Tiempo de lectura: 5 minutosPor Federico Fasano Mertens
Netanyahu, es el mayor antisemita de los últimos 80 años desde que culminó la segunda guerra mundial.
No soy de los que dicen “tengo amigos judíos, pero…”.
He sido un convencido admirador del pueblo judío.
Siempre me deslumbró, cómo una comunidad étnica y cultural tan pequeña, (menos de 20 millones frente a lo más de s 8 mil millones que hoy habitan el planeta) haya producido solo en los últimos 3 siglos, inteligencias magistrales como Baruch Spinoza, Karl Marx, Heinrich Heine, Joseph Pulitzer, Marcel Proust, Kafka, León Trotsky, Rossini, Henri Bergson, Rosa Luxemburgo, Johan Strauss, Gustav Mahler, León Blum, Sigmund Freud, Albert Einstein y decenas de prodigios más, sin olvidarme de la sabiduría ancestral de Maimónides en la Edad Media. Bueno es recordar que el 50% de los dirigentes de la Revolución rusa que derrocó el zarismo, hasta la muerte de Lenin, eran judíos.
También fueron los primeros en la antigüedad en instalar el cambio civilizatorio monoteísta. Los primeros en aproximarse al racionalismo de la politeísta civilización griega.
Me solidaricé con ellos, por ser desde la caída del Reino de David, uno de los pueblos más perseguidos en la historia de la humanidad, sin olvidarme de mi solidaridad con los armenios, los gitanos, los kurdos y otras etnias también salvajemente reprimidas, aunque no durante tantas y tantas centurias como al pueblo judío, prácticamente exterminado, 70 años después de Cristo, por el implacable Tito Flavio Sabino, hijo del emperador romano Vespasiano. Masacre que redujo su estirpe en varios millones. Tarea completada siglos después por la Primera Cruzada, el exterminio polaco de 1648 y el holocausto nazi del siglo 20.
Admiré su resiliencia frente a los egipcios, los babilonios, los alejandrinos, los persas, los sarracenos y tantos invasores, y me sorprendí ante la valentía de los Macabeos y los defensores mártires de Masada y la heroica resistencia del ghetto de Varsovia ante las sorprendidas tropas alemanas al mando del General Jürgen Stroop quien elogió la valentía de los hebreos.
También, pese a mi ateísmo jesuítico de Pierre Teilhard de Chardin, destaco la creencia mosaica, afirmando que Dios creo al ser humano a su imagen y semejanza y por lo tanto atentar contra la vida de otro ser humano es el peor pecado. Así también estaba escrito en las tablas de Moisés.
Toda esta admiración, no oculta las contradicciones de ese pueblo, su religión y su historia, salpicada por horrendas violaciones a su propio decálogo, a su propia ley humanitaria, signada por las masacres de cananeos y otras tribus a las que pasaron a degüello sin dejar a nadie con vida.
Pero eran épocas donde la barbarie y el fanatismo y las conquistas, escribían la historia. Pese a ello, fueron los primeros en la antigüedad en abandonar la esclavitud.
En él debe y el haber de su historia, el saldo prestigioso hasta 1948 en que se dedicaron a expulsar por la fuerza a los pobladores de Palestina, ha sido inobjetable.
A partir de esa fecha, ese prestigio fue disminuyendo, ya que no solo no se trata de evitar ser arrojados al Mediterráneo como anunciaba Gamal Abdel Nasser, sino de impedir la creación de un Estado palestino, auspiciado por la mayoría de las naciones civilizadas, que coexista con el Estado de Israel. Tal como lo imaginó el protectorado británico y aprobó la Asamblea General de las Naciones Unidas.
Si bien el prestigio judío fue deteriorándose hasta fines del siglo pasado, con intervalos pacifistas que condujeron a los Acuerdos de Oslo de 1995 y al abrazo de Yasser Arafat con Yitzhak Rabin, premios nobeles de la paz y hasta el martirio del líder judío, asesinado por Yigal Amir, un fundamentalista sionista, nada es comparable en descrédito, como la toma del poder por parte del Likud y su líder, el corrupto Benjamín Netanyahu.
Este líder que quiere reencarnarse con el brillante estratega y sanguinario general judío de la antigüedad, Josué, que arrasó Jericó, pasando por las armas a todos sus habitantes, incluidas mujeres y niños, ha deshonrado el holocausto de su pueblo, inmolado por el nazismo, construyendo él mismo otro genocidio imperdonable.
