CINE | “Dunkerque”: Inconmensurable fresco épico

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La tragedia recreada en lenguaje sensorial mediante la conjunción entre la imagen, el sonido y la música, es la contundente expresión dramática de “Dunkerque”, el inconmensurable fresco épico de caligrafía cinematográfica cuasi poética del realizador británico Christopher Nolan.

Este nuevo film corrobora la indudable calidad artística del celebrado cineasta, que ha destacado por recordados títulos como “Memento” (2000), “Insomnio” (2002), “Origen” (2010), “Interestelar” (2014) y la trilogía sobre el mítico personaje de historieta Batman, entre otros.

Tanto en el género fantástico -en sus tres películas sobre el hombre murciélago- como en su incursión en la ciencia ficción con la estupenda “Interestelar”, Nolan ha desplegado un barroquismo visual que le ha distinguido como uno de los creadores más exitosos e imaginativos del siglo XXI.

En “Dunkerque”, Nolan incursiona por primera vez en el cine histórico, logrando elaborar una obra que trasciende al relumbrón habitualmente efectista de la mera producción de industria.
Se trata, sin dudas, de una apuesta y un proyecto sumamente ambicioso, que rescata uno de los episodios más dolorosos de la Segunda Guerra Mundial, virtualmente ignorando por el arte cinematográfico.

En ese contexto, elaborar una propuesta atractiva y a su vez profundamente reflexiva en el género bélico en una época en la cual la violencia de la guerra tiene una expresión real que nos llega cotidianamente a través de los medios audiovisuales, constituye ya de por sí un gran desafío.

Empero, aun más complejo era emparar la calidad de auténticas epopeyas fílmicas como “Apocalipsis ahora” (1980), “Pelotón” (1986), “Rescatando al soldado Ryan” (1998), “La delgada línea roja” (1998) y “Cartas de Iwo Jima” (2006).

El escenario histórico de este removedor film es nada menos que la Batalla de Dunkerque, que se dirimió con un dantesco saldo de más de 30.000 muertos, a un año de iniciadas las hostilidades, entre el 26 de mayo y el 4 de junio de 1940, en la ciudad portuaria francesa del mismo nombre situada al Norte, en la región de Alta Francia.

En ese espacio geográfico, tropas francesas y británicas soportaron –a duras penas- el irresistible asedio del ejército nazi, que ya se había apropiado de todo el territorio galo.

En ese contexto, los aliados –que quedaron cercados en la costa con el mar a sus espaldas-emprendieron la denominada Operación Dinamo, un complejo proceso de evacuación que permitió el rescate de más de 200.000 soldados británicos y de 100.000 franceses y belgas, con la participación incluso de barcos civiles.

La película recrea ese removedor episodio del conflicto bélico más sangriento y devastador del siglo pasado, que, en este caso concreto, está indisolublemente ligado a la derrota.

En efecto, esta es la crónica de una guerra de retaguardia y mera supervivencia, en la medida que la prioridad fue el rescate de contingentes militares para que no fueran masacrados por los alemanes.
En ese marco, esta es una película coral, en tanto reúne a diversos personajes en un devastado escenario signado -como sucede habitualmente en las grandes conflagraciones- por la tragedia.

El relato se divide en tres sub-tramas, que se dirimen en tierra, en el mar y en el cielo con tres protagonistas cada una, encabezadas por subtítulos que marcan espacios temporales concretos y a la vez acotados: una semana, un día y una hora.

Los protagonistas, que a vez son agonistas, son tres soldados que intentan huir en el panorámico y abierto escenario de una playa, tres pilotos que se baten con bombarderos enemigos en una lucha sin cuartel y un padre con sus dos hijos, que navegan a bordo de un velero en medio de una escenografía de desastre.

La historia comienza con la imagen de un grupo de soldados británicos que transitan por calles desoladas y recogen volantes arrojados desde aviones alemanes, los cuales alertan a las tropas que están cercadas y las exhorta a rendirse.

Ese episodio pauta desde el comienzo la tensión reinante, en cuyo marco el personal militar se abstiene de combatir. Sólo se limita a resistir en retroceso hacia los hacinados buques que trasladan multitudes humanas que luchan denodadamente por sobrevivir y toneladas de heridos y mutilados.

En este caso, el enemigo sólo es visualizado a través del drama que agobia a estos seres humanos despojados de todo resquicio de heroísmo y gobernados por los fantasmas del miedo.

En ese marco, Christopher Nolan corrobora toda su sabiduría cinematográfica al describir desgarrantes cuadros de angustia, donde el temor puede más que la valentía y el instinto de conservación más que la solidaridad, por más que esta no está ausente.

Ningún sacrificio es suficiente con tal de salvar la vida y retornar a casa, en una contingencia existencial y simbólica que supone también una suerte de humillación y de aceptación de la derrota.

Aunque las numerosas secuencias bélicas están rodadas con una superlativa calidad técnica que destaca por su brillantez en materia de fotografía y montaje -a lo cual se suma por supuesto la magistral banda sonora de Hans Zimmer- aquí lo primordial es la aguda y escrutadora mirada humana y humanista. “Dunquerke” es una película realmente monumental y a la vez conmovedora, que describe a la guerra como una auténtica experiencia de masivo extermino en la cual los hombres son más vulnerables y fungen como meros peones de un ajedrez dantesco.

Por Hugo Acevedo
Periodista y crítico literario

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