Estos días, esta revista, La ONDA digital, cumple 21 años, llegando al número mil, sin faltar nunca a su cita con los lectores, los asiduos y los que esporádicamente con ella se toparon navegando por Internet. Es difícil que un medio de comunicación social perdure en el tiempo, y menos largo tiempo. Algunos nacen con mucha fuerza, pero poco a poco, por diversas circunstancias, casi siempre ajenas a sus trabajadores, van apagándose, y nadie se acuerda ya de que durante un tiempo acompañaron el vivir cotidiano de personas cuyo único contacto con el exterior fueran quizá esos minutitos que de cuando en cuando dedicaban a leer los reportajes, noticias y comentarios que el medio en cuestión ofreciera. “Todo pasa y todo queda”, que decía el gran poeta Antonio Machado; es ley de vida, una ley que casi siempre se ceba en la verdad y la autenticidad, en los medios que viven y sobreviven gracias al esfuerzo de unos románticos, que se sientan ante la máquina de escribir, hoy ordenador, para expresar sus opiniones o informar de lo que sucede en el mundo. Acudir a la cita prevista con ese lector que espera su salida y sus novedades, durante más de 20 años, es no un milagro, que los milagros en la tierra no existen, sino una heroicidad, que el humano es capaz de realizar, aun jugándose su propia vida, su trabajo, su reputación o sus amistades, que en esto del ejercicio periodístico se ganan, y con la misma facilidad se pierden. No digo ya si ese escritor nada a contracorriente, o sea, se enfrenta al poder o denuncia las corrupciones de ese poder. No es nueva la situación, es tan vieja como las misma corrupción, arraigada en el humano por su afán de poder, desde que adquiriera uso de razón y descubriera que uno podía ponerse sobre el otro para utilizarlo, aniquilarlo o retirarle de la circulación. Así, constantemente, desde la antigüedad más remota. No extraña, pues, que sigan perdurando estas presiones sobre los medios y su objetividad por fuerzas exteriores si no se ajustan a sus criterios y siguen sus directrices. No extraña, pues, que quienes trabajan en prensa, se vean sometidos a intereses de otro tipo, que nada tienen que ver con el fin para el que el periodismo se ha creado, desde la censura pura y dura, hasta la falta de medios económicos. Por eso el periodismo es considerado como uno de los oficios más peligrosos y arriesgados del mundo, inestable, con peligros de toda clase y condición, desde perder la vida, a perder el trabajo. Ya en su tiempo el genial Cervantes, en cuyas letras iba plasmada su misma vida, lo vaticinó: “la pluma es más poderosa que la espada”. No hay que ser muy listo para desmenuzar su significado.
La heroicidad del periodismo
Héroes son los que contra viento y marea, contra medios más poderosos, como la televisión o los grandes diarios, apoyados por grandes y ricos emporios empresariales, les hacen la competencia y caminan por su cuenta sin otra finalidad que contar la verdad y tratar de hacer un mundo más justo e igualitario. Desde su humilde labor, tratan de contrarrestar la propaganda e información manipulada para evitar que los lectores acaben siendo manejados por intereses ajenos a sus propios y cotidianos intereses. Desde sus humildes despachos y pequeñas infraestructuras, tratan de desvelar todo lo oculto que se esconde debajo de la alfombra de colores en el mercado de la información y de la opinión. Luchan libremente conforme a su criterio de objetividad, guiados por su ética, a sabiendas de lo que se juegan, si contradicen los objetivos del poder, desde bancos a mercados de grandes multinacionales.
Y no hablo de memoria, ni porque lo haya leído en otras partes. Lo he sufrido en mis propias carnes a raíz de una investigación que me llevó varios años, cuyo resultado fue un libro de 800 páginas publicado hace cinco años: “Madrid, Corte y Recorte”, donde denunciaba las tramas de corrupción que durante 20 años movían el ejercicio de la política llevada a cabo por el Partido Popular (PP), en aquellos días en el gobierno central de la nación y en la Comunidad de Madrid, cuyas consecuencias, recortes y diferencias sociales seguimos sufriendo hoy los españoles, agravada la situación por la pandemia que azota el mundo. El “españolito, al que una de las dos Españas le sigue rompiendo el corazón, el ciudadano de la calle, digo, se ve como animal indefenso sin otra posibilidad que tratar de subsistir. Recortes que llevaron a pérdidas de puestos de trabajo, y cierre de empresas pequeñas o familiares; desahucios de viviendas dejando familias con hijos pequeños en la “puta calle”; deterioro de los servicios públicos; degeneración del sistema hasta entonces mejor montado, y orgullo de nuestro país, ejemplo de otros que lo copiaron, como eran los servicios sanitarios, hoy en manos de multinacionales… etc. Así, hasta llegar en la actualidad a una situación semejante a la de la época del subdesarrollo franquista, como consecuencia de una política nefasta al servicio de grandes empresas, y de la corrupción sistémica del partido en el poder.
