El libro del carcelero del líder sudafricano

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Pocos hombres han cambiado el rumbo de la Historia como lo hizo Nelson Mandela, un luchador incansable que, pese a pasar 27 años en la cárcel, logró derrotar al régimen racista del «apartheid», uno de los más despiadados del siglo XX. El carcelero del expresidente sudafricano Nelson Mandela cumplió su «deseo» de escribir un libro sobre la amistad que mantuvieron, en el que lo recuerda como un hombre «siempre respetuoso» que «convertía lo negativo en positivo».

Christo Brand, el guardián de Mandela durante su largo confinamiento en las prisiones de Robben Island y Pollsmoor, narra la evolución de la extraordinaria relación que mantuvo durante tres décadas con el Nobel de la Paz, en un libro que sale a la venta el próximo martes 25.

«Mandela, Mi prisionero, mi amigo» resume cómo se forjó la particular e improbable unión entre un joven carcelero de 19 años, blanco y afrikáner, con un preso político de 60 años, que se convertiría en el primer líder negro de Sudafrica.

MANDELA  LIBRO

Cuando en 1978, en pleno apartheid, Brand empezó a trabajar como guardián en la cárcel de Robben Island, desconocía por completo quién era «Madiba», el abogado de la etnia Xhosa, líder del Congreso Nacional Africano (CNA), un hombre con quien no guardaba puntos en común pero con quien, sin embargo, forjaría una sólida amistad.

Brand escribió esas 288 páginas «animado» por el propio Mandela, que le «insistió» para que contara la historia de «reconciliación entre un guardián y un preso», según relató en una entrevista con Efe en Londres.

El lanzamiento fue fijado inicialmente para octubre de 2013, si bien el agravamiento del estado de salud del político sudafricano, quien solo llegó a leer el primer capítulo, obligó a posponerlo.

Brand tenía la esperanza de que Mandela, que falleció el pasado 5 de diciembre a los 95 años en su casa de Johannesburgo, pudiera estar presente en la presentación del libro.

«Mandela, Mi prisionero, mi amigo» relata muchas anécdotas con el político y recuerda cómo éste jamás se olvidó de su guardián, a quien ofreció un empleo una vez nombrado presidente en 1994.

«Escribir este libro fue el último deseo que Mandela tenía para mí. Cumplí su deseo», aseguró Brand, que habló por última vez con el líder de la lucha antiapartheid en 2013.

El excarcelero, que continúa trabajando en Robben Island -convertida en atracción turística-, rememoró su primer contacto con «Madiba», un hombre al que «debía haber odiado» pero que pronto le hechizó con su bondad y carisma.

«Me dijeron que iba a tratar con delincuentes y encontré a gente mayor humilde, amigable, disciplinada, que dormía en el suelo, como si fueran perros, y aquello me resultó doloroso», afirmó Brand, quien, al igual que Mandela, se crió en un entorno rural.

La novela filtra la percepción del joven guardián sobre su preso, que sobrevivió a 27 años de confinamiento «sin amargura» y «trató de convertir lo negativo en positivo», obsesionado con la educación, «siempre disciplinado, siempre oliendo bien, y siempre intentaba hacer reír a la gente, incluso en los momentos más tristes».

Brand elogia la actitud de Mandela, un hombre que «jamás perdió la esperanza», que «transformó la cárcel en una universidad, intentó cambiar la mentalidad de la gente» y que «hablaba con respeto a todo el mundo, escuchaba y te hacía sentir especial».

«Le llegué a ver como un padre que siempre te daba buenos consejos, que siempre te animaba a estudiar», agregó.

El carcelero explica cómo quebró las reglas durante una visita de la entonces esposa del líder, Winnie Madikizela-Mandela, de quien se separaría 38 años después, en abril de 1992, cuando acudió a Robben Island con un bebé, una de las nietas de «Madiba».

Winnie fue «la persona que mantuvo a Mandela vivo cuando estaba en prisión», opinó Brand, que entonces arriesgó su empleo al permitir al preso sostener durante unos instantes a la niña, «un momento muy emotivo» que el expresidente mantuvo en secreto hasta después de su liberación.

Nelson Mandela, que se casó tres veces y tuvo seis hijos, fue liberado el 11 de febrero de 1990, un acontecimiento celebrado en todo el mundo y que su guardián siguió por televisión, «emocionado y feliz y también triste porque perdía a mi amigo».

Un sueño que nunca llegó a cumplir
Pocos hombres han cambiado el rumbo de la Historia como lo hizo Nelson Mandela, un luchador incansable que, pese a pasar 27 años en la cárcel, logró derrotar al régimen racista del «apartheid», uno de los más despiadados del siglo XX.

El carismático ex presidente sudafricano murió hoy a los 95 años, deceso que ha causado enorme consternación no sólo en su país, donde es un héroe nacional, sino en el resto del mundo, donde se convirtió en un símbolo de la esperanza y del triunfo del espíritu humano.

Su largo y tortuoso camino hacia la libertad de Sudáfrica empezó en la aldea de Mvezo (este), donde Rolihlahla Mandela (el nombre de Nelson se lo dio más tarde una maestra) nació el 18 de julio de 1918.

