Esta semana es la última que España se encuentra sin gobierno. El sábado expira el plazo para formar un nuevo gobierno, y salvo una solución en el último extremo, parece que así seguirá, abocada a la celebración de nuevas elecciones el próximo día 26 de junio. Han pasado más de cuatro meses desde que se celebraron las últimas votaciones en las que no hubo un claro vencedor como para formar gobierno sin pactar con otros. Como ningún partido ha querido formalizar alianzas para conseguir el gobierno en coalición con otros, España sigue con el Partido Popular de Rajoy en la “administración en funciones” (que hace de todo, menos funcionar, como sarcásticamente se dice en los corrillos).
Ayer martes el Rey llamó a consultas por tercera y última vez a los diferentes líderes por tantear si era posible un acuerdo in extremis, y ver si todavía quedaba la posibilidad de evitar nueva campaña electoral, con el coste que supone, y una nueva llamada a las urnas. Parece que no. Que todo sigue tal cual, sin ponerse de acuerdo ni la derecha, ni el centro, ni la izquierda. De tal falta de acuerdo, según expresaron en la posterior rueda de prensa sus portavoces, se echan la culpa unos a otros, fijando los dardos sobre todo en el partido emergente, PODEMOS, como el mayor culpable de no llegar a esos pactos necesarios para un nuevo gobierno. Esa es la impresión, pero los ciudadanos saben también que no solamente el señor Iglesias de Podemos es el culpable de no llegar a pactos, sino que el PSOE comenzó haciendo equivocadamente las cosas al tratar de ser investido su líder como presidente sin el apoyo mayoritario, buscándolo en un partido con cuyos votos no llegaba a esa mayoría. Quiso luego enmendar la plana, como se dice vulgarmente, pero ya era tarde, sumándose además el inconveniente de que CIUDADANOS, con el que había logrado el pacto, no admitía ningún acuerdo con Podemos.
A partir de ahí no quedaba otra solución que un gran pacto de Estado, como llegó a denominarse. Un pacto por otra parte que, como todos los entendidos en política, era tratar de hermanar ideologías opuestas, una coalición contra natura, de la que saldrían perjudicados no solamente los dos partidos mayoritarios si llegaran a unirse, y sus correspondientes votantes decepcionados, sino la sociedad que vería frustradas sus intenciones de voto, y no se explicarían esa unión de dos partidos antagonistas en su imagen y quizá, por eso de las apariencias, en su ideología.Ya se sabe que le PSOE ha perdido muchos principios que fueron su bastión frente a la derecha desde que gobernara por primera vez en 1982, y mantuvieran el poder renunciando a ellos, como al marxismo, la salida de la OTAN, la primera reforma laboral, etc… Un partido, el socialista en el que cada vez se tienen menos en cuenta los derechos sociales y los servicios públicos, aunque sin llegar al extremo de privatizaciones que impera en el PP, ni a su grado de corrupción, que también salpica la PSOE, aunque en determinados casos, y no en tan cantidad como al partido actualmente en el gobierno, uno de cuyos ministros, J. M. Soria, acaba de dimitir por su implicación en los ya famosos “papeles de Panamá”, donde figura al frente de varias empresas para evadir capital y eludir al fisco. Otra de las causas que esgrimirían sus votantes, sería que se trata de una postura que no dejaría de ser un apoyo directo a la corrupción generalizada de PP al aliarse con él para gobernar.
Descartada esa posibilidad que se estuvo barajando tanto desde la derecha del PP como desde el mismo PSOE, su líder no tenía otro remedio que pactar con los demás, pero no encontró otro apoyo que el C,s, del que se supone no deja de ser una marca blanca del PP, aunque su imagen sea la de una derecha moderada, que lucha contra la corrupción.
En estas acusaciones de culpabilidad se han cargado las tintas sobre la figura de Pablo Iglesias, repercutiendo en su buena imagen. Según las últimas encuestas le ha provocado un descenso en la intención de voto a favor de Podemos, aunque sus líderes siguen confiando en superar con creces los 60 escaños en las próximas celebraciones que, como digo, tendrán lugar a finales del próximo mes de junio.
