Finalmente lo dije. Luego de esperar infructuosamente que algún periodista me lo preguntara o que alguna organización política me lo propusiera, decidí comunicarlo a la opinión pública.
Sé que algunas dificultades tengo, pero como dice un amigo, el mundo es de los que van y van, entonces voy.
Si lo pienso un poco, en realidad no vengo de una familia con
tradición política, también estoy un poco excedido de peso. Si hablamos de la edad, no, no es la ideal. Si soy sincero, sincero, lo que se dice sincero, un poco de idoneidad me falta pero ahora que estoy valorando mis aspiraciones creo que lo que sería lapidario es mi apellido, Martínez. Como sabrán, los comentarios de prensa y corrillos han instalado a otro, con mi mismo apellido y mejor curriculum. Una campaña de Martínez contra Martínez se prestaría a confusiones.
Voy a dejar por aquí mismo mi corta carrera presidencial, espero no haber defraudado a nadie, ni haber generado falsas expectativas, está decidido, no voy a ser candidato.
Ahora que renuncié me siento más aliviado, confieso que por un momento toda esa responsabilidad sobre mis hombros me abrumó. No es fácil sentir esa presión encima.
Los hijos de los presidentes, deben en algún punto estar más acostumbrados, deben tener incorporado el asunto más naturalmente. Que en la mesa familiar se discutan de problemas de estado como en la mía de fútbol o básquet claramente predispone mejor. “Ser como mi padre”, con la idolatría que todo hijo siente por su progenitor, si te toca en el reparto que el tuyo sea nada menos que presidente, te pone una vara alta.
La irrupción de Álvaro Vázquez en el escenario político con un reportaje en Brecha no pasó desapercibida. Por el tenor de sus declaraciones, lo más novedoso es que otro hijo de presidente sale a la arena política.
No le haré la ofensa al doctor Vázquez de compararlo con Lacalle Jr., éste salió a la lucha política de manera ostensible y mediática (asocio el concepto a lo que nos tiene acostumbrado la televisión argentina) y durante toda su campaña no hizo más que acumular material para que las redes sociales se diviertan hasta hoy con sus apariciones públicas.
Ahora bien, me parece que la elección de su concepción como de “izquierda cristiana” y que sea el PDC la fuerza desde donde se proyecta no sería en mi opinión, el mejor marco para su lanzamiento. En primer lugar el Partido Demócrata Cristiano, para avalar su mirada de “izquierda cristiana” dio pasos valientes y singulares. Fue en alianza con los comunistas en el nacimiento del Frente Amplio, tomó una postura de principios, democrática y de resistencia con todo el FA contra la dictadura. O sea, el rasgo distintivo de esa colectividad fue su compromiso con la izquierda y el progresismo político del Uruguay.
No parece ser el caso de un político que sale al escenario público oponiéndose justamente a la agenda de derechos que con más pujanza ha impactado en nuestra sociedad.
En un tiempo de incertidumbres, donde el equilibrio económico limita el avance del campo popular a niveles mayores de equidad, la búsqueda por la equiparación de derechos es por donde la izquierda y el progresismo trata de establecer avances.
Por otra parte, la conceptualización política durante el reportaje sin mencionar al Frente Amplio, podría sugerir la búsqueda, poco novedosa de nuevos rumbos. Es bien reciente que anda por ahí, un casi ex diputado, tratando de “abrir puertas de salida del Frente” para que no vuelva a ganar.
Por aquello de nada nuevo hay bajo el sol, no está fácil encontrar nuevas rutas. Por mi parte la irrupción de Álvaro Vazquez la encuentro en sintonía con “la Navidad con Jesús” una campaña con balconeras donde en muchas casas montevideanas pudimos verlas exhibidas. Más recientemente decirle “Sí a María” que buscaba erigir un monumento en la rambla. La prédica permanente del cardenal Sturla en distintos momentos, inclusive, terciando en temas como educación. Vazquez sería algo así como la expresión política de esa mirada cristiana.
Que está a la ofensiva, que busca espacios de representación política. Quizás la Iglesia Evangélica esté haciendo un esfuerzo menos sutil pero más explícito por su participación política pero lo veo como caras de una misma moneda. El laicismo en Uruguay está siendo francamente cuestionado. Parece ser que la batalla de las ideas no se desarrolla en el campo filosófico sino más bien en la lucha terrenal de “como vivir”.
Por lo menos en esta primera aparición pública no me dio la sensación que haya empezado de la mejor manera Álvaro Vazquez, por ahora está siendo destacado por “hijo de” y no por lo novedoso de su conceptualización. Si soy justo con el compañero Tabaré, diré que llegó a la presidencia por haber sido cara visible del voto verde que libró batalla contra la impunidad, que fue candidato de todos, emergiendo del Partido Socialista y llegó a presidente por el Frente Amplio.
Por Walter Martinez
Columnista uruguayo
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