El PSOE y el diktat de Washington

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Tenemos más de mil millones de izquierdas, en rigor una por cada izquierdista, eventualmente una por cada ser (humano, animal y vegetal -todos sabemos que la Tierra gira alrededor del sol y de su propio eje en sentido antihorario; es decir, en el sentido en que dio la vuelta olímpica el Defensor del Profe De León). Sin embargo todas las izquierdas son objetivamente una sola en tanto coinciden en el antiimperialismo. Ser conscientes de esa unidad nos hace más eficaces que andar catalogando izquierdas como si fuera posible hacerlo con otras etiquetas que los nombres propios de cada ser.

Por eso cuando Pedro Sánchez se plantó ante Rajoy desoyendo el diktat de Washington que había puesto a su partido a la derecha del PP con lo de la OTAN -nada menos-, Unidos Podemos, sin reparar en etiquetas, le tendió la mano (o -si se prefiere- le cerró el puño a la altura de la sien o lo besó). Sánchez era la última esperanza del último viejo partido de la Segunda Internacional en Europa del Sur que todavía era una fuera política real.

Era
Hoy Felipe González le cortó a Sánchez la cara, las manos y cualquier posibilidad de puño. El PSOE se fractura siguiendo el camino de los viejos PASOK y PSI, con historias similares (el portugués es reciente, fundado en 1973).

Se van los viejos pero dejan el nombre. Marta Harnecker en «El principal legado de Chávez» sostiene que «Cuando Chávez triunfa en las elecciones presidenciales de 1998 ya el modelo capitalista neoliberal estaba haciendo aguas por todas partes. El dilema no era otro que refundar el modelo capitalista neoliberal, evidentemente con cambios, entre ellos una mayor preocupación por lo social, pero movido por la misma lógica de la búsqueda del lucro; o avanzar en la construcción de otro modelo. Chávez optó por esta última alternativa. Para denominarla decidió rescatar la palabra socialismo a pesar de la carga negativa de la que había sido históricamente cargada, pero especificando que se trataba del socialismo joselo-olascuagadel siglo XXI para diferenciarlo del socialismo soviético implementado durante el siglo XX, advirtiendo que no se debía “caer en los errores del pasado”, en la “desviación estalinista” que burocratizó al partido y terminó por eliminar el protagonismo popular; en el capitalismo de Estado que puso el acento en la propiedad estatal y no en la participación de los trabajadores en la conducción de las empresas». Y muchos de aquellos antiguos partidos comunistas de Europa Central y Oriental se rebautizaron socialistas, algunos para seguir en el gobierno o retomarlo luego, en diversas sintonías.

Más allá del nombre, poco y nada, como indica el español Juan Lu González en bits rojiverde: «En general, la socialdemocracia hace mucho que tiró la toalla, que se ha rendido. Gestionar los cada vez más exiguos espacios que la omnipresente economía deja a eso que insisten en llamar democracia, y sacar algunas migajas para los suyos, es con lo que se han conformado. Por eso no son extrañas las grandes coaliciones con la derecha más rancia como la que sufre Alemania, pero tampoco debacles como las de Grecia, Austria, Bélgica, Italia… Cada vez es más difícil distinguirlos a los socialdemócratas con los conservadores, al estilo más norteamericano. En nuestro país quizá el PSOE encuentre un mayor espacio político que en Europa porque la derecha aún mantiene muchos tics autoritarios y cavernarios en temas de derechos individuales, en el reconocimiento de la diversidad o el laicismo, pero poco más. Tampoco es que en el PSOE sean especialmente atrevidos con estas cuestiones, más bien son lentos, miedosos y pusilánimes.

En fin, todo indica que estamos asistiendo a una pelea de perros por los despojos del PSOE y que, tras cada dentellada, estos van menguando peligrosamente. Si les ciega el odio y no paran a tiempo, probablemente no quede mucho botín por el que luchar. Contradiciendo a muchos analistas, el único debate que hay sobre la mesa, como el mismísimo González ha explicitado hoy, es que hay que apoyar a un gobierno de Rajoy sea como sea, aunque ello suponga provocar un mayor desapego de sus bases y votantes. Por mucho que se esfuercen en lanzarnos cortinas de humo, no hay otra cuestión de fondo. Relacionar este tema del «bloqueo institucional» con el resultado electoral en dos comunidades autónomas del estado español es ridículo, sobre todo cuando no han sorprendido a nadie por esperados y Sánchez ya recogió un partido en plena crisis tras la segunda legislatura infame de Zapatero.

La crisis del PSOE es estructural, no coyuntural. Han perdido su identidad, son vistos como parte de los culpables del latrocinio sufrido por la población del país, como cómplices de los poderes externos que han impuesto sacrificios inasumibles por los más débiles, que han contribuido a devaluar los salarios a niveles de repúblicas arroceras, que han aumentado la brecha entre ricos y pobres… todo mientras sus cuadros seguían pegándose la dolce vita a costa del erario público. Un cambio de líder no va a cambiar la apreciación o la depreciación pública del PSOE, es necesaria una refundación en toda regla del partido y comenzar desde nuevas bases para que se invierta la tendencia de desapego que afrontan elección tras elección. Pero para ello, lo primero que deberían hacer es sacudirse las nefastas influencias de los que han sumido al partido en el pozo histórico en el que se encuentran y eso es algo que, visto lo visto, no se va a producir, más bien todo lo contrario».

Pedro Sánchez quiere un plebiscito hacia su persona, con la convicción de que las bases apoyan su negativa a facilitar la investidura de Rajoy. De continuar en el cargo, Sánchez basaría su candidatura en ese ‘no’ a la investidura, con un giro a su izquierda, que le permita al PSOE remontar en unos terceros comicios.

Pero mientras Sánchez cultiva el voto de esas bases, el aparato del partido ha mostrado su deseo de dejar caer cuanto antes al actual secretario general. Si se habla de aparato, antes que a José Blanco o Alfredo Pérez Rubalcaba, hay que situar a Felipe González. Esta mañana, González ponía la cabeza de Sánchez en la picota en una entrevista en la Ser. La crisis era oficialmente una persecución.

Tras la dimisión de 17 miembros de la Ejecutiva del PSOE se abrió la puerta al despido del todavía secretario general Pedro Sánchez y a una nueva investidura de Rajoy con la abstención del PSOE. Quedan 15 miembros de esa ejecutiva que más temprano que tarde encontrarán una salida hacia la izquierda junto al propio Pedro Sánchez. En el sentido en que gira la Tierra, contra el diktat de Washington, el centro del mundo de Felipe González.

Por JOSÉ LUIS GONZÁLEZ OLASCUAGA
Periodista y escritor uruguayo

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