El olímpico Lorenzo Fernández seguramente lo hacía desde siempre, pero yo supe que se declaraba marxista, del Partido –entonces marxista ortodoxo- Socialista, leyendo una entrevista que le hizo la revista Sport, a fines de los años sesenta.
El Gallego Lorenzo además de futbolista era portuario y lo fue hasta su jubilación de viejo. A mis trece años, trabajé de cadete y tramitaba expedientes en las balanzas del puerto de las que el Gallego había sido encargado y donde había dejado un montón de anécdotas acerca de su clase.
Un vez el Director del puerto lo llamó para ofrecerle un ascenso y, al momento, le preguntó de qué partido era (ya sabiéndolo).
–¬Bueno… si tengo que elegir –dijo el gallego, como dudando-…
El Director le contestó con la mirada que sí tenía que elegir.
–Es difícil, porque son muchos partidos –respondió el Gallego–…
…con la Selección, con Capurro, con River Plate, con Wanderers, con Peñarol, finales del mundo, de sudamericanos, de campeonatos uruguayos, un montón… pero si tengo que elegir: La final de Amsterdam.
–Usted no me entendió. Yo le pregunto de qué partido político.
El Gallego apoyó los puños en el escritorio del Director y le dijo con serenidad.
–Si para que me dé el cargo tengo que ser de su partido político, se mete el cargo en el culo.
Y no lo echaron. Era olímpico.
Lo mismo Mibelli –ya mencionado en estas notas– o Luis Sabatel –titular de las selecciones celestes de los años cuarenta, héroe de la resistencia en el penal de Libertad–, eran obreros militantes orgánicos (éstos del Partido Comunista), entre otros…
Ahora, a partir del profesionalismo en serio, futbolistas tan destacados como ésos ya no permanecen en la misma clase social. Y está bien. “Enriquecerse es maravilloso” dijo Deng.
El Pequeño Timonel chino además recordó que Lenin afirmaba que si se necesitan capitales, se necesitan capitalistas. “Lo que no permitimos –matizó Deng–, es que exista una clase capitalista”. Es decir, burguesía para sí.
Del otro lado, pero a la inversa, tampoco permiten que el que llega, como empresario en el fútbol por ejemplo, a una situación de alta burguesía no tome esa clase para sí. Es decir, no abandone en la toma de partido a su clase de origen si fue el proletariado. En el fútbol y en cualquier otra disciplina, pero muy especialmente en el fútbol, que es catapulta electoral, sin igual, de dirigentes políticos.
El caso Piñera es elocuente.
El de Macri es tradicional porque nació en la oligarquía, ya organizado.
Ambos fueron los empresarios más notorios y exitosos en el fútbol de sus países y luego presidentes de sus repúblicas.
En Uruguay fue distinto. El empresario más notorio y exitoso, futbolista, no tomó partido político. Si alguien cree que la burguesía organizada ignoró la diferencia, que revise los archivos de los medios, de los últimos veinticinco años.
También veinticinco años hace ya que, en Argentina, la revista Noticias, de la editorial Perfil, titulaba en tapa sobre una foto de un espantoso Maradona, que a Diego le quedaba pocos meses de vida por el daño que le había hecho la cocaína.
Va a sobrevivir a Fontevecchia, pero en su relación con el nuevo Presidente de la FIFA, Gianni Infantino, Maradona ha entrado en la mayor zona de riesgo de su –¡gracias a Dios y a La Virgen!–, larga vida, donde la única zona sin riesgo siempre fue el área penal del equipo rival.
(Continúa)
Por José Luis González Olascuaga
Periodista y escritor uruguayo
Fuente de la foto de portada «Mundo Uruguayo»
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