CINE | “El amante doble”: Relaciones perversas

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Las patologías obsesivas, la insatisfacción, la represión, la culpa y las compulsiones sexuales son los controversiales ejes temáticos que aborda “El amante doble”, el último largometraje del tan talentoso como prolífico realizador francés François Ozon.

Este es el nuevo opus de uno de los cineastas galos más relevantes del presente, quien construyó una elogiada carrera gracias a films de la talla de “Ocho mujeres” (2002), “La piscina” (2003), “Potiche: mujeres al poder” (2010), “En la casa” (2012), “Joven y bella” (2013) y “Frantz” (2016).

Su filmografía corrobora la intrínseca versatilidad de Ozon, que oscila recurrentemente entre el drama, el thriller y hasta la comedia negra, con una frecuente apelación al erotismo.

En ese contexto, su cine es intransferiblemente provocador, acorde con la compulsiva avidez por bucear, en profundidad, en la compleja psicología de personajes hechos a la medida de un lenguaje visual y conceptual siempre revulsivo.

Aunque la producción de Ozon ostenta una calidad despareja y está lejos de concitar unanimidades, tal vez su mejor película sea “Frantz”, una auténtica obra maestra que conjuga un magistral lenguaje cinematográfico con la estatura testimonial del desgarrador drama provocado por los estragos de la guerra.

En “El amante doble”, Ozon construye un film plagado de excesos, que explora algunas de las más frecuentes obsesiones del ser humano enfrentado a situaciones emocionales límite.

Esa deliberada apuesta al surrealismo con fuerte impronta creativa, inaugura el relato con una escena no menos sorprendente y removedora, que es nada menos que el primer plano de un examen médico vaginal. En este caso, el orificio de la vagina muta en un ojo.
Si bien puede interpretarse a esta secuencia como un recurso meramente efectista, el transcurso de la narración demostrará que tiene un valor simbólico y hasta una clara reminiscencia freudiana.

Al igual que en varias de sus películas precedentes, la protagonista de este relato es también una mujer, como si Ozon tuviera una predilección por los personajes femeninos casi siempre emancipados, independientes y de fuerte temperamento.

“El amante doble” narra las peripecias de Chloé (Marine Vacth), una modelo desempleada que parece estar emocionalmente perturbada y padece permanentes dolores estomacales, supuestamente de origen sicosomático.

Se trata, naturalmente, de un ser extremadamente vulnerable y, por su falta de contención y su dramática soledad, susceptible de padecer patologías obsesivas.
En ese marco y sin un diagnóstico preciso, decide atender sus problemas de salud concurriendo a un consultorio psicológico, donde espera encontrar una respuesta terapéutica a tanta angustia acumulada.

El profesional seleccionado es Paul (Jérémie Renier), de quien la joven se enamora perdidamente, lo cual modifica radicalmente el curso del tratamiento. Ahora, por haberse involucrado afectivamente con su psicólogo, la mujer deberá acudir a otro especialista que se haga cargo de su caso.

Empero, la relación es contaminada por la duda y la desconfianza, cuando la protagonista descubre que su pareja tiene algo que ocultar, que resultará crucial en el ulterior desarrollo del vínculo. Se trata de Louis, el hermano gemelo de Paul, que obviamente es físicamente idéntico y, como si no fuera suficiente, también ejerce como psicólogo.

En esas circunstancias se conforma un triángulo amoroso entre la mujer y los hombres y una relación de real complejidad, que conjuga la pasión y, por supuesto, el erotismo. No es la primera vez que el revulsivo cineasta François Ozon trabaja en su filmografía el tema del doble, que ya estaba presente en recordados títulos como “La piscina” y “En la casa”.

La radical diferencia es que en este caso el concepto está al servicio de un proyecto cinematográfico más ambicioso, en el cual el realizador apuesta fuerte a la construcción de atmósferas intransferiblemente perturbadoras.

Si bien las comparaciones resultan casi siempre odiosas, no es una osadía parangonar a esta película con “Pacto de amor” del cineasta David Cronemberg, que narraba precisamente las peripecias de dos ginecólogos que eran también hermanos gemelos y solían seducir a sus pacientes.

Por supuesto, mientras la película del controvertido director canadiense cultiva como es habitual el terror psicológico, “El amante doble” apuesta más a lo onírico con un trazo perturbador.

Inspirándose en la novela “Lives of the twins”, de Joyce Carol Oates, Ozon reflexiona sobre los opuestos desde un ángulo que apela a la indagación de naturaleza si se quiere cuasi freudiana.

En ese contexto, el realizador galo mixtura el drama con el thriller, empleando el recurso del suspenso como disparador de las más ocultas pasiones y obsesiones del ser humano.
El cineasta-que en esta oportunidad ratifica nuevamente su indudable oficio para la construcción de climas opresivos- propone una película deliberadamente enrevesada, desaforada y hasta de lenguaje irreverente.

Más allá de sus evidentes virtudes en materia de interpretación, de montaje, de fotografía y de la presencia de la aun esplendorosa Jacqueline Bisset, “El amante doble” está lejos de alcanzar la cima de otras películas del autor, como la excepcional “Frantz”, tal vez el título de mayor calidad cinematográfica de su producción.

No obstante, el film igualmente atrae al público sensible e inteligente por su permanente apelación a los simbolismos, en una suerte de juego de espejos transversalizado por abundantes efectismos que no soslaya la intrínseca relación entre la perversidad, la sexualidad y la obsesión.

Por Hugo Acevedo
Periodista y crítico literario

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