Cuando la estética no es decorativa, es un vehículo analítico

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¿Qué hace un muralista comunista en Nueva York? Pintar a Lenin. Diego llevaba sus ideas políticas a los muros, pero los muros soportaban a Diego.

Con su natural y casi obsesiva fijación por llamar la atención, por dominar el espacio, que como decían de Orson Welles, lo hacía también físicamente, hizo de su paso por Estados Unidos un espectáculo que se convirtió en leyenda. La petición de Rockefeller de detalle_de_leninque borrara a Lenin fue la oportunidad de explotar un escándalo, presintió que negándose conseguiría más que cediendo y así fue, la destrucción del mural lo hizo eterno.

La exposición Diego Rivera re-visiones de Norte América en el Museo Mural reúne bocetos y fotografías de esta épica estancia. La exposición muestra cómo el dibujo es el alma del muralismo, cada idea, personaje, situación, la composición misma están planeados meticulosamente en el papel. La línea pulcra del dibujo de Rivera, la sencillez de sus trazos, organizaban una composición que refleja las condiciones laborales y sociales del capitalismo moderno y nos remite a la construcción de la pintura Renacentista.

Las máquinas, el nuevo obrero, el apogeo industrial que desembocaría en la Gran Depresión están en los murales de Detroit. El mural es un cronista social, la estética no es decorativa, es un vehículo analítico, la industrialización, la diferencia de clases, el ser humano tragado por sus propios avances, son temas que no podían ser evadidos. La composición de los muros de Detroit, la fábrica desde sus entrañas de animal mecánico que explota la fuerza de centenares de hombres, es la productividad insaciable.

Al margen de las ideas de Diego, la descripción de la época era ineludible, son obras testimoniales que tienen vigencia en nuestra contemporaneidad. El mural del San Francisco Art Institute y la inteligente propuesta de centrar el tema en el proceso de creación muralista, con cada estado descrito sobre los riveraandamios, la pintura dentro de la pintura desde la dificultad técnica y logística de sus elementos, descrita en una evolución de secuencias cinematográficas.

Entre 1930 y 1933 permaneció allá con Frida Kahlo, la gran capacidad de trabajo de Diego se dividía entre sus murales y su intensa campaña de promoción, en las fotografías expuestas está Frida Kahlo con su uniforme de folklórica, con la actitud de “una mexicana en Nueva York”, eran embajadores artísticos y agitadores sociales, el tipo de personas a las que la sociedad neoyorkina es adicta.

Diego ya era un artista conocido, había expuesto en el MoMA y posicionó al muralismo mexicano en un lugar que nuestro arte nunca ha vuelto a ostentar. Sus obras muestran a un artista individualista, original, que es capaz de imponer su lenguaje y estilo en la selva del arte mundial.

El contraste con la pobreza, el populismo del arte VIP mexicano de hoy, que se pierde entre la imitación y la paupérrima realización, vive de explotar el hecho innegable de que el arte mexicano se cimentó internacionalmente con el muralismo.

 

Por Avelina Lésper
México – Crítica e investigadora de arte

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