Una imagen que da que hablar: La Virgen María

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Días pasados la Junta Departamental en votación dividida, por 17 votos contra 14 no se autorizó la instalación de un monumento a la Virgen María en la rambla montevideana.

No son muchas las decisiones de la Junta que provoquen debates intensos con alta exposición mediática. Las barras del legislativo montevideano estuvieron muy concurridas

En esta oportunidad la Iglesia Católica lanzó una fuerte campaña mediática para su aprobación. Parecida a campañas políticas tuvo su propia consigna “Si a María”.

El Frente Amplio tomó colectivamente la decisión de no apoyar la iniciativa, a pesar de los costos políticos que trae aparejado. Una primera y simple lectura podría dar la sensación ser una medida discriminatoria y hasta contraria a la libertad de culto.

Sin embargo, yo que me incluyo en el “bando de los laicos” me sentí representado por la decisión de los ediles.

Casi sin darnos cuenta, quizás abonado por este mundo “incierto” y desideologizado el paisaje de nuestra ciudad se está viendo poblado por templos, iglesias y expresiones múltiples de una religiosidad creciente. No me parece mal que suceda si los espacios en los que logran visibilidad son privados.

En alguna celebración religiosa como es el caso de Iemanjá, cada dos de febrero, ocupan nuestras playas quienes profesan la religión y curiosos, que acuden por lo singular del evento transformándolo en un fenómeno popular.

Más allá de los problemas que causan para la limpieza posterior no veo dificultad alguna en que se ocupe el espacio, se haga uso del mismo y se retiren. Tienen el mismo derecho que yo al uso de Montevideo.

Bien distinto es que en los espacios comunes, se instalen monumentos religiosos que claramente son un elemento de difusión e influencia. Creo que por la misma argumentación la instalación del monumento a Iemanjá fue un error. Por otros motivos “el gigante azul” instalado frente a nuestra rambla tampoco me parece un acierto pero mi laicidad no se ve afectada.

Hasta el cansancio hablamos y destacamos la singularidad de nuestro país. Su fortaleza democrática y lo firme de sus instituciones, explican que este pequeño rinconcito del mundo de poco más de tres millones de habitantes, exista y hasta tenga mucha visibilidad entre gigantes como Argentina o Brasil.

El avance del catolicismo es tan osado que el Cardenal Sturla se anima a criticar los cien años de laicidad.

La separación de la Iglesia y el Estado ha sido y es uno de los pilares de la singularidad democrática en nuestro país. La escuela vareliana libre, gratuita y obligatoria, ha formado generaciones de uruguayos en la idea de respeto y tolerancia a todos las creencias. Conviven en nuestro país no sé qué cantidad de religiones y creencias desarrollan sus cultos en la más absoluta libertad.

La mayor o menor visibilidad la dio siempre el poder económico de cada Iglesia tuvo y tiene para “mostrarse” La iglesia Católica es justamente la más poderosa expresión teniendo templos, colegios, programas de radio y televisión a su servicio.

En mi opinión la laicidad uruguaya le permitió a la Iglesia optar con libertad frente al avasallamiento democrático. La iglesia “no quedó obligada” cuando cayó la democracia en manos de dictadores de comprometerse con éstos. Hay ejemplos cercanos y dolorosos como el rol de la Iglesia en Argentina, por ejemplo. Aquí en Uruguay, liberados “del compromiso estatal” cumplieron un rol importantísimo junto al pueblo uruguayo. Justo es decirlo, fueron activos partícipes de la batalla por recuperar la democracia.

No son los mejores antecedentes los de la Iglesia Católica en la historia. Allí donde tuvo rol preponderante de poder, estuvo asociada al avasallamiento, la intolerancia religiosa, la persecución.
No le haría justicia tampoco sino mencionara a todos los religiosos que profesaron su fe con dignidad y con compromiso hacia los más humildes, a los postergados, pero justamente esas tareas profundamente humanas más que evangelizadoras florecen en los marcos democráticos, en los marcos de pluralidad.

Creo que la Iglesia Católica está en una campaña agresiva de exposición y captación pública.Hicieron una enorme demostración en navidad, marcando los “hogares cristianos”, ahora el “Sí a María”, tuvo mucho de ofensiva política.

No veo inconveniente en ello, pero no quiero otorgarle el espacio común, el de todos los montevideanos, ese que tiene que ser de convivencia y participación a la difusión y captación religiosa. Los espacios públicos son para las plazas, para compartir, los espacios verdes son para disfrutar colectivamente, no para exaltar una religión u otra.

Por Walter Martinez
Columnista uruguayo

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