El contador Danilo Astori alertó que la caída de las bolsas chinas podían desencadenar una nueva crisis mundial similar a la de 2008. ¿Qué está pasando en China y cómo nos puede afectar?
UNO: Los hechos
El hecho puntual fue que el lunes 4 de enero en las bolsas de Shanghai y Censen, el índice de principales acciones chinas, el Shangai Composite, bajó 7% a lo largo de la jornada, lo que activó un mecanismo automático de cortafuego. Las operaciones fueron suspendidas para evitar corridas de pánico.
Pasado el pánico, sin embargo, el jueves 7 volvió a caer 7%. Pero esta vez, no al final de la tarde, sino en la primera media hora de operaciones en que se volatilizaron 837 mil millones de dólares por la baja del valor de los bonos.
En total, en los primeros cuatro días del mes los índices bajaron 12%. Esto alertó a todas las bolsas del mundo y hubo caídas por efecto contagio. Y, de hecho, aparte del pánico del momento, hay razones por las que era esperable que las bolsas chinas cayeran.
DOS: la transformación de la economía
Hay hechos que causaron que la caída fuera en esas fechas, pero para entenderlas es mejor empezar por un panorama más general de la economía china. El crecimiento desde mediados de los 70 se produjo en base a la exportación de productos fabricados con mano de obra muy barata. China logró que cerrara buena parte de las fábricas del resto del mundo. Pero es malo que todos los clientes de uno se queden sin plata para comprarnos.
Una situación con cierta similitud la vivió Japón que a fines de los 80 parecía que iba a comerse el mundo y en un par de años entró en un estancamiento del que no ha salido. Japón era consciente de la necesidad de que sus ciudadanos consumieran más para depender menos de las exportaciones. La dirigencia y las revistas teóricas chinas hace años que analizan lo que llaman “la trampa de los países de renta media”.
Es fácil que crezca un país que tiene bajos salarios; es comprensible que un país desarrollado siga siéndolo en base a tecnología entre otras cosas; pero un país de renta media ya no ofrece los atractivos que tenía cuando era pobre y todavía no consolidó su desarrollo. Es posible quedar estancado.
China sabe que tiene que cambiar el funcionamiento de su economía, de basarse en la industria exportadora al mercado interno y los servicios. Tiene que subir más los ingresos de los más pobres. Recordemos que todavía hay hambre en China. Y su enorme clase media de 230 millones de personas, tiene que comenzar a consumir más para crear una demanda que ya no encuentra en el exterior. Eso es fácil de decir, pero ¿cómo pasar de un modelo a otro sin morir en el intento? ¿Cómo subir los sueldos sin disminuir la exportación? China ya no compite en sueldos con Vietnam o Bangla Desh, por ejemplo. Esa es la trampa que mencionan.
Algo se avanza, los salarios subieron 8% y si en 2010 las exportaciones industriales eran el 70% del PBI, ahora son el 30%.
TRES: ¿Cuáles son las reformas?
Primero, cuando asumió en 2013, el presidente Xi Jinping anunció una reforma económica centrada “en el decisivo rol del mercado para asignar recursos”. Hay mucha burocracia, mucha ineficiencia y demasiada corrupción. Se privatiza y liberaliza.
En segundo lugar, se ve la necesidad de liberalizar el mercado de trabajo, empezando por la ley de residencia, que controla los traslados de un punto a otro. También una reforma agraria que permita aumentar los ingresos de los campesinos.
Los chinos consumen el 34% del PBI, la mitad que en otros países. Parte porque los sueldos son bajos -de unos 3.300 dólares al año-, parte porque ahorran el resto. Si bien la tasa de ahorro es buena para que el país pueda invertir, allí se da a expensas del consumo como motor de la producción. Uno de los motivos es que China carece de un sistema de jubilaciones o seguros de salud o de paro. Los chinos deben ahorrar para evitar sobresaltos. Esa red de seguridad social es otra de las reformas pendientes.
