Volver a casa: Son cada vez más las empresas estadounidenses que planean trasladar sus sedes a Europa. Estas “inversiones” reducirían su carga impositiva total, permitiéndoles escapar de las particularmente desfavorables normas fiscales corporativas de Estados Unidos. ¿Qué deben hacer entonces los responsables de las políticas estadounidenses?
El gobierno del presidente Barack Obama busca bloquear la inversión corporativa a través de medidas administrativas que tal vez no sean respaldadas en los tribunales estadounidenses. Sería mucho mejor desarrollar un plan legislativo bipartidario para eliminar directamente la tentación de trasladar las casas matrices corporativas. Un plan de ese tipo, si resultara atractivo para las corporaciones multinacionales estadounidenses, podría dar como resultado un desplazamiento en el empleo y la producción hacia Estados Unidos, y una mayor recaudación fiscal.
Según la ley actual, los beneficios corporativos en EE. UU. tributan una tasa del 35 %, la mayor entre los países de la OCDE, donde el promedio es del 25 %. Ese impuesto se paga tanto sobre los beneficios obtenidos en EE. UU. como sobre los repatriados, generados por las empresas estadounidenses en sus filiales en el extranjero.
Por ejemplo, la filial irlandesa de una empresa estadounidense paga el impuesto corporativo irlandés del 12,5 % por los beneficios obtenidos en ese país. Si decide ingresar esos los beneficios después de impuestos a EE. UU., paga una contribución del 22,5 % (la diferencia entre la tasa del 35 % correspondiente a EE. UU. y la que ya pagó al gobierno irlandés). Pero, si reinvierte los beneficios en Irlanda –o en cualquier otro país– no debe pagar impuestos adicionales.
No sorprende entonces que las empresas estadounidenses prefieran dejar sus beneficios en el extranjero, ya sea en instrumentos financieros o invirtiéndolos en sus filiales existentes o en otras nuevas. Eso ha causado que las empresas estadounidenses mantengan actualmente en el extranjero una cifra cercana a los 2 billones de USD en beneficios que nunca fueron sujetos a los impuestos de EE. UU.
Todos los demás países de la OCDE tratan a los beneficios de las filiales en el extranjero de sus empresas de una manera muy diferente: aplican el método «territorial» para gravar los beneficios producidos en el exterior. Por ejemplo, una empresa francesa que invierte en Irlanda paga el impuesto corporativo irlandés del 12,5 %, pero luego puede ingresar los beneficios después de impuestos a su país pagando menos del 5 %.
El sistema tributario estadounidense actual afecta adversamente a la economía de EE. UU. de varias maneras. Los impuestos adicionales que pagan las empresas estadounidenses si repatrían sus beneficios aumentan su costo del capital y limitan así su capacidad para competir en los mercados internacionales. Las empresas extranjeras también pueden hacer mejores ofertas que sus contrapartes estadounidenses para adquirir nuevos emprendimientos de alta tecnología en otros países. Y cuando una empresa extranjera adquiere una estadounidense, paga los impuestos de EE. UU. sobre los beneficios obtenidos en ese país, pero no sobre los que producen sus otras filiales en el extranjero, reduciendo así su contribución fiscal total.
Un cambio al sistema impositivo territorial eliminaría las desventajas que enfrentan las corporaciones multinacionales estadounidenses y fomentaría la reinversión en casa de sus beneficios en el extranjero, aumentando el empleo y los beneficios para EE. UU. Como solo una pequeña porción de los beneficios generados en el extranjero regresa actualmente a Estados Unidos, el gobierno estadounidense solo perdería un mínimo ingreso fiscal por este cambio. Hace unos pocos años, el Departamento del Tesoro de EE. UU. estimó que el cambio a un sistema territorial reduciría el los ingresos fiscales por impuestos corporativos en solo 130 mil millones de USD en 10 años.
También sería deseable reducir gradualmente la tasa de los impuestos corporativos estadounidenses para aproximarla más al promedio del 25 % de la OCDE. Eso también fomentaría un mayor ingreso de los beneficios en el extranjero.
Dado que las empresas estadounidenses cuentan con grandes volúmenes de beneficios en el extranjero que nunca han sido sujetos a los impuestos de EE. UU., esa transición incluso podría efectuarse de manera tal que aumente los ingresos netos. A cambio de la implementación del sistema territorial y la reducción de los impuestos federales, el gobierno federal podría gravar todos esos beneficios que no tributaron en el pasado a una tasa baja, que debiera pagarse durante un período de 10 años. Las empresas podrían entonces ingresar sus ganancias preexistentes sin pagar impuestos adicionales y las ganancias futuras en el extranjero podrían, como en otros países, ser ingresadas con una tasa baja, del 5 %.
Un impuesto del 10 % sobre las ganancias existentes acumuladas en el extranjero recaudaría aproximadamente 200 mil millones de USD en 10 años. Un impuesto del 15 % recaudaría aproximadamente 300 mil millones de USD. El nivel del impuesto sería parte de una negociación sobre el grado de reducción de la tasa tributaria corporativa general en EE. UU.
Por ejemplo, con un impuesto del 10 %, una empresa con 500 millones de USD en beneficios acumulados en el extranjero tendría que afrontar un pasivo fiscal de 50 millones, a pagar en 10 años. Podría ingresar 500 millones de USD en cualquier momento sin cargas tributarias adicionales. La repatriación de cualquier beneficio superior a 500 millones de USD estaría sujeta a un impuesto del 5 %.
El cambio al sistema territorial y la reducción de la tasa corporativa resultarían atractivos para las corporaciones multinacionales estadunidenses, incluso si tuvieran que pagar un impuesto del 10-15 % sobre sus beneficios anteriores acumulados. Si Obama busca una oportunidad para negociar un acuerdo bipartidario que fortalezca la economía estadounidense y aumente el empleo, debe considerar seriamente un paquete de reformas de este tipo.
Por Martin Feldstein
project-syndicate.org
Traducción al español por Leopoldo Gurman
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