“Mantequeás tu tiempo en perdiciones que acrecientan tu sonrisa llamando la atención.
Tus miradas de vidrieras dejan que los gases transformen en lágrimas tus sueños.
Tu tiempo cuesta caro para gastarlo en boludeces teniendo lindos tesoros que aclarecen noches de soledad.
El tiempo pasa le acomodás la mesa a tu enemigo.
Esa locura no se cura con grandes alcoholes ni televisión.
Estás dejando ser las plantas que crecen del meo de la gente”.
En el Cielo el Señor implora para que reces. Suplica en su sermón que no seas un papagayo.
Tu gríngola ya comienza a ser pecado hasta en el Templo de la Justificación.
En la nube (andá a saber quién) censuran la libertad de esa mujer que quiere mostrar lo natural de su pezón en Instagram. Igual es libre, nunca va a dejar de ser Madonna. De paso se burla y regala su corazón algo tendrías que aprender.
Tu caballo ya no va al galope solo sigue las señales de tránsito.
Los vagones como décadas se van.
Gracias a tus descuidos la paloma deja caer el olivo de su boca mientras comienza a planear convierte su cara en águila. Cuando te ve se le hace agua su nueva boca.
Lo sorprendente es la capacidad que tenés para ser un origami solo para pertenecer aunque tu esqueleto se deforme o revienten tus articulaciones.
¿Cuándo vas hacer protagonista de tu propia historia o por lo menos proponer algo para cambiar la historia?.
Tu caballo ya no va al galope sigue las señales de tránsito solo para pertenecer.
Los vagones como décadas se van aunque no quieras ver.
Nunca hablamos qué es lo que realmente querés Ser y cómo lo podrías Ser.
¿Si no sos cuál es tu felicidad?.
Mostrame tu cara humana y no la doble cara de tu moneda.
Lo dijo tu dios, ¡Papagayo!.
Por Andrés Legnani
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