Los acuerdos Brasil-China, un Plan Marshall sin ideología

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La principal dificultad para comprender el real alcance del conjunto de acuerdos por 53.000 millones de dólares para las inversiones chinas en Brasil radica en su dimensión. Los 35 acuerdos bilaterales entre los dos gobiernos involucran un conjunto gigantesco de decisiones, posibilidades y perspectivas, capaces de producir un gran impacto en nuestro futuro.

Na hoy en la historia diplomática brasileña, un registro de algún evento de esta envergadura, involucrando un espectro tan amplio y variado de actividades estratégicas como minería, petróleo, defensa, aeronáutica, ferrovías, alimentos, e incluso un curioso programa de cooperación deportiva para el perfeccionamiento de atletas de ping-pong y badminton.

Anunciado en una coyuntura en la que la oposición hace lo posible para crear un gran pesimismo respecto al futuro de Brasil, el acuerdo llevó al diplomático Samuel Pinheiro Guimaraes -vicecanciller en la gestión de Celso Amorim, ministro en los dos mandatos de Lula — a hacer una ironía en una entrevista con Brasil/247: «o los chinos están desinformados y totalmente equivocados, o quien imagina que Brasil enfrenta una situación catastrófica necesita aprender a prestar atención a la realidad».

Crítico del programa de ajuste económico que marca el segundo mandato de Dilma, Samuel afirma: «nadie invierte 50.000 millones de dólares en un país al borde del abismo. Mucho menos quien tiene las mayores reservas del mundo y puede elegir donde coloca cada centavo».

En busca de una referencia histórica para el acuerdo con China, diplomáticos admiten algún parecido con el Plan Marshall de Estados Unidos tras la Segunda Guerra Mundial, que permitió la reconstrucción europea.

«Pero es un Plan Marshall sin contrapartidas políticas ni ideológicas», dijo el embajador José Alfredo Graca Lima, quien coordinó las negociaciones con los chinos del lado brasileño.

Bautizado con el apellido del entonces secretario de Estado George Marshall, el plan movilizó desde 1947 13.000 millones de dólares, que actualmente representarían unos 130.000 millones. Contribuyó a modernizar una economía destruida por la guerra y jugó un papel decisivo para atraer a los países de la llamada Europa Occidental al área de influencia política de Estados Unidos.

Los acuerdos Brasil-China tiene como finalidad las metas de cada país en este siglo XXI: crecimiento de la economía, distribución de ingresos e inclusión social.

Con una postura que la mayoría de los observadores concuerda en definir como 100 por ciento pragmática, la diplomacia china convive con la indiferencia absoluta con los más diversos regímenes políticos. No debate asuntos internos de los países anfitriones y no le gusta ser forzada a tratar sobre sus propios tabúes, con el tema de los derechos humanos siempre como un asunto delicado.

Sus reales finalidades externas comienzan y terminan en la economía.

Brasil y China comenzaron a acercarse de verdad cuando Brasil consumaba una transición de la dictadura militar a la democracia, en un proceso simultáneo a la consolidación de un programa de reformas realizado por Deng Xiao Ping. En ese período el presidente José Sarney hizo una visita a Pekín y fue recibido por el propio Deng.

En el Gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva, Itamaraty otorgó a China el estatus de «economía de mercado» en la OMC. Luego, con los BRICS, se ayudó a pavimentar la construcción de un polo alternativo junto a India y a Sudáfrica.

Con los acuerdos, se han reunido intereses complementarios de brasileños -cuya economía pide nuevas inversiones- y de chinos, que no pueden cumplir un planeamiento económico destinado a modernizar el país y ofrecer nuevas oportunidades a su población sin abrir mercados externos para inversiones productivas que le permitan emplear millones de personas.

Con una Europa en recesión, China ocupa en un papel creciente fuera de sus fronteras, siempre pacíficamente, sin estimular conflictos políticos, en un papel que hasta hace poco parecían reservados a Estados Unidos. Su desembarco en Brasil también consumó una victoria indiscutible de Dilma Rousseff. «Demuestra la credibilidad del país», resume Graca Lima.

Por Paulo Moreira Leite
Fuente: Periódico 247

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