Internet se ha convertido en una herramienta para la defensa de los derechos humanos y para el activismo, una garantía de la libertad de expresión. Donde los medios de comunicación tradicionales fallan por sus muchas limitaciones, la red ha demostrado ser el recurso para alzar las voces críticas de los ciudadanos.
En las redes de sus padres
El boomerang de críticas a una juventud narcisista y algo frívola vuelve con fuerza a la cara de los adultos cuando Instagram y Facebook se inundan con imágenes de niños que no tienen edad para opinar en cuestiones sobre su educación, su higiene y sobre las normas de convivencia que rigen sus vidas y que sólo competen a sus padres. Aunque tampoco puedan opinar sobre su derecho a la intimidad, cabe preguntarse si compete sólo a sus padres decidir sobre las cuestiones que afecten a ese derecho.
En Estados Unidos, más del 90% de los menores de dos años ya tienen presencia en el mundo virtual, según una encuesta de 2010 que cita la revista The Atlantic.
Antes de 2035 se habrán convertido en mayores de edad todos los menores convertidos en “superestrellas” en las redes sociales en 2017. La “popularidad” de sus padres y de las personas en su entorno cercano que publicaron fotos de ellos determinará el alcance que habrá tenido la exposición de su imagen. Pero nadie puede calcular las consecuencias emocionales que puedan tener para esa persona ciertas imágenes que habrán marcado la identidad digital de jóvenes que un día se despertarán mayores de edad.
De ahí el debate sobre si prima la libertad que tienen los padres de compartir imágenes de “sus” hijos o el derecho de los menores sobre su propia intimidad, aunque no puedan defender ante los tribunales su derecho a que no los mostraran en fotos.
Las sonrisas sin dientes y los torsos desnudos en el verano, o los videos “graciosos” de ciertos momentos pueden resultar ridículos o vergonzantes y marcar de forma irreversible la imagen que tendrá del menor su propio entorno cercano. Esto puede reforzar el ego de unos o la timidez y los complejos que otros ya tenían. No es casualidad que se hayan disparado los casos de acoso entre menores en las redes sociales, un terreno que parece no tener límites. El descontrol que esto genera se convierte en caldo de cultivo para los abusos y las humillaciones.
Ante la impotencia por la laxitud de las leyes para que los menores puedan crearse perfiles en redes sociales y por ciertos ambientes que empujan a los jóvenes a tener una presencia en mundo virtual, hay padres que adoptan una actitud de hipervigilancia. Sin dejar de comprender las limitaciones que puedan imponer ante su preocupación por los peligros reales que eso supone, cabría empezar a plantearse cambios en los hábitos de los propios adultos, padres incluidos, en su uso de las nuevas tecnologías.
La inundación de imágenes de menores en las redes empieza a generar preocupación por sus posibles implicaciones jurídicas, psicológicas y sociales. En países anglosajones, diccionarios de prestigio como el Collins ya aceptan la palabra sharenting, que combina el binomio “compartir”, en referencia a las redes sociales, y “paternidad”.
Además de los problemas de identidad y de autoestima, la publicación de imágenes y de cierta información puede comprometer la seguridad de los niños en determinados entornos. Ciertos grupos criminales se sirven ya de los rastros que deja la gente en las redes para conseguir la información que necesitan para secuestrar y extorsionar. La precaución de no publicar fotos de casas y de coches puede estar precedida por la de no exponer a los menores a peligros diversos con información sobre su apariencia física o su paradero.
Muchos adultos restan importancia a estas cuestiones relacionadas con la seguridad con el argumento de que tienen muy restringida la privacidad de sus redes sociales. “Sólo amigos cercanos y familiares pueden acceder a las fotos”. Tampoco podemos olvidar que la mayor parte de los casos de abuso sexual los perpetran familiares o personas de entornos donde se desenvuelven a diario los menores, como el colegio y los equipos deportivos. También abundan casos de secuestros donde están implicadas personas que conocen a los secuestrados.
Más que caer en alarmismos se trata de tener sentido común y, sobre todo, coherencia. No se puede señalar el supuesto narcisismo de la juventud mientras se deja pasar el de algunos padres que se sirven de la imagen de sus hijos para ganar popularidad en las redes sociales con imágenes de felicidad y de éxito, a veces forzadas e impostadas.
Carlos Miguélez Monroy- CCS.
Los gobiernos, conscientes de ello, son los principales responsables del descenso de la libertad en estas plataformas.
En 2016 la libertad en Internet ha disminuido por sexto año consecutivo, según el informe Libertad en la red de Freedom House.
Las redes sociales y las aplicaciones de mensajería y comunicación en red están sujetas a una creciente censura por parte de los gobiernos.
En este documento se denuncia que dos tercios de todos los usuarios de Internet viven en países donde las críticas a las esferas de poder soportan la censura.
El acceso a Internet crece de forma constante en todo el mundo y con él las acciones reivindicativas soportadas por las nuevas plataformas de comunicación. Son los ciudadanos los que deciden hablar por ellos mismos ante la incapacidad de políticos y comunicadores de masas para representarlos
Los mandatarios de muchos países no ven este empoderamiento de sus habitantes con buenos ojos. La muestra son los arrestos en 38 países basados en mensajes en redes sociales durante 2016. Según Freedom House el 27 por ciento de todos los usuarios de Internet viven en países donde se han arrestado a personas por su “ciberactividad”. Publicar y compartir información o un simple “me gusta” son los supuestos delitos de estas personas.
“Un objetivo de las redes sociales es permitir a los usuarios compartir contenidos con un amplio círculo de conexiones. La policía en algunos países parece decidida a socavar esa meta, específicamente persiguiendo individuos cuyo contenido se vuelve viral”, se puede leer en el informe sobre libertad en Internet de 2016.
La lucha contra el terrorismo es una de las justificaciones que algunos gobiernos utilizan para coartar la libertad de expresión. Debido a leyes muy amplias destinadas a este fin el control en Internet crece, lo que se utiliza en muchos casos contra personas que defienden acciones no violentas.
En cuanto a la privacidad en la red hubo varios incidentes en países democráticos en los que se trató de atacar. Un caso muy sonado fue la orden de un tribunal de Estados Unidos para que Apple creara un nuevo software que permitiera aplicar sus propias medidas de seguridad. Aunque la intención era desbloquear el móvil del autor de un atentado terrorista, Apple se negó y abogó que sentaría un precedente jurídico que permitiría peticiones similares de gobiernos no democráticos.
Los países que encabezan la lista de Freedom House en el control de Internet son China, Siria e Irán. Entre los también definidos como no libres en este ámbito destacan Cuba, Emiratos Árabes Unidos y Rusia. China tiene las mayores cifras de restricciones en la red del año. Las políticas de “seguridad de la información” en el país asiático afectan a los activistas digitales que siempre han luchado contra la censura y la vigilancia.
Internet ha sido la vía por la que muchas personas han conseguido unirse y hacerse escuchar. Las nuevas herramientas digitales han servido para organizar esfuerzos en defensa de los derechos humanos entre otras actividades humanitarias y reivindicativas. Hay muchos intereses en que estos medios tengan límites, pues cuando se pueden controlar los excesos surgen nuevas formas de promover la justicia social y la libertad de expresión.
Por Ulises Tuero Rodríguez
Periodista CCS.
La ONDA digital Nº 803
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