“Europa evitó una pesadilla”, celebraba un diario alemán al confirmarse el triunfo de Emmanuel Macron en las elecciones francesas y la derrota de su rival del Front National (FN), Marine Le Pen. No era para menos. Xenófoba y crítica del proceso de integración europeo, un triunfo de Le Pen habría significado el fin del proyecto de integración que se ha venido construyendo desde los años 50 del siglo pasado, después de la devastación de Europa por la II Guerra Mundial, cuyos pilares son Francia y Alemania.
Macron, exministro de Economía del actual gobierno del Partido Socialista, del presidente François Hollande, logró una cómoda victoria, con casi dos tercios de los votos en la segunda ronda electoral del pasado domingo y asumirá el cargo el 13 o 14 de mayo próximos, por un período de cinco años.
Pero desde ya se inició una tercera ronda electoral, que llevará a los franceses a la urnas nuevamente dentro de solo un mes, para elegir a los miembros de la Asamblea Nacional, el parlamento con el que deberá convivir Macron.
La elección se hace también en dos turnos, el 11 y el 18 de junio próximos y, desde ya, los partidos y el propio presidente electo se han lanzado a la campaña. Macron, pese a que no tiene partido propio, sino que se presentó a las elecciones presidenciales con su movimiento En Marche, recién formado, asegura que obtendrá la mayoría absoluta. Puede ser. Pero, para eso, tendrá que negociar con la derecha republicana y con lo socialistas de Hollande, los partidos tradicionales en Francia. Y, en frente, tendrá una izquierda que logró, con casi 20% de los votos en el primer turno, colocarse en cuarto lugar, a solo 600 mil votos del segundo; además de los representantes del FN y de otros partidos minoritarios.
Francia dividida
El resultado electoral deja en evidencia una Francia dividida. Tan dividida que Macron tuvo el cuidado de reiterar la necesidad de unificarla, en los dos discursos pronunciado en la noche del triunfo. Un llamado que incluyó a la candidata derrotada y a los miembros de su partido, el Front National.
Con una abstención de casi 25%, más elevada de lo habitual, y cerca de 9% de votos en blanco o nulos (cerca de 3,8 millones de electores), no le será fácil a Macron convocarlos a cerrar filas en las elecciones parlamentarias. Y aunque es tradición de la política electoral francesa darle al presidente electo una mayoría parlamentaria, los analistas advierten que es más difícil hacer una previsión con el escenario tan fragmentado.
Es evidente que una parte importante de los votos obtenidos por Macron en la segunda vuelta son de quienes rechazaban a Le Pen y a lo que representa, pero tampoco se sentían cómodos con la propuesta de su rival.
Dos tercios del 65% de electores que lo votaron hubiesen preferido un tercer candidato, afirmó Laurent Joffrin en la “carta de campaña” que ha venido escribiendo regularmente en el periódico Libération. El desafío principal del nuevo presidente –agregó– “será llenar el foso que separa la Francia feliz de la Francia montada en cólera”.
Consultados por la televisión, poco después de cerradas las urnas, el domingo, la mayoría de los electores expresó su preferencia de no otorgar a Macron mayoría absoluta en el próximo parlamento.
Jean-Luc Mélenchon, el candidato de France Insoumise, habló poco después de cerradas las urnas y conocidos los resultados. Fue un discurso de campaña y de combate. “El programa del nuevo monarca presidencial es conocido”, afirmó. “Es la guerra contra las conquistas sociales del país y la irresponsabilidad ecológica”. E hizo un llamado a los suyos para mostrar en las urnas, en las elecciones parlamentarias, que tras un voto que calificó de “rechazo y de miedo”, habrá llegado la hora de una elección positiva.
El derrotado candidato socialista, Benoît Hamon, le tendió la mano de cara a las parlamentarias. Hamon, que llamó a votar por Macron en el segundo turno, en lo que calificó como una decisión “difícil”, estimó que “la izquierda puede ser mayoría en la Asamblea Nacional, si ella se agrupa dentro de su diversidad”.
Quién es Macron
Se de la división de nuestra nación, dijo Macron al conocer el triunfo; la dificultad económica, el desempleo y la fractura social. Conozco la cólera que existe, afirmó.
Sin la identidad de un partido reconocido, las visiones sobre lo que el presidente electo de Francia se propone son objeto de las más variadas interpretaciones.
