un episodio nunca aclarado, parte de los restos fueron robados y un tiempo después aparecieron en un portafolio de alguien que los entregó diciendo que eran del General. La jueza actuante dispuso que se colocaran dentro de la urna con los pocos que quedaban de los originales que habrían venido desde el panteón del Cementerio Central. La custodia se entregó a la Jefatura de Policía. En la administración municipal anterior se resolvíó que fueran depositados en el Batallón “Gral.Leandro Gomez” donde se encuentran. A la vez que se decide clausurar el Mausoleo donde se exhibían documentos y piezas de la Defensa por las condiciones de insalubridad, denunciada por funcionarios municipales que se negaban a trabajar en el mismo.
Desde entonces descansan en el referido Batallón. Mientras que Venancio Flores lo hace en la Catedral montevideana. Es el Batallón el lugar apropiado para los restos del Héroe?
Nosotros venimos diciendo públicamente, que deben volver al panteón familiar, como también lo han pedido sus descendientes.
Por Rubens Stagno
Al cadáver del Gral. Gómez le habían cercenado la larga pera que usaba. Volvió después, con el propósito de darles sepultura en la misma casa, como lo había hecho con su hijo Pedro, en el corralón al costado de la Jefatura; pero ya no los encontró: los habían conducido al cementerio, arrojándolos al osario general, confundidos con infinidad de otros hacinados allí.”
Relato de Pablo Dugrós (francés práctico de la escuadra brasilera, entrevistado por Rómulo Rossi:
“ Al acallar los cañones bajé a tierra acompañado por el capitán Nuñez de la “Araguaya”. Caminando por la calle 18 de Julio llegamos a la plaza, siendo mas o menos las 7 u 8 de la mañana, cuando sentimos una descarga de fusilería. Sorprendidos al principio, nos detuvimos pensando que muy bién podrían ser los defensores de algún cantón que quemaban sus últimos cartuchos; pero a poco, un hombre que se cruzó con nosotros, que nos dirigíamos en dirección hacia la casa de Maximiano Rivero que era de donde habían partido los disparos, nos dijo: – Ahí acaban de fusilar a Leandro Gómez y a otros compañeros más.-
Penetramos al local y allí en el jardín, frente a una pared que mira hacia el Oeste, estaban tendidos en el suelo, sin sus ropas exteriores, los cadáveres de Gómes, Braga, Acuña y Fernandez, éste último de filiación colorada”
Augusto I. Schulkin – Diccionario Biográfico T II p. 89; “ Consumado el sacrificio de Leandro Gómez y sus compañeros de infortunio los cadáveres permanecieron a la expectación pública, siendo algunos objeto de inicuo despojo que perpetraron el “indio” Belén y los oscuros secuaces del vituperable fusilamiento.
Allí concurrió entre tantas personas que frecuentaron el trato del general, don Eleuterio Mujica, acreditado comerciante que a título de postrer recuerdo cortó la pera del exjefe de la plaza para entregarla a sus deudos. Esta piadosa ofrenda se cumplió fielmente, conservándose aún.
Dada la rápida corrupción de los cadáveres por los rigores del inclemente estío, en horas de la tarde fueron conducidos en una carretilla de pértigo hasta el Cementerio Viejo (hoy Monumento a Perpetuidad) y por razones de tiempo se les arrojó al osario general. Allí se hubieran perdido de no mediar la rápida intervención de Pedro Lenguas – suegro del mártir- postulante que interpuso las influencias de Mariano Pereda para conseguir la exhumación. Por obvias razones éste no pudo negarse a la solicitud de su íntimo amigo, cumpliendo la macabra tarea en el curso del mes de enero.
En horas de clausura, acompañado del Dr. Mongrell y algunos menestrales de confianza. Pereda hizo abrir el osario identificándose, con la rapidez que exigía el caso, los cadáveres ya semidesechos del comandante Braga y Leandro Gómez.
