La denodada lucha contra la temible mafia del narcotráfico en un tiempo histórico de violencia extrema devenido de ese lucrativo negocio ilegal, es la materia temática de “Conexión Marsella”, el intenso film policial del realizador Cédric Jiménez.
Esta película francesa que rescata la mejor tradición del género, evoca naturalmente a la formidable “Contacto en Francia” (1971), de William Friedkin, que por entonces cosechó el Oscar a la Mejor Película y le valió una estatuilla dorada a Gene Hackman en la categoría Mejor Actor.
En este caso, si bien la historia transcurre mayoritariamente en Nueva York, algunas secuencias están ambientadas en Marsella, donde opera el refinado narcotraficante que encarna Fernando Rey.
Cuatro años después, en 1975, John Frankenheimer dirigió “Contacto en Francia 2”, una secuela también protagonizada por Hackman y Rey, ambientada íntegramente en Marsella, que cierra el exitoso díptico.
A diferencia de estos dos títulos precedentes, “Conexión Marsella” se inspira directamente en hechos reales acaecidos en la década del setenta del siglo pasado.
En efecto, el protagonista de esta historia es Pierre Michel (Jean Dujardin), un juez de menores celoso de su trabajo que atiende particularmente casos traumáticos. No en vano algunos de los jóvenes que visitan su despacho son drogadictos dependientes y víctimas de sobredosis.
La decisión de la fiscalía de cambiarle el destino y asignarlo a la investigación del tráfico de drogas por su reconocida probidad y solvencia profesional, modifica radicalmente el curso de su existencia.
Por entonces, la paradisíaca ciudad gala se encontraba azotada por una temible mafia, que imponía su voluntad a sangre y fuego y sembraba el temor entre los ciudadanos.
El comienzo del relato es tan explícito como contundente, en tanto recrea una de las tantas ejecuciones o ajustes de cuentas de la organización delictiva.
La inusitada violencia de las operaciones mafiosas da cuenta de un estado generalizado de conmoción y de la relativa impunidad con la que actúan los delincuentes.
Esta es la historia de la guerra sin cuartel de un magistrado honesto y valiente, quien resuelve apelar a todos los recursos legales y a menudo hasta ilegales para abortar las actividades del narcotráfico.
En ese marco, el enemigo a combatir y doblegar es Tany Zampa (Gilles Lellouche), un opulento capo mafioso de origen napolitano que gobierna todos los resortes del negocio.
Bajo su responsabilidad y la de sus amanuenses está el procesamiento de la heroína en bruto que procede de Oriente y su ulterior industrialización y distribución.
El criminal goza de una casi total impunidad, ya que no hay modo de probar su participación en el comercio, lo cual le permite vivir tranquilamente y con la holgura económica que le proporcionan sus cuantiosos ingresos.
Por supuesto, es habitual observarlo en fiestas y reuniones sociales, donde es apreciado y respetado como si se tratara del más ejemplar de los ciudadanos.
Como en el caso de “El Padrino” (1972) y “Buenos Muchachos” (1990), los mafiosos conforman una auténtica familia que se quiere y se ayuda, ensayando una suerte de culto a las buenas relaciones humanas.
Sin embargo, el secreto de tanta obsecuencia es también la compra de favores y particularmente el terror, que le permite al temible Zampa dirigir a su organización y a la corte de alcahuetes y colaboradores que le rodean.
El film establece una clara dicotomía entre el juez y el mafioso, que trasciende a su enfrentamiento personal. Mientras la familia del primero vive aterrorizada y obsesionada por la posibilidad que el padre sea asesinado, el delincuente disfruta junto a los suyos de una existencia cotidiana bastante distendida.
Aunque la película posee tres o cuatro secuencias de acción muy bien logradas que para nada soslayan la crudeza requerida, el relato opta por humanizar a los personajes y no ciertamente por demonizarlos.
Por supuesto, la película –que tiene un trágico final- respeta rigurosamente esta historia real signada por la desenfrenada violencia y la inmoralidad de un negocio tan sucio como lucrativo.
No faltan algunos oportunos apuntes históricos como la elección de Francois Mitterrand, quien, en 1981, se transformó en el primer presidente socialista de la historia de Francia.
“Conexión Marsella” es un policial intenso, potente y de superlativa calidad cinematográfica, que corrobora la indudable vigencia del exitoso género.
Cédric Jiménez sabe administrar los tiempos narrativos de un relato que transcurre sin pausas, con abundante suspenso y una plausible progresión dramática.
Por Hugo Acevedo
Periodista y crítico literario
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