Rafael Poch, corresponsal del diario español La Vanguardia en París, recordó que Emmanuel Macron, de 39 años de edad, “fue el arquitecto de la política económica de François Hollande. Suyas son las dos grandes leyes económicas de este quinquenio: el Pacto de Responsabilidad y el Crédito de Impuesto por la Competitividad y el Empleo (CICE). Juntas suponen créditos y rebajas fiscales a las empresas por valor de 100.000 millones, sin condiciones más allá del compromiso patronal de crear un millón de puestos de trabajo.
No funcionó: el paro aumentó un 30% (800.000 parados más) y no hubo efectos en inversión, ni en exportación, ni en I+D”. Para Ignacio Ramonet, director de Le Monde Diplomatique, Macron es un “orador bastante mediocre y con un programa aún más confuso para disimular su carácter furiosamente ultraliberal”.
Manolo Monereo, diputado de Unidos Podemos, y Héctor Illueca, profesor de Derecho de la Universidad de Valencia, también analizaron la campaña electoral.
Las élites francesas y las élites dominantes en la Unión Europea, dijeron, “llevan años intentando liquidar un específico modo de ser, de estar y de organizarse del pueblo francés. Molesta, específicamente, el tamaño y dimensión del Estado, los mecanismos de regulación del mercado y los derechos laborales conquistados”.
Para ambos, Macron aspira a ser, junto a una parte sustancial del Partido Socialista, una especie Tony Blair, el exprimer ministro inglés que llevó a su país a la guerra de Iraque con Bush y Aznar, “fundador de una república basada en el capital, en el predominio de la gran empresa y en la devastación social y laboral.
Lo que acecha, conviene tenerlo en cuenta, es la consecuencia natural de esta Europa neoliberal en crisis: la norteamericanización de la vida pública europea”, enfatizaron.
“¡La misma Europa, cuyo fracaso alimenta al populismo de Le Pen, la anónima Europa al servicio del neoliberalismo!”, estimó Slavoj Zizek, filósofo y sociólogo esloveno, para quien se ha “alcanzado así el punto más bajo de nuestras vidas políticas: una pseudo-elección si es que alguna vez hubo una”.
Una propuesta que “desconcierta sobremanera al sociólogo y politólogo Alain Touraine”, él mismo francés de formación liberal. “Participo muy poco de la euforia con que se está recibiendo este fenómeno político tan ambiguo y hueco”, afirmó. “La victoria de Macron conducirá a Francia a una suerte de colapso institucional, precisamente porque va a producirse un cortocircuito entre el poder ejecutivo y el poder legislativo, de manera que Macron no será sino un presidente de transición. O un placebo momentáneo para atajar el peligro que representa el proyecto radical de Marine Le Pen”.
Hay, sin embargo, una voz importante en Europa a favor de Macron.
Es la de Yanis Varoufakis, el exministro de Economía griego, que renunció para no firmar la renegociación de la deuda de su país con la troika. “Emmanuel Macron quiso salvar a Grecia. ¡Voten por él!”, escribió Varoufakis en un artículo publicado en el diario francés Le Monde el pasado 2 de mayo, donde relata las dramáticas negociaciones que llevó a cabo con sus colegas europeos.
Una visión favorable al presidente electo expresó también Rubén Amón, en el diario español El País, el pasado 9 de abril. “Macron personifica la gran coalición. Presume de la bandera europea. Y se erige en artífice de la reconciliación republicana: ‘Quiero aglutinar lo mejor de la derecha y lo mejor de la izquierda’, declara a El País Semanal con su voz abaritonada”.
Amón citó a la portavoz de En Marche, Laurence Haïm: “Macron representa la solución a una sociedad demasiado polarizada. Y propone una política de consenso. Muy avanzada en lo social, pero al mismo tiempo sin complejos en las reformas y en algunas medidas liberales. Macron quiere acabar con la tensión izquierda-derecha. Y es creíble, porque es un extraordinario economista y porque quiere despojar a Francia del inmovilismo”.
No será tarea fácil.
Por Gilberto Lopes
Escritor y politólogo, desde Costa Rica para La ONDA digital
gclopes@racsa.co.cr
La ONDA digital Nº 815 (Síganos en Twitter y facebook)
(Síganos en Twitter y Facebook)
INGRESE AQUÍ POR MÁS CONTENIDOS EN PORTADA
Las notas aquí firmadas reflejan exclusivamente la opinión de los autores.
Otros artículos del mismo autor:
- El mundo tal como es (I-III)
- El nacimiento de un nuevo mundo: La Guerra Fría no ha terminado, ni lo hará de forma pacífica
- La interferencia desmedida de Washington enrarece el aire político en América Latina
- La larga marcha de la OTAN hacia el este
- El laberinto político europeo: ¿Dónde está la salida? ¿A la derecha, a la extrema derecha, a la izquierda…?