Estas son solo algunas de las medidas necesarias.
CUATRO: Los últimos meses
Cuando China crecía a tasas de dos dígitos, ese dinero ahorrado encontró colocación en los mercados financieros. Hablamos en plural porque, además del Estado, la banca y las bolsas, en China existe una banca semiclandestina que mueve tanto dinero como toda la economía de Gran Bretaña y desde hace años es vista como factor de inestabilidad. Muchos ciudadanos pidieron préstamos a esos bancos o prestamistas para comprar acciones y bonos en bolsa. También planea la amenaza de una burbuja inmobiliaria descomunal.
El año pasado la economía china bajó el crecimiento a 7%, con amenaza de que siga bajando al 5%. Muchos países estarían encantados con semejantes porcentajes de crecimiento, pero para tener idea de volumen, una caída de China del 7 al 5% de crecimiento tendría un impacto en el PBI mundial equivalente al regreso a la recesión en Estados Unidos.
Además, pese a la meta de aumentar el comercio exterior en 6%, el resultado de 2015 arrojó una caída de 7%.
El gobierno chino tomó tres medidas que pueden haber terminado favoreciendo la caída de las bolsas.
Primero, los bancos concedieron 1.710 miles de millones de dólares -1.710 millardos- para estimular a las empresas. Pero eso puso en duda la capacidad de repago por debilidad de las empresas y despertó inquietud en los poseedores de acciones.
Segundo, dispuso que los poseedores de más de un 5% de una empresa no pueden vender más de 1% de ella. Esta medida transitoria era para evitar avalanchas. Pero vencía a fin de año y muchos quisieron adelantarse a vender.
Tercero, devaluó el yuan -también llamado Remimbi-, para hacerse más competitivos, pero esto, además de atentar contra el consumo, estimuló la venta para que los poseedores de bonos pudieran rescatar algo, sea para poder pagar lo que pidieron prestado, sea para colocar su dinero en lugares más rentables. Unos 150 mil millones de dólares por mes están saliendo del país.
En resumen, exceso de crédito, fragilidad de las empresas, devaluación, malas noticias como la caída del comercio exterior y una reducción de la expectativa de crecimiento, temor de que los grandes accionistas vendieran, temor a que reviente una burbuja inmobiliaria. Todo se encaminó hacia la tormenta perfecta del 4 y 7 de enero. Y, si bien las bolsas accionaron los cortafuegos, las razones para vender siguen estando allí y, por lo tanto, se espera que las bolsas chinas sigan bajando. ¿Cuánto? No se sabe.
CINCO: ¿cómo nos afecta?
Lo que es malo para el mundo es malo para Uruguay. En materia productiva, la desconfianza hacia los países emergentes probablemente haga que las inversiones extranjeras bajen aún más.
En materia financiera, esto ayuda a que siga subiendo el dólar y, por lo tanto, la inflación en Uruguay.
A nivel comercial, el enlentecimiento de China desplomó los precios de las materias primas. Sobre todo las mineras y el petróleo. Los alimentos se vieron menos maltratados por ahora, pero por su política de seguridad alimentaria China acumuló grandes stocks de granos. Algunos temen que utilice parte de ese stock y disminuya también su compra de soja, por ejemplo.
Mario Bergara, el presidente del Banco Central, dijo hace poco que cuando se vienen los tiempos apretados se ve qué países hicieron las cosas bien. La crisis de 2008 la pasamos sin muchas heridas. ¿Hizo Uruguay las cosas bien? En la presentación precisamente del último libro de Bergara, el contador Enrique Iglesias afirmó que el país había hecho “cambios estructurales muy importantes” en los últimos 10 años. Por ahora, el gobierno todavía trabaja con la perspectiva de un crecimiento en 2016, pequeño pero crecimiento, y con una recuperación desde 2017.
Por Jaime Secco
Periodista Uruguay
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