Han sido unos meses no tanto de incertidumbre, pues la mayor parte de los españoles pensaba tras el fracaso de las primeras conversaciones, que no había otra salida que unas nuevas elecciones, cuanto de malestar porque roto el bipartidismo, se ha descubierto que nuestros políticos no dan la talla que el país se merece. Parece como si se les hubiera hecho pedazos la tarta, y todos, al ver que la mitad para cada uno ya no podía ser, como ha venido siendo hasta ahora con el imperio del bipartidismo, quisieran pillar el trozo más grande, siendo tan poca la diferencia entre unos y otros a la hora de repartir el pastel.
En mi humilde opinión de periodista y de ciudadano, creo que ha faltado generosidad en unos y otros, y detrás de todos ellos, sobre todo en los dos grandes, ha faltado además criterio de Estado para ceder en aspectos importantes. Es cierto que del PP poco se podía esperar, pero del PSOE no se esperaba esa cerrazón a unas propuestas por parte de los partidos independientes y de PODEMOS encaminadas a desfacer los entuertos –que diría don Quijote, cuyo cuarto aniversario de la muerte de Cervantes celebramos estos días-, deshacer las barbaridades que llevó a cabo un gobierno corrupto con unos recortes que lejos de llevar a España hacia el progreso, la han sumido en la pobreza absoluta y en la desconfianza política: ha aumentado el desempleo, la pobreza afecta ya a la tercera parte de las familias, los jóvenes bien preparados se han visto obligados a salir al extranjero por trabajo (40.000 cada año desde 2011), y los servicios sanitarios y educacionales se siguen deteriorando… Propuestas de solución con sus drásticas medidas correspondientes que quería conseguir PODEMOS imponiéndolas como prioritarias en el programa del pacto que pretendían con los socialistas. Éstos aceptaban muy pocas y las que aceptaban eran maquilladas, sin ir al fondo de la cuestión, pese al apoyo que hicieron a la propuesta de la Ley Social 25 que aprobaron en el Congreso la semana pasada, con la oposición del PP y la abstención del C,s, una ley encaminada a dar prioridad a las necesidades sociales sobre energía doméstica (no permitir que las familias se quedaran sin agua o luz o calefacción por falta de pago), entre otras cuestiones. Una votación que parecía abrir una ventana al pacto entre ambos PSOE-PODEMOS, pero que quedó en eso, nada más, y no logró dar un paso adelante.
Ya sólo nos queda que el panorama que resulte de las próximas votaciones sea más claro que el actual, desequilibrando las fuerzas de los dos grandes partidos, para que puedan darse pactos naturales con los que conseguir un gobierno realmente progresista. Vistas las posturas de unos y otros, no vale echarse las culpas, sino mirarse a sí mismos, y remediar lo mal hecho para procurar hacerlo mejor en caso de que los resultados de las siguientes votaciones sean -posiblemente lo serán- muy semejantes. Hacia las elecciones en junio estamos abocados, si un último acuerdo al limite no lo remedia, y a este paso, parece imposible. Como dijo el famoso torero “Guerrita”: “lo que no puede ser, no puede ser, y además es imposible”.
Echarse mutuamente las culpas sólo sirve para encrespar los ánimos. El martes día 3 de mayo, por tanto, el Rey firmará el decreto de disolución de las Cortes y se convocaran nuevas elecciones que se celebrarán el 26 de junio, según los plazos previstos en la ley. Esperemos que una vez celebradas y conforme a sus resultados, no se dilate el tiempo de constitución de un nuevo gobierno, y que éste sea realmente de progreso como vienen anunciando algunos líderes políticos.
Por Ramón Hdez de Ávila*
(Artículo del corresponsal de La ONDA digital en Madrid,
marzo de 2016)
La ONDA digital Nº 766 (Síganos en Twitter y facebook
(Síganos en Twitter y Facebook)
INGRESE AQUÍ POR MÁS CONTENIDOS EN PORTADA
Las notas aquí firmadas reflejan exclusivamente la opinión de los autores.
Otros artículos del mismo autor: