Argentina fue en la historia de los mundiales después de 1930, el villano de la FIFA, el ausente por discordia hasta Suecia 1958 y el héroe maldito de los pueblos de 1986 y de 1990, cuando capitaneada por Maradona le ocasionó a otras multinacionales y a la FIFA, la más multimillonaria pérdida de la historia del fútbol. En 1994 la FIFA en Estados Unidos le «cortó las piernas» a Argentina, pero hubo una ocasión en que sí fue el caballo del comisario, aunque de un comisario usurpador.
El comisario legítimo era el general Omar Actis, el Presidente de la Organización del Mundial 78.
Este militar, quien había sido jugador de la tercera de River en la década del 40, fue asesinado cuando se dirigía a una conferencia de prensa como Presidente de la organización del Mundial. El episodio, ocurrido en Wilde, se le atribuyó a la guerrilla, pero las inútiles pruebas que se recogieron allí, llevaban otra marca, más relacionada con el ancla de los uniformes que lucían las patotas de la Armada. El mundial le salió a Argentina unos quinientos diecisiete millones de dólares, cinco veces más que lo que gastó España en el Mundial siguiente. El vicepresidente del ente autárquico Mundial 78, el vicealmirante Carlos Lacoste, hombre de confianza del jefe del arma naval, el almirante Emilio Massera, ni siquiera concurrió al velatorio del presidente Actis. Desde ese momento comenzó a manejar a su antojo la organización del Mundial y se jactó de no haber presentado nunca un balance. ‘Si me quedé con quinientos mil dólares es cosa mía’, le contestó al Director de la revista Goles dos años después. El vicealmirante también se movió a sus anchas en la Asociación del Fútbol Argentino, donde colocó a su amigo, el abogado Alfredo Cantilo y también respaldó la candidatura de su sucesor, Julio Grondona, quien continuó en la Presidencia hasta su muerte. Su amigo João Havelange colocó luego a Lacoste de Vicepresidente de la Confederación Sudamericana y luego de la FIFA, donde también fue sucedido por Grondona, quien permaneció en el cargo. El asesinato, en su momento, fue atribuido a la organización armada Montoneros, pero con los años, los servicios de inteligencia del ejército adjudicaron el crimen a un comando de la Marina.
En Pilar, más precisamente en Fátima, una localidad de Pilar, al norte de Buenos Aires, hubo una masacre en supuesta represalia por el asesinato de Actis. La Marina le había atribuido en su momento el asesinato a los Montoneros. A dos días de la ejecución de Actis, aparecieron en Pilar treinta cadáveres dinamitados, con una tarjeta que tenía escrito «30 x 1». Eran pibes de la Juventud Peronista que habían sido secuestrados después del golpe por la Marina, y los mataron para hacer creer que era en represalia por lo de Actis. Pero el caso Actis integra la sucesión lógica de Prat y de Trabal, los militares Carlos Prat y Ramón Trabal, asesinados por las dictaduras de Chile y de Uruguay, en Buenos Aires el chileno y en París el uruguayo.
No muy anterior a su presidencia del Mundial, apenas un par de años antes, el general Omar Actis había sido Interventor de YPF durante el gobierno peronista.
Videla y su ministro de Economía, Martínez de Hoz, tenían razones más que suficientes para tolerar, aunque fuera a regañadientes, incluso que el ‘queso’ del Mundial trepara hasta los quinientos cincuenta millones de dólares, porque el general Actis mantenía ascendiente sobre Yacimientos Petrolíferos Fiscales, donde había sido Administrador General y había denunciado que el costo de producción de YPF por metro cúbico de petróleo era de 4,5 dólares mientras le hacían comprar petróleo a contratistas por 40 dólares el metro cúbico. Además, Actis se oponía firmemente a la privatización del subsuelo que impulsaban Martínez de Hoz y las transnacionales petroleras a favor de los terratenientes y del propio Martínez de Hoz. Éste heredó dos millones quinientas mil hectáreas en La Patagonia, una herencia de familia que venía de la guerra contra los indios. Se las otorgó Julio Argentino Roca a los Martínez de Hoz. Si José Alfredo Martínez de Hoz se hacía dueño del subsuelo, se quedaba con una renta petrolera de miles de millones en connivencia con las transnacionales, pero no como comisionista, como dueño. Actis se le opuso a muerte. Literalmente a muerte…
Deshacerse de Actis llegó un momento en que les interesaba a todos, a Massera, a Videla, a Martínez de Hoz y muy evidentemente a Lacoste. El que se benefició directamente de inmediato fue éste. Quedó de vicepresidente de la FIFA. El discurso inaugural de Martínez de Hoz en abril del 76 ya anunciaba la maniobra. Su prioridad era privatizar totalmente YPF. Dio el puntapié inicial. Pero dos generales de la línea Actis, interventores de YPF, se opusieron a esa política. Ambos cayeron en meses, y en 1977, Martínez de Hoz puso al frente de YPF a un civil de su grey, Raúl Ondart. Pero éste, cuando vio que la dictadura se caía, resistió quedar regalado, así que denunció el estado de cosas a que ya había llevado Martínez de Hoz a YPF en 1979. Dijo que le hacía comprar a 50 dólares a los contratistas el metro cúbico y venderlo a 45 dólares a Shell y a Esso directamente, con lo cual obligaba a YPF a ser deficitaria cinco dólares por metro cúbico sólo por el juego de tarifas. Ondart falleció ese año 79, en noviembre, en un misterioso accidente de aviación, similar al que mató en esos años a David Gravier, el financista de La Opinión que defendía a YPF. Martínez de Hoz quedó con las manos libres para seguir saboteando a YPF a favor de las transnacionales y suyo propio, con endeudamiento deliberado, fuga de técnicos incentivada por el Ministerio y tarifas cada vez más absurdas…»
YPF fue depreciada para la liquidación total de la empresa que perpetró Carlos Saúl Menem, y terminaron de privatizarla a precios muy inferiores a los reales. Las pericias determinaron que YPF fue obligada a endeudarse en seis mil millones de dólares, doce veces más que el «queso» del mundial, más las comisiones de Repsol por la anexión de YPF, más Sol Petróleo, la empresa que Martínez de Hoz dirigió con sus socios, Suárez Mason, el de Orletti, socio de ANCAP de Eduardo Ache en Sol Petróleo.
En 1981, YPF, la empresa petrolera argentina, le vendió a Shell un total de 3.472.900 metros cúbicos de petróleo. Si solamente YPF hubiera cobrado el 60 % del precio internacional del petróleo, es decir 132 dólares por metro cúbico, hubiese percibido 270 millones de dólares más de lo que realmente cobró. Se estaba cumpliendo en toda regla el desfalco anunciado y denunciado por el general Omar Actis cuando era el Interventor del organismo.
Parte de esta trama se reveló en un informe del entonces senador Fernández Huidobro sobre los negociados de YPF posteriores al asesinato de Actis, que incluía el del ente energético uruguayo (ANCAP) con la empresa Sol Petróleo, del ministro de Economía de la dictadura argentina, Martínez de Hoz, en la época en que era presidente de ANCAP el economista Eduardo Ache.
Las actas parlamentarias del caso Sol Petróleo revelan que Martínez de Hoz recibe de Menem la concesión de la empresa con la que le estafaron doscientos millones de dólares al Estado uruguayo representado por Eduardo Ache. Según Ache, Martínez de Hoz y sus socios maquinaron una maniobra para venderle un circo lleno de enanos.
Aceptemos de buena fe que todo el engaño, la trama de goles, petróleo, asesinatos y vaciamiento del Estado, entra en el lema de Grondona: “todo pasa”. Lo que no puede pasar, lo que debe mantenerse en la agenda de los medios sobre “corrupción”, y permanecer hasta que la fiesta neoliberal vuelva a Uruguay como volvió a Argentina, es lo que denunció Búsqueda, después de haberle buscado por todos lados al Frente Amplio en ANCAP y no haberle encontrado un solo cargo penal. Búsqueda denunció que Raúl Sendic gastó un promedio de 288 pesos mensuales, con la tarjeta corporativa de una compañía petrolera que factura por mes, doce millones de dólares.
(Continúa)
Por José Luis González Olascuaga
Periodista y escritor uruguayo
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