Porqué Lula no aceptó ser ministro de Dilma Rousseff

Tiempo de lectura: 3 minutos

Lula considera indigno con su historia buscar, a través de fueros privilegiados, el salvoconducto contra las arbitrariedades del momento. Al rechazar un puesto de ministro en el gabinete de la presidenta Dilma Rousseff, el mandatario Luiz Inácio Lula da Silva produjo un raro momento de grandeza en la escena política brasileña. Convertirse en ministro sería crear una situación incómoda para el gobierno y para la presidenta. Y eso Lula jamás lo haría. Es así que se comporta un líder, que no necesita de cargos para ejercer la política y dispensa el refugio para la dignidad afrontada.

En plena vigencia de un estado de derecho, Lula no tendría nada que temer. No cometió ningún delito, antes, durante o después de gobernar el país. Su actividad como conferencista es el resultado de la proyección internacional que logró. Paga impuestos por lo que gana lícitamente. No hace lobby, consultoría ni intermediación de negocios. El Instituto Lula no recibe dinero público, ni directa ni indirectamente. Pero, ¿Y entonces?

En el ambiente de terror policial insuflado por opositores y medios de comunicación, Lula se convirtió en blanco de toda suerte de violencia. Agentes del terror lanzaron una bomba en la sede del Instituto Lula.

Sabemos, o deberíamos saber, a dónde nos lleva
Por Matheus Pichonelli. Leer más

Agentes del Estado, que deberían estar sometidos a la ley y a su jerarquía, quebraron ilegalmente el secreto bancario del ex presidente y de uno de sus hijos. Las maniobras sucias del delito están en las páginas de una revista sórdida esta semana. Quebraron el secreto de sus comunicaciones y, en vez de denunciarlo, parte de la prensa se asoció al acto delictivo.

Hay fuertes motivos para creer que el próximo paso sea someter a Lula a los métodos parajudiciales de la «República de Curitiba»: el mandato ciego de requisa, demorarlo para una mera declaración; la detención «preventiva» por la simple razón de estar libre. Las filtraciones selectivas de los últimos días desmoralizaron las negativas formales del juez y de los fiscales del caso Lava Jato: Lula es, sí, un blanco codiciado de la operación. No para ser procesado ya que no hay acusaciones contra él, sino para humillarlo ante las cámaras.

DilmaLulaAbracoFacebookReproducao-320x173En el estado de excepción en que se encuentra sujeto una parte de Brasil, nadie podría negar a Lula razón para aceptar la oferta solidaria y leal de la presidenta Dilma.

Siendo ministro, Lula estaría a salvo de las arbitrariedades de la primera instancia y del terror policial-mediático. Pero Lula no es un ex presidente cualquiera. Continúa siendo un líder muy influyente cinco años después de haber dejado el Palacio del Planalto.

Según un importante columnista de los medios de Organizaciones Globo, Merval Pereira, Lula no puede proferir conferencias para empresas contratadas por el gobierno (Merval Pereira tal vez ignora que Globo, que tiene contratos millonarios con el gobierno, ya contrató conferencias de Lula). El Instituto Lula no puede recibir donaciones empresariales (sólo el Instituto Fernando Henrique Cardoso puede, y puede recibir incluso donaciones de la estatal de saneamiento de Sao Paulo Sabesp). Lula no puede encontrar gobernantes extranjeros, pese a que sea el brasileño más respetado en el mundo.

Este raciocinio autoritario, parcial y prejuicioso sustenta las torpezas cometidas contra Lula (y contra la verdad) por medios y columnistas amaestrados.

Eso es lo que explica portadas mentirosas atribuyendo a Lula la propiedad de un apartamento que no tiene, los «vuelos secretos» (¿en aviones invisibles?), las «reuniones secretas» (en auditorios públicos, con cobertura de prensa), los informes oficiales manipulados groseramente para convertirse en noticia.

Lula es atacado por ser el líder más influyente que Brasil ya tuvo. Y por ser el mayor obstáculo al proyecto retrógrado y conservador que, frustrada la aventura golpista, por sus contradicciones políticas y económicas, necesita eliminar su liderazgo antes delas elecciones del 2018.

Al rechazar un puesto de ministro, Lula promovió un magnífico contraste con personajes políticos, institucionales y mediáticos. Mientras algunos secuestran instituciones para salvar su piel, o para perseguir adversarios, y otros actúan en forma omisa ante sus responsabilidades republicanas por cobardía o conveniencia, Lula decidió simplemente portarse con dignidad.

La negativa de Lula es un gesto fundamentalmente moral. Es valiente, porque enfrenta la arbitrariedad, y generoso, porque preserva a la presidenta. Es una lección más de educación política de un ex migrante, ex lustrabotas, ex metalúrgico y ex sindicalista para esta y otras generaciones.

Eso es incomprensible para los buitres que intentan medirlo con su propia vara y carácter mezquino.

Es cierto. Lula no es un ex presidente cualquiera. Lula es un líder.

Por Ricardo Amaral  

Nota original publicada en el Jornal GGN

(Síganos en TwitterFacebook)
INGRESE AQUÍ POR MÁS CONTENIDOS EN PORTADA

Las notas aquí firmadas reflejan exclusivamente la opinión de los autores.

Otros artículos del mismo autor: