Hablando en plata

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La discusión presupuestal sigue estando presente en la agenda diaria y no es para menos; se trata de la ley más importante de todo gobierno porque es la ley madre que compromete la gestión y de la que depende el futuro de los uruguayos por los próximos cinco años. Particularmente, esta ley, viene muy comprometida por un escenario heredado de una gestión multicolor que dejó la caja vacía y los compromisos excedidos mucho más allá de su vencida administración.
 
Ese contexto no termina de convencer a muchos que siguen aferrados a las consignas y aspiran a que los porcentajes prometidos se cumplan. Sin dejar de entenderlos por la necesidad y la urgencia, es hora de hablar en plata y poner en cifras los reclamos para explicar que aún cuando no se llegue a contemplar lo reclamado, si la torta crece la porción también…

Reconozco que no soy economista ni mucho menos, solo un simple ciudadano que pretende explicarse las cosas con cierta dosis de sentido común. Por eso es que cuando se habla del presupuesto y se recurre a reclamar en porcentajes las asignaciones que cada sector pretende para su rubro, recurro a un simple ejercicio de memoria.

El mismo consiste en recordar las discusiones presupuestales previas a la llegada del Frente Amplio al gobierno, y si mi memoria no me falla, desde la recuperación democrática para acá vivimos sendos ajustes que llevaron a agregar agujeros a los cinturones de todos los uruguayos. Principalmente de los trabajadores, jubilados y pensionistas.

Pasaron las administraciones coloradas y blancas, y cada una trajo consigo sendas reformas tributarias que nos llevaron a sufrir recortes en el salario mientras la economía sobrevivía con cartas de intención y vencimientos de deuda que nos sometían al arbitrio del Fondo Monetario Internacional sin discusiones. 

2002, la debacle

En la crisis del año 2002, durante el gobierno “divertido” de Jorge Batlle, padecimos lo peor de los últimos años con corridas bancarias y el sobrevuelo del quiebre de una cadena de pagos que no llegó a concretarse gracias a la ayuda norteamericana y un avión yanqui lleno de “dolores” al decir de un mal español del embajador estadounidense de la época.

Pero, los efectos de aquella debacle financiera pegaron fuerte en una economía pequeña como la nuestra que al menor resfrío argentino sentía los efectos de manera inevitable y contundente. Vivimos momentos de mucho nerviosismo y los rumores estaban a la orden del día, mayormente contaminados por la realidad argentina que llegaba por la tele. Las hordas arrasando comercios nunca llegaron pero generaron tal sicosis que debimos irnos de nuestro trabajo en pleno 18 de julio amenazados con ser víctimas de aquellas marabuntas sociales inventadas.

Aquella crisis sin precedentes de la historia reciente se sorteó gracias al enorme compromiso institucional de un país que hizo honor a sus mejores tradiciones democráticas y tuvo a un gestor de crisis como Alejandro Achugarry que supo timonear lo peor de aquel tiempo. Luego la historia es conocida, la izquierda llegaría al poder tras las elecciones de 2004, con un Tabaré Vázquez vencedor en primera vuelta y el inicio de una era progresista que nos dejó 15 años de crecimiento económico. La torta creció y así como creció también se distribuyó, contrariamente a las recetas neoliberales que nos gobernaron hasta entonces. 

Con Danilo Astori timoneando los destinos financieros orientales, el país ganó mercados y con ello dejamos de depender de los vecinos (principalmente de Argentina), sorteando sendas crisis internacionales que jamás dejaron caer al país en recesión. Eran épocas de puentes cortados que fueron argumentos suficientes para convencernos que había un mundo exterior dispuesto a negociar con nosotros y dejar de ser argentino-dependientes.

Junto con el crecimiento del PBI uruguayo, también crecieron las pretensiones de los sectores que reclamaban los recursos postergados durante décadas. Y con ese reclamo llegaron las consignas, resumidas en porcentajes que tienen una doble lectura, a mi humilde modo de ver. Porque cuando la torta aumenta, con ese aumento también lo hacen los porcentajes y así se mantiene la expectativa intacta de contar con más recursos disponibles según ese guarismo. Pero si la torta no crece, el porcentaje se estanca y decae junto con la merma sufrida, y aunque el porcentaje sea el sugerido, los recursos serán menos y caerán en la misma proporción.

Entonces, sin hablar todavía de cifras, se me ocurre que lo que hay que intentar a como dé lugar siempre no es a conseguir un porcentaje mayor solamente sino a que esa torta que representa la economía de un país crezca, porque a mayor volumen mayor será la porción que nos toque en el reparto.

Burda oposición

Cuesta mucho digerir a la actual oposición argumentando en contra de un presupuesto como el presentado por el gobierno de Yamandú Orsi, que no solo tomó como base al último número de la administración pasada correspondiente al año 2024, sino que lo incrementó en 140 millones de dólares para este ejercicio, previendo futuros incrementos en años posteriores. Es decir que quienes hoy critican por exiguo a este presupuesto no reparan que se trata del último que propusieron ellos mismos, es decir que si es malo les cabe la crítica por cuanto se trata de un presupuesto base que ellos mismos aplicaron.

Por otra parte, cuando se habla de porcentajes se olvida cualquier referencia numérica asociada que ponga en números al mismo. Y en ese ejercicio es que apuesto a todos a repasar los números del porcentaje asignado a educación en tiempos de gobiernos colorados, blancos y/o multicolor, para que se den cuenta que la cifra mayor se obtuvo durante las administraciones frenteamplistas, esas que hicieron crecer la torta y llevaron a cifras más altas la porción destinada a la educación. Es decir, no es el mismo porcentaje de los presupuestos colorados, blancos y/o multicolores, que el de los presupuestos frenteamplistas por la sencilla razón que los gobiernos del FA hicieron crecer la economía nacional llevando al PBI a cifras históricas, aumentando en cifras constantes y sonantes cualquier porcentaje presupuestal asociado al mismo.

Por eso creo que hay que hablar en plata antes que en porcentajes, poner en números fríos los porcentajes y dirimir de cuánta plata estamos hablando. Es mucha plata, mucha más que la que destinaban los gobiernos de los partidos tradicionales hasta que llegó el FA al gobierno.

4,2% para el 85% del gasto en educación

La proyección presupuestal para los años 2025 y 2026 destinados a ANEP, UDELAR, UTEC y PLAN CEIBAL, representa el 85% del presupuesto destinado a la educación, (ver imagen) sin contemplar lo destinado a la educación policial y militar que hacen parte del rubro. Tampoco contempla los refuerzos presupuestales lo que implica que en números constantes y sonantes lo asignado a educación es aún mayor. De lo que no queda ninguna duda y así lo manifestó el ministro Mahía, es que este presupuesto supera lo asignado en el pasado gobierno multicolor de Lacalle Pou. 

Claro que, hablando en plata, los números de la pasada administración no son el mejor argumento pero si se considera la deuda sin registrar de más de 1,200 millones de dólares que dejaron, por lo menos hay que reconocer el esfuerzo de superar aquella cifra. También es cierto que a pocos les interesa sentirse parte de un conjunto presupuestal y aspiran a obtener más recursos para su sector pero, al momento del reparto, el que distribuye tiene que contemplar a todos y en ese punto es donde las diferencias se vuelven notorias y se apela al recurso de hablar de porcentajes prometidos. Aunque esos porcentajes representen una cifra mayor a la que contaban hasta entonces.

Una promesa de campaña debe cumplirse, aunque la misma haya sido aspiracional siempre. Claro que ello es algo que resulta muy difícil  de contemplar luego de conocerse la realidad de un escenario de caja vacía y deudas contraídas que comprometen el futuro de nuestra economía.

Ante ese escenario, lo mejor que le puede pasar al país es que lo gobierne el Frente Amplio, porque solo esta fuerza de izquierda hace crecer la economía para repartirla luego sin privilegios y para todos los uruguayos. 

Solo el Frente Amplio hizo más grande la torta y la repartió a través del salario, pensiones y jubilaciones, moviendo la economía interna y dinamizando el mercado como nunca antes, al punto de blindarnos de crisis internacionales de la región y el mundo.

Apuesto a un gobierno que haga crecer la torta porque con ese crecimiento vendrá un aumento real más allá de cualquier porcentaje…

el hombre hacía números,
el perro ladraba un porcentaje…

Julio Fernando Gil Díaz
«El Perro Gil»

 

 

 

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