Según la fidedigna versión de doña Juana Valentin – muy vinculada a la familia Mongrell y contemporánea de los sucesos de referencia – los despojos del Héroe de Paysandú recibieron sepultura a pocos metros del primitivo inhumatorio, previo examen practicado por el mismo galeno, reconociéndose una vez más la identidad por una cicatriz de la cabeza y la conformación dentaria.
Temiéndose factibles profanaciones, al promediar el año, el ilustre médico, con las precauciones del caso, los mandó retirar y luego de una prolija limpieza con agua de cal y aguardiente cubano, los guardó en un pequeño baúl forrado con el cuero de un vacuno pampa, ubicándolos en un desván de su propia casa. (1)
Malos vientos amagaban sobre la causa política en desgracia y considerando inseguros los sagrados despojos, Pereda resolvió ubicarlos en su propia residencia de la calle Misiones (2), colocándolos esta vez “ en un cajón hechura de baúl, arreglado y forrado con hule por el propio señor Lenguas”.
“Yo tenía entonces cinco años de edad – escribió el historiador Setembrino E. Pereda – y tomando aquel cajón por un baúl, me senté muchas veces en él. Algún tiempo después, el moreno Estanislao Gómez, que se había criado al lado de mi padre, condujo los restos del general Gómez al Puerto Norte, llamado de los aguateros, a la altura del actual muelle del Ferrocarril Midland Uruguay, en una carretilla de una vara y dos ruedas, sin que nadie fuese en su compañía. En la costa del Río Uruguay, paraje indicado, lo esperaba un botero, quién transportó dicho cajón a Concepción del Uruguay. Estos datos los he recibido de labios del propio Estanislao Gómez, ratificando las referencias de mis mayores y de otras personas verídicas. Hasta 1891, año que falleció mi señor padre, existían en mi casa paterna, como un recuerdo histórico, las ruedas de la carretilla a que me he referido”.
El citado transbordo se realizó de común acuerdo entre los custodios, resolviéndose que permanecieran guardados por el Presbítero Domingo Ereño, párroco de la Iglesia de Concepción del Uruguay y consecuente partidario del credo oribista. (3)
Al tener que ausentarse rumbo a Buenos Aires, donde falleció, el piadoso sacerdote entregó la improvisada urna a su hermano político, don Pedro Aramburú, (4) pero este hubo de abandonar Entre Ríos por encontrarse comprometido tal vez, con los elementos jordanistas que ultimaron al general Urquiza el 11 de abril de 1870.
A raíz de esta causa los huesos quedaron en poder de doña Carolina Britos, hija del veterano militar oriental del mismo apellido, señora que retuvo los sagrados despojos durante nueve años.
La mencionada dama, matrona de edad provecta y achacosa salud, temiendo el extravío de lo que llamó “su tesoro” resolvió interesar al doctor Mongrell para que éste los entregara a la familia. Se intercambiaron algunas cartas con el primogénito del general, Leandro Gómez (h) residente en Buenos Aires, tomando cartas ulteriormente los doctores Domingo Aramburú y Juan José de Herrera.
Se convino entonces que los restos fueran repatriados, dándoles por cenotafio el bello túmulo construido el año 1866 en el Cementerio Central, sepulcro que permanecía vacío esperando la justicia de los hombres de gobierno.
El 2 de enero de 1884, en medio de apoteóticos homenajes públicos y oficiales, al que se asoció el gobierno de Santos rindiéndole los honores de general, los huesos del campeón de Paysandú comenzaron a reposar en el mausoleo capitalino.
La carbonilla adjunta, con una vista del Cementerio Central, data de 1866 y se aprecia el panteón de Leandro Gómez, ya existente, a la izquierda.
El monumento obra de José Livi está firmado al pié con la fecha 1866.
(2) Misiones 967 – La casa hoy no existe y corresponde al actual predio de la fábrica de hielo.
(3) Durante la guerra grande Ereño casó a Leandro Gómez en la primitiva Iglesia de la Unión.
(4) Hermano del jurisconsulto Domingo Aramburú.
Por el Ing.Julio Rocco
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