Estas últimos meses se está juzgando a sus principales dirigentes, largas jornadas y extensos folios de sumarios tratando de demostrar lo que muchos periodistas denunciamos años atrás. Muchos de los personajes que citaba en mi libro, están sometidos desde hace varios meses a testificar ante los jueces, sentados en el banquillo de los tribunales. No hará falta decir que los jefes, los autores y promotores de tan viles comportamientos, lo niegan todo, pese a otras declaraciones en contra, y la evidencia de los hechos que se ha demostrado. Veremos cómo acaba todo. Poca confianza tiene el pueblo español, sabedor de que el poder judicial está, hoy más que nunca desde la implantación de la democracia, manejado por este partido corrupto (PP, “Partido Podrido”, lo califican algunos), cuyos miembros no quieren aceptar cambiarlo, ni negociarlo con los demás (Negociaciones, por otro lado, engorrosas para realizar el cambio de la cúpula del Poder Judicial, cuyos responsables fueron designados a dedo por el PP cuando gozaba de la mayoría absoluta en el Congreso, cantidad necesaria que actualmente no alcanza la coalición gubernamental formada por el (PSOE), Partido Socialista, junto al partido de izquierda, Unidas-Podemos).
A propósito, y sirva como ilustración, hay un dicho en España que se difundió esta pasada semana santa, acerca del Juicio entre Barrabás y Jesucristo, cuando Poncio Pilatos los presenta al pueblo para escuchar su veredicto. Se decía que si Barrabás fue absuelto, y fue condenado Jesús, se debió a que el juez era español, culpó y condenó al inocente y exculpó y absolvió al facineroso. Con esto creo dibujar la situación.
Y como remate, la pandemia del COVID-19
Por si fuera poco tanto desmán, desde hace un año largo, España como toda Europa, y todo el mundo, se ve invadido por un virus que está haciendo estragos, sembrando de cadáveres nuestro país, el segundo en Europa, después de Italia. Pandemia a la que tampoco es ajeno todo el planeta. Los españoles de la calle se ven asfixiados hasta verse obligados, repito, a formar en las grandes capitales, sobre todo Madrid, largas colas de personas para conseguir comida repartida generosamente por convecinos, organismos privados y asociaciones sociales. Nadie imaginaba en este país del primer mundo, que se volverían a ver los tristemente recordados como “comedores sociales”, y las terribles y humillantes colas de personas y familias que pasan hambre y necesitan alimentarse. Triste realidad que pasaría desapercibida si no fuera por la prensa, y por quienes se atreven a denunciarla, al menos, exponerla por si puede mover conciencias de políticos, gerifaltes y demás carroñeros, que no hacen otra cosa que aumentar su fortuna y las diferencias sociales para seguir enriqueciéndose con el dolor y el sudor ajenos.
Lanzar esta cruda realidad a las cara de los poderosos es un riesgo. No les gusta oírlo, ni que la información veraz provoque una rebelión que les haga caer de su pedestal. Mi libro, al que he hecho referencia, lleva una cita del gran filósofo francés, Voltaire (1694-1778), en las páginas de introducción: “Es peligroso tener razón, cuando el gobierno está equivocado”. Sirva este pensamiento como corolario de lo expuesto.
Por eso, porque La ONDA digital ha sido testigo durante más de veinte años de los avatares de la historia de Uruguay, del análisis de su situación, y de la del cono sur americano, y luego se ha hecho extensiva a Europa, invitándome, desde el 2015, a participar desde Madrid con mis comentarios, crónicas y reportajes, en su mesa informativa y analítica, merece desearle los mejores augurios. Que siga así, y tenga otra larga vida para seguir al lado de los lectores, y dar voz a los que no la tienen, tratando de infundirles los criterios necesarios para ser personas independientes, que no se dejen manejar por presiones externas. Nunca faltarán, pero no son muros infranqueables, y si hasta hoy, ha esta nuestra revista, se ha mantenido viva, es seguro que seguirá otro siglo más.
Haber sobrevivido durante mil números es toda una hazaña. ¡FELIZ CUMPLEAÑOS! ¡Y larga vida, compañeros!
Por Ramón Hdez de Ávila
Corresponsal en España
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