Ya van más de 50.000 civiles desarmados, asesinados por órdenes del gobierno israelí, la mayoría mujeres y niños, sin contar los que yacen bajo los escombros. Y lo peor es la aplicación del nuevo método de exterminio, de limpieza étnica aplicado por el Likud, el asedio por hambre, sed y enfermedades, impidiendo el ingreso de camiones con alimentos y medicinas y solo permitiendo, para aliviar un poco la presión internacional, el paso de algunos vehículos. Su crueldad, el matarlos por hambre es parte de un genocidio inteligente. El hambre tiene menos prensa negativa que las balas y las bombas.
Así lo ha reconocido las Naciones Unidas, la Corte Penal Internacional que lo consideró criminal de lesa humanidad.
Hoy detenta el ejército más poderoso de la región, dotado de armas nucleares y una fuerza descomunal que aplica sistemáticamente contra la indefensa población gazatí.
Con esa fuerza en sus manos, no solo asesina a poblaciones enteras desarmadas, sino que invade tierras ajenas, desocupando por la fuerza a sus indefensos colonos.
Su conducta, apoyada por la ultraderecha israelí y los violadores de la ley bíblica de respeto a la vida humana, es una de las mayores vergüenzas que hoy está viviendo el linaje humano.
No tiene precedentes, dado el agravante de que es perpetrada en nombre de un pueblo otrora admirado por su humanismo, su inteligencia, su resiliencia y su martirio. Hoy son cada vez más los judíos que se oponen al genocidio palestino y los que aceptan la formación de los dos Estados. Son cada vez más los que están viviendo el crecimiento en todo el mundo del antisemitismo por culpa de estos corsarios de la maldad. Por eso lo dicho al principio. Netanyahu es el principal antisemita de esta época trágica que estamos viviendo.
El bien ganado prestigio mundial se ha derrumbado a niveles inimaginables. Al punto que no existe un solo país de este planeta que apoye la masacre contra los palestinos. Los 21 países de la Unión Europea la han condenado. Aliados de hierro como Inglaterra, Francia y Canadá, acaban de advertirle que si no cesan de inmediato la hecatombe tomarán severas medidas de represalia.
Hasta el propio Trump, que se dice amigo de Netanyahu, ha manifestado su enojo ante la situación de aislamiento mundial que también puede afectarlo a él mismo. Y no solo ninguna Nación los apoya, entre los gobernantes solo encontramos apoyo entusiasta al Likud, en el homo demens que desgobierna hoy a la República Argentina.
El aislamiento y repudio mundial es de tal entidad que un Estado prestigioso y democrático como era antes el Estado de Israel, se ha transformado en un Estado Paria, un Estado leproso del que todos quieren apartarse.
Y no lo digo yo. Lo dijo el ex Comandante de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), Yair Golan: “Israel va camino de convertirse en un estado paria como lo fue Sudáfrica”, agregando que “un estado sensato no libra una guerra contra civiles, no mata bebés por afición ni se fija el objetivo de despoblar a la población”.
Y el ex Ministro de Defensa de Israel y ex jefe del gabinete de las Fuerzas de Defensa israelíes, Moshe Ya´alón complementó: “esto no es un pasatiempo, es una política gubernamental cuyo objetivo final es aferrarse al poder y nos está llevando a la destrucción”.
El mundo debe entender que el Likud tiene tres objetivos, el primero es anexionar Gaza avanzando hacia el Eretz Yisrael, el segundo, la depuración étnica trasladando a todos los gazaties a otras tierras y el tercero, o quizás el primero, salvar de la cárcel, a su líder , el corrupto Netanyahu.
Y nada ni nadie lo detiene. En mi opinión la única fuerza que puede parar r esta masacre y este desprestigio mundial, es la propia colectividad judía internacional. Creo que en esos 20 millones de judíos que ha bitan el planeta, las condiciones subjetivas ya se fusionaron con las condiciones objetivas para que la mayoría de esa estirpe, una su voz, sus acciones, sus firmas y su dignidad herida, para detener estos infernales círculos del Dante.l, exportados sin misericordia alguna a las tierras gazaties.
Netanyahu, consciente de que si termina esta guerra irá a la cárcel por delincuente, nada tiene que perder. Parece decir lo mismo que le dijo Caifás a Pilatos, cuando pidió la condena a muerte del hijo del carpintero: que caiga su sangre sobre nuestras cabezas y las de nuestros hijos. Espero que esa profecía no alcance a los judíos que se oponen a la barbarie del Likud. La era de los monstruos ya está entre nosotros.
El homo sapiens no puede permanecer indiferente, debe prevalecer sobre el homo demens.
La historia y la civilización humana nos lo demandan.
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