PIT-CNT y FA debaten si a la LUC le interponen referéndum

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El PIT-CNT y el FA están debatiendo si a la LUC se le interpone el recurso de referéndum para derogarla.

En principio “al aprobar la Ley de Urgente Consideración, la coalición gobernante ha vulnerado derechos adquiridos. Esta Ley se hizo de espaldas a la ciudadanía que no conoció su contenido durante la campaña. La academia y las organizaciones sociales se oponen a su contenido» (Carolina Cosse). En principio sobran los motivos para juntar firmas que convoquen al referéndum, pero otras voces de nuestros ámbitos consideran “una mala estrategia la convocatoria”, “el riesgo de perder el referéndum y consolidar así la Ley” de Urgente Concesión, “abrir demasiados frentes en tiempo de campañas electorales departamentales y municipales y comienzos de la puja presupuestal”, “desgastar el instrumento plebiscitario cuando el gobierno se guardó en la manga la joya de la corona (ANTEL) para una ley de medios que, aun teniendo los tiempos de discusión debidos, podría ser aprobada por brazos de yeso el próximo año”.

¿Referéndum o no? ¿Es ésa la cuestión? El referéndum necesita las firmas y después la mayoría de votos afirmativos. Es una forma de plebiscito muy exigente para quienes lo impulsan. Si hubiese que recurrir dos veces al mismo procedimiento tras las movilizaciones por el presupuesto y las campañas electorales de este año, ¿es posible ganar todo?, ¿es necesario. ¿Con cuáles fortalezas y debilidades contamos?

Para empezar, recurrir a un plebiscito o a dos o a ninguno no es estrategia, es táctica. La siguiente duda es, ¿aportan a la estrategia de ganar las mayorías para avanzar, profundizar, cimentar en nuevas bases la democracia o pueden desgastar las grandes líneas estratégicas?

Fui uno de los primeros en firmar una de las primeras papeletas del SÍ rosado y se decía ya entonces que un plebiscito nos desgastaría. La realidad demostró que sin el voto rosado el Frente Amplio no hubiera alcanzado la mayoría parlamentaria (que se alcanzó por un margen muy ajustado en 2009 y conozco muchos jóvenes que votaron al FA sólo porque fue el único que ensobró la papeleta rosada). En las generales siguientes “el NO a la baja” le retuvo la mayoría al FA. Sin esa campaña la hubiese perdido, porque fue el voto joven el que definió la elección. Algo similar ocurrió con el referéndum de Larrañaga, aunque esta vez, «el miedo no es la forma» no alcanzó para ganar las nacionales. Estos tres ejemplos marcaron cortes generacionales pero ya en 1989, con todo el cuadro en la cancha, si no hubiésemos crecido con el voto verde no hubiéramos ganado nuestro primer gobierno departamental. Y, sin embargo, no pienso que lo más importante de los distintos plebiscitos sea ayudar a tal o cual victoria. Lo principal es el modo de hacer política. Comparado con éste, cualquier resultado es un resultadito.

Fue José Batlle y Ordóñez quien mejor argumentó a favor de los plebiscitos, a pesar de que perdió el más importante (el constituyente de 1917), de la “participación de las masas”, el que pensaba en millones asumiendo la política y no sólo en los diez mil de la política circular.

El pueblo ganó las dos consultas sobre derechos humanos, aunque la ley de impunidad no haya resultado anulada por ellas, porque informó, acumuló fuerzas, marcó agenda, verdad y justicia. Perdió cuando dejó que los temas se jugaran sólo en el Parlamento, en la mano que falta, en los matices jurídicos, en las cortes, y, peor imposible, en las agendas del oligopolio mediático, porque lo peor es que los temas se cierren en las cámaras del Parlamento y en las cámaras del oligopolio, sin proyección plebiscitaria. Es quedarse a jugar en una cancha más chica, más fácil de ensuciar y menos conveniente para los derechos reivindicados.

La vieja fórmula de convocar al pueblo, “con el pueblo todo”, tiene en el Derecho y en la historia uruguayos, la clave de haber mantenido las empresas públicas de los sectores estratégicos secularmente.

Y no olvidemos que fue con un plebiscito que marcamos la derrota de la dictadura, que fue con plebiscitos que derrotamos los peores planes de la política económica de Lacalle y de Sanguinetti y que un plebiscito sobre los derechos humanos en condiciones normales (los dos que hubo no las tuvieron) hubiese sido y sería, sin dudas, otro cantar. En el 89 había miedo, no sólo en el propósito de los argumentos y en algunos votantes del amarillo. También en parte de los dirigentes del voto verde. En 2009 no hubo papeletas por el NO. Fue el SÍ contra todos, incluso sectores del FA que no ensobraron, en condiciones totalmente desiguales.

Que mande el pueblo, la plebis, “el modo plebeyo”, que decía Marx y a la revolución antiimperialista le está costando un par de siglos lograr que se concrete por medios electorales ahorrándonos efusión de sangre.

¿Puede el referéndum afirmar, legitimar, consolidar la Ley de Urgente Concesión? Sí, puede, pero sabiendo el pueblo un poco más de que se trató, dando la discusión sobre seguridad que no pudimos dar en las generales porque nuestro candidato empezó su campaña en 2018 diciendo que había que cambiar de nombre en el Ministerio del Interior. Sabiendo el pueblo de qué se trata el retroceso para la educación pública que significa el programa de los señores Mir y Filgueiras, que nuestro candidato aceptó en el debate presidencial por grandes referentes amigos en el tema. Es decir, para decirlo con la autocrítica del candidato, tomándonos revancha sin el stress ni la amnesia que tanto nos perjudicaron.

¿Abrimos demasiados frentes? Todos los frentes están ya abiertos para recuperar el gobierno, porque todos implican programa, agenda, movilización, organización… Entendamos que la LUC es el programa inicial posible que Lacalle Pou no mostró en campaña. Se presentó al debate con un librillo intrigante, mientras nuestros candidato, con el programa del FA (La Biblia en una mano y La Enciclopedia en la otra) negó su programa. El problema sería ahora quedar en los hechos de manos vacías y atadas, resignados.

¿Mejor reservarnos para cuando legislen contra ANTEL? Cuidado (“sos joven”), de tan reservados podemos terminar secretos.

“¿Firmar or not to be?” sólo lleva signos de interrogación para provocar desde el título. Firmar, juntar firmas, elegir el modo or not to be… ésa es la cuestión.

 

 

Por José Luis González Olascuaga
Periodista y escritor uruguayo

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