The Economist: La pena de muerte no hace que haya menos asesinatos

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No hay evidencia alguna de que la pena de muerte sirva como disuasoria, dice The Economist. Al contrario, donde está implantada hay más asesinatos y donde se la ha derogado han bajado.

En Uruguay no hay pena de muerte, pero interesa el tema cuando se están juntando firmas para implantar la cadena perpetua y todos los meses se votan leyes que alargan las penas. Porque cuando esas medidas punitivas mágicas fallen, el próximo escalón será proponer la pena de muerte.

En una nota publicada en su última edición, la revista conservadora británica da cuenta de la ejecución el pasado 14 de agosto en Nebraska de “Carey Dean Moore, de 60 años, quien había pasado 38 años preso por asesinar dos taximetristas”.

El artículo comienza describiendo con detalle el procedimiento y el orden de las drogas que los verdugos introdujeron en su cuerpo hasta acabar con su vida. Esta ejecución fue noticia caliente porque se usó una droga nueva, ya que algunos laboratorios no venden para ese uso los químicos que se usaban antes.

The Economist informa que “Luego de caer durante años, el apoyo del público a la pena de muerte está creciendo. Un 54% de los encuestados frente a un 49% hace dos años, según una reciente encuesta de Pew Research Centre. Las condenas a muerte también son un poco más frecuentes que en años recientes, informó Robert Dunham del Death Penalty Information Centre.” Especula con que la verborrea de Donald Trump puede haber influido.

Luego pasa al aspecto político. Nebraska es un estado conservador, pero completó 21 años sin ninguna ejecución. En 2015 un grupo de legisladores republicanos y demócratas levantaron el veto del gobernador a una ley que abolía la pena capital. El gobernador Pete Ricketts, un republicano católico, financió de su bolsillo y ganó un referéndum para reintroducir las ejecuciones. Antes de ejecutar a Moore, los obispos del estado le pidieron que no lo haga, de acuerdo a la nueva doctrina papal, pero no siguió su consejo.

“La apelación de los obispos cayó en oídos sordos -señala el articulista-. Ricketts considera que la pena de muerte es una herramienta importante para la seguridad pública y el único castigo apropiado para los crímenes más atroces.”

“Sin embargo -agrega-, existe poca evidencia para sostener que la disuasión funciona. La tasa de asesinatos en Nueva York, Nuevo México y Connecticut continuaron bajando luego de que esos estados abolieron la pena de muerte. Los estados sureños ejecutan a más gente que cualquier otra región del país, sin embargo, la tasa de asesinatos en el sur es la más alta.”

Un segundo argumento contra la pena capital es su irreversibilidad: “Desde que la pena de muerte fue reintroducida en Estados Unidos en 1976, 162 condenas a muerte fueron revisadas y 1.480 personas ejecutadas. Así que más o menos uno de cada diez fue hallado inocente. El señor Dunham cree que, entre quienes fueron ejecutados, al menos una docena eran inocentes. Cita el caso de Carlos DeLuna, quien en 1989 fue ejecutado en Texas por asesinato y de quien hoy generalmente se cree que fue condenado por error.”

Un tercer argumento es técnico. La Constitución de los EEUU prohíbe los castigos inhumanos. “Puede ser técnicamente más difícil para Nebraska concretar otras ejecuciones -estima-. Luego de suministrar al señor Moore valium para sedarlo y fentanyl para dejarlo inconsciente, los ejecutores le administraron besilato de cisatracurio para paralizar sus músculos y cloruro de potasio para detener su corazón. Si las dos primeras drogas no trabajaron bien, dice Eric Berger del Nebraska College of Law, entonces el señor Moore hubiera sufrido dolores agudos insoportables, como si lo estuvieran quemando desde el interior. De acuerdo a un testigo presencial, se puso rojo y púrpura antes que bajaran la cortina. si una autopsia revela que sufrió dolores extremos, Nebraska hallará aún más difícil comprar drogas a los laboratorios, que temerán protestas del público sobre su uso.”

El cuarto argumento no podía faltar: matar sale caro. Hace décadas el economista E.F. Schumacher escribió: “Llame a alguna cosa inmoral o fea, destructora del alma o degradante de la condición humana, un peligro para la paz del mundo o un atentado al bienestar de las futuras generaciones, que si no ha demostrado que es ‘antieconómica’ no habrá cuestionado en nada su derecho a existir, crecer y prosperar”

Dice la revista económica: “La pena de muerte también es mucho más onerosa que la cadena perpetua, debido a los costosos juicios y largas apelaciones. Ernest Goss de la Creighton University estima que cada proceso con pena de muerte le cuesta a los contribuyentes de Nebraska US$ 1,5 millones más que una cadena perpetua sin posibilidad de libertad anticipada. Diez personas permanecen en el corredor de la muerte del estado.”
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