Tras una disputa de su padre, un líder tribal, con las autoridades, el pequeño Mandela se trasladó a la vecina localidad de Qunu, donde pasó su infancia cuidando ganado.

Madiba, nombre de su clan por el que se le conoce cariñosamente en Sudáfrica, estudió en varios colegios destinados a la elite negra, donde comprendió la injusta inferioridad que sufría la mayoría negra frente a la minoría blanca del país.

Sus estudios se interrumpieron en 1940, por respaldar una protesta estudiantil en la Universidad de Fort Hare, que le confrontó a una posible expulsión del centro, seguido de la decisiónde su tutor de casarle con una chica de la que no estaba enamorado.

Mandela tomó entonces la decisión que cambió su vida: fugarse a Johannesburgo. Allí empezó trabajando de guarda en una mina y entró en contacto con el Congreso Nacional Africano (CNA), partido por el que padeció casi treinta años de cautiverio.

Madiba cofundó las Juventudes del CNA en 1944, cuando se casó con su primera mujer, Evelyn Ntoko Mase, que le dio cuatro hijos.

En 1952, Mandela abrió con su correligionario Oliver Tambo el primer bufete de abogados negros de Sudáfrica, a la vez que se inició en las primeras protestas contra el «apartheid», régimen de segregación racial instaurado por la minoría blanca en 1949.

Cinco años después encajó un revés familiar cuando fracasó su primer matrimonio, aunque poco después conoció a Nomzamo Winnie Madikizela, con quien se casó en 1958 y tuvo dos hijas.

Cada vez más entregado a la lucha antirracista, en 1956 fue acusado de alta traición por un supuesto intento de golpe de Estado.

Si bien fue declarado inocente, el proceso desembocó en la ilegalización del CNA en 1960.

Ese mismo año ocurrió la matanza de la ciudad de Shaperville, donde murieron 69 manifestantes negros por disparos de la Policía.

A partir de ahí, Mandela actuó desde la clandestinidad y, pese a abrazar la idea de resistencia pacífica del líder indio Mahatma Gandhi, radicalizó su postura, creó el brazo armado del CNA y viajó por África con el fin de recibir entrenamiento y captar fondos.

En 1962, fue detenido y condenado a cinco años de cárcel por abandonar ilegalmente el país e incitar a la huelga.

Semanas después, las autoridades desmantelaron el centro de operaciones del CNA y comenzó el Juicio de Rivonia, en el que le condenaron a cadena perpetua por sabotaje en 1964.

En el juicio, el brillante orador que fue Mandela pronunció desde el banquillo de los acusados uno de sus discursos más célebres.

«He luchado contra la dominación blanca y contra la dominación negra. He albergado el ideal de una sociedad libre y democrática en la que todas las personas convivan en armonía e igualdad de oportunidades», dijo con voz firme.

«Es un ideal -concluyó- que espero alcanzar en vida. Pero, si es necesario, es un ideal por el que estoy dispuesto morir».

Mandela fue conducido en un vuelo secreto a la cárcel de la isla ,de Robben Island, donde se convirtió en el famoso «preso 46664» y donde pasó dieciocho años, hasta su traslado a otra prisión en 1982.

La creciente presión de la comunidad internacional, que endureció las sanciones contra el régimen del «apartheid», ablandó al Gobierno sudafricano, que ofreció la libertad varias veces a Mandela, aunque éste la rechazó repetidamente porque siempre era condicional.

Por fin, el 11 de febrero de 1990, un Mandela trajeado, sonriente y con el puño en alto salió a pie de la cárcel, días después de que el presidente sudafricano, Frederik de Klerk, legalizara el CNA.

En 1993, Mandela y De Klerk fueron galardonados con el Premio Nobel de la Paz por facilitar la liquidación pacífica del «apartheid» y la reconciliación del país.

Ya en 1994, Madiba hizo historia al ser elegido presidente en las primeras elecciones multirraciales de Sudáfrica.

Tras un lustro en el Gobierno, el primer presidente negro de Sudáfrica dejó el cargo en 1999 y se retiró de la vida política.

Un año antes, Mandela se había casado con Graça Machel, viuda del presidente mozambiqueño Samora Machel, tras divorciarse de Winnie.

Aunque el exmandatario dejó la política, siguió en la vida pública como mediador internacional y promotor de causas solidarias de su Fundación y el Fondo de la Lucha contra el Sida, pero su salud se resentía y en 2001 le diagnosticaron un cáncer de próstata.

En 2004, Mandela anunció su retirada definitiva de la vida pública. «No me llamen -advirtió a la prensa-, ya les llamo yo».

Madiba apareció en público por última vez en la clausura del Mundial de Fútbol de Sudáfrica de 2010.

Su popularidad estuvo siempre acompañada de un acoso mediático que duró hasta sus últimos días de vida, con legiones de periodistas acampados, ante el hospital de Pretoria en el que estuvo internado el expresidente y ante su casa, para dar la noticia de su muerte.

«Cuando salí de la cárcel, me di cuenta de que lo que más deseaba no era la libertad, sino volver a mi vida corriente: ir a trabajar a mi oficina, salir a comprar pasta de dientes a la farmacia, visitar a mis amigos», llegó a confesar Mandela en su autobiografía.

Fue, sin embargo, un sueño que nunca llegó a cumplir.

Por Christo Brand

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